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El apéndice fantasma. ajo y agua

Publicado el 30 noviembre 2012 por Marisapuig
Ayer volví al hospital.
Nada grave, no crean, aunque para mí lo fue.
Mi cara parecía la de un pez globo al que le hubiera dado una apoplejía. ¡Clavadita oigan!

EL APÉNDICE FANTASMA. AJO Y AGUA

Marisa anteayer

  Lode pez por las preciosas escamas que adornaban todo mi rostro, lo de globo porque las bolsas de los ojos- que, por desgracia, ya existen en abundancia- aparecían como si algún desquiciado las hubiera inflado con gas helio para conseguir llegar a la luna y, lo de apopléjico por el hermoso tono colorado que adquirió mi antaño hermosa tez, "vermell com un titot" que diría el gran Eugenio.
 La razón de tan lamentable estado facial sigue siendo un misterio sin resolver dado que no pudo dar resultados fructíferos el interrogatorio de tercer grado a que me sometió la doctora, mi querida prima la dermatóloga- ya saben que las tengo de todas las especialidades, lo cual es una ventaja- inquiriéndome sobre qué me había puesto o dejado de poner en la cara.
 Lo de los médicos tiene tela.
 Pese a que no soy "poreguita" -miedica para el castellanoparlante- y he sido bendecida con una salud de hierro, como todo ser terrestre tengo mis más y mis menos y por supuesto una amplia experiencia en consultas y hospitales por las mas diversas afecciones. 
 Todo comenzó sobre los veinte años Hasta entonces lo típico, que si la miopía de Rompetechos, que si el dentista asesino, en fin nada de importancia

 Aquel día se casaba una amiga que no nos había invitado y, como en aquella época no estabamos aún "resabias" y bordes como ahora, no nos molestó nada, es más, decidimos acercarnos a la Virgen para verles salir y tirarles arroz. 

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Así me sentía, como el de abajo

De repente empecé a sentir unos retortijones de tal calibre que parecía que un ALIEN rabioso estuviera pugnando por salir de mis tripas
 Pese a ir toda compuesta y ser de la teoría de que una sale de casa con todo hecho, decidi acercarme al asqueroso baño del bar más cercano. Pero no había manera, de ahí no salía nada y el ALIEN seguía luchando dentro de mí. 
 Y así siguió su lucha hasta que, desesperada solicité un cura o un médico pues creía morir de dolor y como entonces no sabía lo que era un parto, no comparé como hacen todas (y sigo sin saberlo pues Cuchicuchi fue "extraÍdo mecánicamente").

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Pócima

 El médico de guardia, casi de mi edad, no tuvo empacho en diagnosticarme un -agárrense- "cólico alcohólico" ¿que puñetas es eso? no lo había oído en mi corta vida, y para que engañar, el día anterior me había bebido el primer Drambuie de mi vida, pero ahí quedó. 
-¿un cólico alcohólico? , decía mi madre "pasmá" 
-¿un cólico alcohólico?, me preguntaba yo con graves remordimientos por haber tomado aquella pócima infernal que, juro por arturo, no volví a probar jamás.

Como aquello no cesaba y seguía sin salir nada de dentro de mis entrañas, decidieron llamar al docto vecino médico que, ni corto ni perezoso me inspeccionó allá donde no se puede contar, y después de un rápido examen tactil, decidió que tenía una apendicitis de caballo y que había que operar si o si. Lo curioso del caso es que me dolía en el otro lado, es decir, todo lo contrario que dónde estaba mi apéndice echado a perder. 

- Eso no es más que un dolor reflejo, suele ocurrir- argüia a través de mis lamentos.
 Y hete aquí que me operaron.

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¡Con lo mono que era el rabito ese!

¡Que desagradable quirófano! parecían haberse puesto todos de acuerdo para que nunca olvidara aquella horrible experiencia que en mi inocencia creí no volver a repetir JAMÁS.
Ya sin mi querido apéndice,- que no se para que sirve- continué mi vida sin más sobresaltos y desde luego con muchas más opciones al cólico alcohólico -¿que puñetas será eso?- que en esa triste ocasión sin que me lo diagnosticaran de nuevo. 
 Hasta que sobre los treinta ¡el apéndice fantasma atacó de nuevo!. ¿Cómo es posible? se preguntarán si el docto vecino hasta me lo enseñó, el pobre, allí solito en su frasquito de formol sin mi calor corporal. Pues ¿que les puedo decir?...ni repajolera idea. ¿Era posible que aquel inútil miembro se hubiera reproducido cual rabo de lagartija y estuviera dando por saco de nuevo?...que yo supiera los órganos no se reproducen, entonces ¿que me estaba pasando?
 Para intentar averiguar la causa de mis males- después de pasar varias noches en blanco sin molestar a mi Santo, que una es muy considerada- me acerqué al nunca suficientemente apreciado Hospital de Elda, en el que después de una larga espera agónica me hicieron desnudarme de pies a cabeza -¿?- y tumbada en la camilla- en bolas, sin sábana ni ná- asistí a una surrealista conversación entre el médico y un amigo venido recientemente de Australia al que, por lo visto, había echado mucho de menos, los cuales le daban a la sin hueso sin rubor alguno ya que todo me embargaba a mí, en bolas y junto a dos tios que pasaban de la enferma- ¡oigan que estoy aquí! ¡yujuuuu! ¿que pasa?
  El diagnóstico "cólico nefrítico" y ¿para eso me quedé en bolas? agua, mucha agua, Nolotiles a manta y cerveza, mucha cerveza decía Amalia "que eso limpia los conductos y te curará".  
 El apéndice fantasma, ahora cólico nefrítico, atacó durante años en las más extrañas situaciones y lugares, hasta que en un rapto de cordura decidí que ya era hora de poner remedio a estas supuestas piedras que nunca existieron. El nuevo médico me sometió a la más sutil de las torturas, cual es una radiografía de intestinos- ¡evítenlo a toda costa! es humillante, asqueroso y de lo más ruidoso- y nuevo diagnóstico "divertículos" ¿y la solución? -le espeté, ajo y agua me contestó pues el tio es un cachondo....¿lo qué? (modismo típico de Benejama) "pues eso, que Nolotil y ajo y agua" no tiene remedio. 

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Esta asquerosidad son divertículos

 Y hasta hoy.
Mis divertículos y yo convivimos en ingrata armonía, ellos pugnando por salir de mi abdomen y yo defendiéndome y doliéndome cual parturienta periódicamente y sin solución de continuidad. 
Ajo y agua.


 


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