Revista Diario

Despedida:

Publicado el 01 enero 2017 por Lauraps

Despedida:
Me desperté de inmediato, totalmente sudado y sin poder respirar. Había tenido una pesadilla de lo más vívida y todavía tenía el corazón en un puño, me sentía incómodo y ni con ganas de levantarme, pero estaba sediento, así que, no tuve opción. Hacía tiempo que vivía solo, así que, no era de extrañar que la cocina estuviera en total penumbra, mi hijo se había ido de aquí enfadado, tampoco fue mi intención al decirle que había cosas más importantes en la vida que una mujer, esa con la que él se fue a Tailandia y no he recibido ninguna llamada desde que salió por la puerta.

Al abrir la nevera, mi indecisión pasó a ser la protagonista de mi madrugada, eran las tres y prefería tomarme una buena cerveza fresquita a una botella de agua que no tenía sustancia para olvidar algo más que palabras. Mi ex mujer se fue de casa, no pudo soportar el hecho de que me acostara con su mejor amiga, alguien despampanante y que apareció en la puerta de mi casa con tan solo una gabardina y sin nada debajo, totalmente decidida a darme el polvo de mi vida. Caí en la trampa, hacía tiempo que no mantenía relaciones con mi mujer y ni siquiera lo pensé, mejor dicho, pensó mi otra mente, la de “hombre sin otra cosa mejor que hacer que traicionar a su mujer”. Me tiré en el sofá, encendí la tele y me quedé enfrascado en unos productos absurdos que publicitaban, ni siquiera entendía de qué hablaban y no me interesaba lo más mínimo, pero era la única voz que me acompañaba en aquella casa solitaria y abandonada.Oí unos pasos justo detrás de mí, totalmente decididos a acompañarme en aquella noche deprimente. Hice como que no oí nada, pero los ruidos cada vez fueron más intensos, más tarde, algo arrastrándose; dios, estaba empezando la paranoia. Me hizo levantarme del sofá un golpe seco al otro lado de la casa, mis ojos estaban abiertos de par en par, no había estado tan asustado en mi vida. Me fui acercando poco a poco al lugar donde venían esos golpes sordos y me quedé con los ojos clavados en…-   ¿Darren? – mi hijo estaba escarbando entre la ropa que había dejado en su cuarto unos años atrás - ¿Qué estás buscando?-   Dejé aquí unos juguetes de cuando era niño, quería recuperarlos pero en casa de mamá no los he podido conseguir, así que, en el único sitio en el que pueden estar es aquí – me miró con indiferencia, como si no pasara absolutamente nada, como si la discusión que tuvimos se hubiese desvanecido, empezando a hablarnos como si fuésemos personas otra vez, como si fuésemos adultos -.-   ¿Para qué quieres esos juguetes? – le pregunté sorprendido, lo que no me esperaba era su respuesta -.-    Voy a ser padre, es un niño – era obvio que hacía meses que su novia estaba embarazada y me he enterado en este mismo instante, justo cuando no tenía opción para ocultármelo -.-   ¿Y me lo dices ahora? – intentaba no alterarme, era complicado. No quería que se fuera igual de enfadado que la última vez, no quería perderle por completo – Deberías…-   Lo sé, lo siento – agachó la cabeza, algo decepcionado. Me acerqué a él al ver la tristeza en sus enormes ojos verdosos – Por todo, de verdad.Me quedé sin palabras, así que, tan solo le abracé. La esperanza volvió a mí como una ráfaga de aire fresco, como si todos mis problemas pudieran desvanecerse sin más, como si estar solo dejaría de ser un problema. A partir de ese momento, empecé a pasar mucho más tiempo con Darren, aplazó su vuelta a Tailandia por reencontrar los buenos momentos conmigo, por volver a sentirme como padre y olvidando todo lo ocurrido entre nosotros. Me parecía extraño que estuviese acercándose el parto y que él no volviera, que se quedara en el sitio donde todo lo que había odiado florecía por momentos.Una mañana soleada, estaba inspirado, así que, salí a la calle a tomar el aire y escuchar música mientras éste acariciaba mis mejillas, hacía un día espléndido. En este tipo de días, te sueles encontrar a personas que hace tiempo no habías visto o que vas a conocer de un momento a otro, en este caso, me topé con la mujer de Darren. ¿Qué hacía en Los Ángeles? ¿Vivían en Tailandia o me había mentido? Se le veía la tristeza en el rostro, tenía los ojos caídos y parecía que hubiera estado llorando durante un tiempo considerable, estaba claro que algo iba mal, realmente mal.