Revista Ilustración

Edward hopper

Publicado el 29 junio 2012 por Vakawapa

EDWARD HOPPER
EDWARD HOPPER
EDWARD HOPPER
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EDWARD HOPPER
EDWARD HOPPER
Mediados de los años 80. Yo estudiaba pintura, arte. Nuestros maestros, en un intento por abrir nuestras mentes, ávidas de nuevos conocimientos, pero altamente sobrealimentadas por la cultura televisiva y todo lo que de ella se desprende, como si fuéramos pollos en una explotación industrial, trataban de hacernos aborrecer cualquier atisbo de figuración que floreciera en nuestras realizaciones. Recuerdo de aquella época el impacto profundo que supuso en lo personal descubrir —insisto, persuadido por mis mentores— el expresionismo abstracto americano (Rockwell, de Kooning, Motherwell, Rothko…) y, sobre todo, la generación del informalismo español de los 50 y 60 (Tàpies, Saura, Lucio Muñoz, Zóbel, Canogar, Millares, Torner, Rueda…). Tan en serio me tomé aquella instrucción que estuve largo tiempo magnetizado por estos influjos. Todas mis producciones demarraban por lo matérico, lo gestual, lo azaroso.
Fue en ese estado semicatatónico cuando tuve mi primer contacto con la obra de Edward Hopper. Fue a través de un libro. Una de sus pinturas servía para ilustrar la portada.
Supongo que no hay forma de sustraerse de esa costumbre tan enraizada que tenemos de clasificar absolutamente todo, con el propósito de conglomerar o de simplificar el exceso de información que siempre nos acaba desbordando. Por fortuna, de vez en cuando aparece algún francotirador, del arte en este caso, que no sabemos muy bien donde ubicar. Al final, lo acabamos segregando del conjunto como un elemento extraño pero, no obstante, necesario. Hopper. 
Es innegable que su creación significó en medio de siglo XX, tan deseoso por desmontar y reinventar a través de todas sus corrientes y manifestaciones los postulados clásicos, una vuelta a la pintura figurativa, al realismo. Algo que puede servir de excusa fácil para aquellos que incomprensiblemente ningunean o menosprecian su arte, tachándolo de antiguo o de pintor «fotográfico», incluso siendo bien evidente su nulo interés por el detalle.
Si bien es cierto que en sus formas está concentrado todo el cine de empaque americano. Cómo olvidar esos personajes con aspecto de antihéroe cotidiano con la mirada perdida, personajes megaestáticos abatidos por el peso de su vida interior, compartimentados y cargados de nostalgia, de melancolía, o cómo no advertir la desolación de sus paisajes, o la traza geométrica de sus arquitecturas, y, por encima de todo, un elemento insuficientemente estimado como es el tratamiento de la luz, los altos contrastes que ayudan a revestir el conjunto de frialdad, de distanciamiento.
Pero Hopper es más que eso. Sus cuadros reflejan de manera sublime la angustia humana, la incomunicación. Es el observador que se adentra en nuestro cerebro y actúa como cronista, sobre todo, de la soledad, de la frustración incesante que parece presidir nuestra existencia. Incluso hoy, puede funcionar como la voz que aporrea nuestras mentes apalancadas en una realidad tecnológica que supuestamente nos avecina o nos hace libres, aún no lo tengo claro.
Referenciashttp://www.museothyssen.orghttp://www.culturamas.es/blog

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