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Publicado el 10 julio 2012 por House

   Cuando se utiliza el transporte el público la vida de una ciudad se ve desde otra óptica diferente. Los grandes ventanales de los autobuses urbanos proporcionan una visión más nítida de la realidad de la ciudad. Y esta visión se hace aún más evidente en una de las arterias principales de la ciudad: la Avenida Schultz. Recorriendo esta avenida se observa cómo la crisis dio sus oportunos zarpazos al pequeño comercio. Uno tras otro son ya unos cuántos los locales que están cerrados. Una imagen tan triste cómo la que se ofrece cada viernes a los postres del pertinaz Consejo de Ministros.    La fauna que puebla los autobuses urbanos es de lo más variopinto, especialmente en estas fechas tan semaneras. Al fondo del convoy, observo varios adolescentes vociferando de no sé qué película o similar; un viejo con olor a vino recorre el automóvil en busca de un asiento que, afortunadamente, no encuentra; tres titis marcando teta y tanga juguetean con su blackberry porque cuando lleguen a casa no encontrarán juguete alguno que manosear; dos marujas con pintas de prostíbulo de pueblo, sucias y despeinadas, cuchichean como si quisieran ocultar la fórmula mágica para acabar con el desempleo; y así sucesivamente encontramos un paisaje bucólico y variopinto, al más preclaro estilo hollywoodiense o si me apuran, una imagen del más genuino Bronx neoyorkino. Pero pongamos que estamos en Gijón... Es la Semana Negra.    Hoy el recinto respira un aire diferente al de ayer. En la carpa de Encuentros, capitaneados por Ángel de la Calle, cuatro tipos están hablando de las diferencias y similitudes entre la Europa negra y la Europa literaria. Hablan de los mercados, de la situación económica y de la prima de riesgo. Y está situación tan pastoril también se refleja en la literatura. Los escritores no somos ajenos a lo acontece en nuestro entorno más inmediato y más lejano también. Somos idealistas de la realidad y debemos contarla guste o no, satisfaga o no.    Las paredes del recinto semanero están mordisqueadas por las dentelladas de la crisis del sector naval. Décadas atrás esos muros fueron testigos mudos del declive, decadencia y destrucción de un importante sector industrial de la ciudad. Aún hoy se atisba en el ambiente aquella lucha obrera que sirvió de bien poco. Estos murallones medio destartalados y ajados son notarios de cuánto acontece cada día alrededor de las jaimas de los libros, de los chiringos de churros, de la noria, y de las tascas de pulpo y calamares. Y van viendo, conforme el reloj devora los minutos, cómo el recinto se puebla más y mejor. Hoy hay más gente que ayer. Se nota.    Rosa Ribas es una catalana de pro y, desde hace un tiempo, vecina de Merkel. Perdonen, Merkel no vive en Frankfurt. Rosa sí. Es interesante escucharla, y no me cabe duda de que aún es más interesante leerla. Para eso está en la Semana Negra. Hay que leerla. Dirían nuestros mayores, que es una persona de mundo. Anoto. De la mano del legítimo Fernando Marías, hoy nos presentó ‘Entre dos aguas’, su última obra. Un caso de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor. No olviden leerla, insisto.    Es muy difícil definir a James Thompson. En el recinto semanero lo presentaron con el autor norteamericano más vendido. Lo curioso de este tipo no es esto. Lo que realmente llama la atención de este tipo es que siendo natural de Kentucky, en los Estados Unidos de Obama, llega a la Semana Negra desde Finlandia. Thompson vive desde hace años en Finlandia y, desde allí, ha catapultado al más éxito más estrepitoso a su inspector Kari Vaara. En una entrevista que encuentro en la red leo que este sabueso de alguna manera viene a representar al propio autor. ¿Cierto? Sea cómo fuera, la verdad es que el crimen en ‘Ángeles en la nieve’ es lo más natural posible. Motivo que nos obliga a leer a este cariñoso yanqui con piel finlandesa. Continúo leyendo la entrevista de la red. Se dice textualmente: ‘Thompson nos transmite quietud al hablar, sin duda, consecuencia de vivir en un lugar en el que el frío ralentiza la vida’. Cierto. No se olviden de él. Es muy cercano.    El recinto semanero bulle y bulle. Algún ilustre que otro ya recogió velas y marchó. A otros se les espera. Alguno ni está ni se le espera. La Semana Negra de Gijón tiene vida propia. Es variada, multicolor, libre y, sobre todo, crítica. Esta misma tarde decía Rosa Ribas que lo que en un principio todo nos parece relativo. Nos empecinamos en una verdad absoluta como dogma universal, pero el tiempo y las vicisitudes transforman a las personas convirtiéndolas en seres coherentes. Aunque esta semana tan larga el número de crímenes y criminales en Gijón sea considerable.    En el horizonte de la playa de Poniente el sol parece desconvocar su huelga indefinida. Quiero pensar que mañana, como diría Manolo Preciado, saldrá el sol. Sin duda. Mañana será un día especial, con lujo, aunque sin glamour. ‘La Matute’ estará con nosotros. Un motivo más que suficiente para ir al recinto semanero, comprar un libro, escucharla, comerse un buen bocadillo de calamares, y, al llegar a casa rematar la faena. Para eso es San Fermín. Además.

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