-   Es la mujer de Darren, ¿verdad? – le pregunté, al ver que no tenía iniciativa de saludarme por su cuenta -.-   Sí, bueno… - ¿se habían divorciado y mi hijo tenía miedo de contármelo? Pero parecía ser algo mucho peor – Ahora soy viuda.-   ¿Cómo? – fue como si me dieran una patada en la cara, ahora sí estaba francamente confuso y nervioso, no entendía qué ocurría -.-   ¿No lo sabe? – su extrañeza dejó mucho que desear, era obvio que no sabía nada del tema. Dejé que prosiguiera con su relato – Hace unos meses murió en un accidente de coche volviendo del trabajo. Se me hizo un nudo en el estómago, empecé a hiperventilar y pensaba que me iba a dar algo, sinceramente. Si mi hijo estaba muerto, ¿cómo podía estar en mi casa? Me despedí de ella, cansado, agobiado de tanta emoción, es más, intrigado por saber qué me diría Darren al llegar a casa. Dejé la vuelta y la mañana soleada, ya me habían disgustado a estas horas, así que, abrí la puerta de mi casa con rapidez, cerré y vi a mi hijo en el sofá, estaba embobado mirando la televisión.-   He visto a tu mujer – le espeté, directamente -.-   ¿Ah sí? – se levantó rápidamente del sofá y me miró atento - ¿Qué te ha dicho?-   Que llevas muerto unos meses porque tuviste un accidente de coche – se lo dije así porque quería ver su reacción. Pero en su mirada tan solo mostraba extrañeza y puro pánico, se quedó sin habla, al igual que yo al decírmelo aquella joven desconsolada que me había encontrado cerca de casa - ¿Puedes explicarme qué ocurre?-   Ahora lo recuerdo…Empezó a relatarme los hechos que ocurrieron en el accidente y toda mi esperanza de reencontrarme con mi hijo y empezar de cero una vida en compañía de alguien que quería, se desvaneció. ¿Cómo podía estar hablando con él? Seguía escuchándole atentamente, pero conforme iba llegando al final de su relato, se iba desvaneciendo hasta quedarme solo en aquella habitación llena de vida durante estos últimos meses.Mis ojos se llenaron de lágrimas, me tapé la cara y empecé a hacer lo mismo una y otra vez, tenía tal tristeza en mi interior que no podía expresarla, tampoco hablar con nadie. Mi ex mujer estaba claro que lo sabía, llevaba también unos meses de luto y el único que no tenía ni idea era yo. Ya veía lo que le importaba a la gente, sí, eran de lo más considerados conmigo, tanto que no les servía para nada y me sentía tan vacío que no encontraba sentido a nada. Tampoco quería recordar, era demasiado doloroso para mí y me sentía tan culpable que no sabía cómo manejarlo, así que, me encontraba cercano a un puente, lo miraba fijamente con la mirada perdida, intentando buscar alguna razón por la que no hacer lo que había pensado desde que me había enterado de la muerte de mi hijo.

Estaba alto y tenía miedo, he de reconocerlo. Juguetear en la barandilla borracho no había sido nunca una muy buena idea, pero no había tenido tanto sentido con anterioridad, no se me había ido la vida como justo en este momento. El salto del ángel había sido mi especialidad desde niño, cuando saltaba desde el trampolín que había en la piscina de mis padres hacia las profundidades de la misma, así que, en aquellos momentos hice lo mismo viendo mi vida pasar en segundos hasta aplastar mi cara contra las piedras que había debajo. Como era de esperar, nadie supo de mi muerte, ni siquiera preguntaron por mí los años venideros y a nadie le importó lo más mínimo. Gracias por nada, mundo cruel.

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