Revista Talentos

Duraznos melocotonudos

Publicado el 14 marzo 2016 por Perropuka
Duraznos melocotonudos

Algo de especial tendrán que se venden al kilo como la uva (tampoco uno se va a poner a contar las bolitas de un racimo, a que sí) y no por unidades o “al 25” como ocurre con las naranjas, manzanas, plátanos y otras frutas de tamaño similar. Ni las cada vez más raras peras, como la desaparecida “pera de libra”, se regatean por peso. Todavía no estoy tan viejo como para que me falle la memoria y juraría que antes no ocurría tal fenómeno. Hasta que el “durazno de San Benito” se puso de moda, hará poco más de veinte años (según me guio por el dato de que este año fue la veinte y pico feria anual del sector). O el tal San Benito inspiró a los sambeniteños para que se pertrecharan de balanzas o fue una pícara estrategia de marketing. Como sea, resulta ser un jugoso negocio. Porque hay que ver con qué expectación aguarda la población cochabambina la irrupción de las primeras cosechas, mediando el mes de enero. Aparecen los primeros puestos con la fruta no tan en su punto y los comerciantes ya hacen de las suyas llegando a cobrar hasta 30 Bs. (más de 4 $us) por kilogramo, que por el buen tamaño no llegan ni a diez unidades. 25 plátanos cuestan usualmente entre 8 y 10 Bs, a modo de comparación. Un durazno cuesta hasta la pepa como si fuera de oro. Por esas 30 monedas me compro una decente botella de vino y una promesa de tarde espirituosa. Se sabe mi elección, aunque me duela en el alma privarme de mi fruta favorita. Por el momento.Ni por Santa Teresita extasiada, estoy dispuesto a pagar tal fortuna para saciar el antojo. Prefiero comprarme una lata de duraznos al jugo envasada en las lejanas Mendoza o San Luis o en tierras mapochinas que tener que vaciar el bolsillo por los frutos milagrosos cultivados a escasos treinta kilómetros de la ciudad. Haciendo tremendo esfuerzo de valor me aguanto hasta el carnaval y días venideros, cuando aumenta la cosecha, no sólo de San Benito sino también de los valles aledaños que tienen la virtud de equilibrar los precios. Aun así, nunca rebajan demasiado. El fragancioso y sumamente dulce durazno de piel amarillenta y jaspes rojos es casi objeto de culto en las mesas bolivianas, a tal punto que una tía le envía una cajita por avión a su hermana hasta la sureña Tarija, y eso que allí tienen excelentes variedades de la fruta. “Tiene que ser de San Benito”, así suena el encargo. Y es tanta la fama de este prodigioso melocotón, que la región ya ha sido bautizada como la Capital del Durazno y que ya suena a destino turístico, por los menos para los congresistas del continente que alistan sus maletas para estrenar el aberrante parlamento de la UNASUR erigido a pocos kilómetros del pueblo de San Benito. Ya tendrán tiempo para ir a pasar el rato entre los árboles a la pesca de alguna idea luminosa para justificar sus ociosas labores. ¿Por qué será que “pesca” significa durazno en italiano?

Como no tengo ni peregrina idea, aprovecho el tiempo para zamparme los últimos que quedan. Eso sí, en cualquier casa donde me invitan a almorzar no perdono un puñado de duraznos a manera de postre y otros tantos que me suelo guardar “para el camino”. Como añorando los años idos de la infancia cuando solíamos adentrarnos a huertas ajenas y k’ukear hasta llenar los bolsillos del pantalón. Para el camino. A veces ni siquiera estaban bien maduros. Pero era el gusto.
-------------Bonus: A modo de banda sonora, esta pieza es infaltable en una guitarreada, tan popular que casi todo el mundo cree que es boliviana, sin embargo la autoría es del maestro argentino Cholo Aguirre y su titulo original es "Tesoro mio". 

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