Poco a poco, iba sabiendo más sobre la señora de las flores. Cada vez que escuchaba una nueva historia, sobre las flores de los deseos, estaba más asustada,
seria yo capaz de poder cambiarle la vida a nadie, ya me costaba creer, que mi vida hubiera cambiado tanto, en tan
poco tiempo.
A pesar de todo me encantaba que
a gente me contara sus experiencias, ya que eso me motivaba.
La siguiente historia era la de
una buena amiga de la señora Adelina. La hija de Adelina, le había llamado, y
ella sin dudarlo, vino a contarme como una flor Azul le había cambiado la vida.
Era una señora muy agradable, dueña de un pequeño negocio de flores. Durante
los años, ella y Adelina, habían creado
una gran amistad, ya que Adelina frecuentaba mucho su tienda, por su gran amor
a las flores.
Su tienda, en los últimos años,
pasaba por malos momentos, estaba
pensado en cerrar el negocio, ya que no veía salida posible.
La mujer estaba sumida en una
gran depresión, ya que este negocio había sido la gran ilusión en su vida. Adelina se dio cuenta de algo pasaba, y sin
dudarlo, se lo pregunto. La mujer, le conto que pensaba cerrar la tienda en
breve, que no sabía que haría de ahora
en adelante.
Adelina con una sonrisa en la
cara, le dijo que no se preocupara, que todo se iba arreglar, y se fue sin
decirle ni adiós. La mujer se quedó un poco extrañada, no era la forma de
actuar de Adelina.
Ya casi a punto de cerrar la
tienda e irse a casa, entro Adelina, llevaba una flor de color azul, y la mayor
de sus sonrisas en la cara. La mujer no sabía lo que pasaba, se quedó parada.
Adelina, le dio la flor y le
dijo:
“Mi deseo es que en tu vida, no
te falte trabajo”
La mujer de la floristería, no sabía
que decir ni que hacer, se acercó a ella y la abrazo, estaba muy agradecida por
el apoyo de Adelina, aunque solo hubiera
sido el gesto de regalarle una flor.
Al día siguiente, abrió la
tienda, como todos los días, pero algo en ella había cambiado. No me supo decir
porque, pero decidió, que a cada persona que pasara por delante de su tienda le
iba a regalar una flor, y así lo hizo.
La gente se quedaba un poco
extrañada, pero siempre se iban con una sonrisa en la cara y una flor en la
mano. A partir de entonces, la tienda volvió a funcionar, incluso por el
volumen de trabajo tuvo que contratar a gente.
Mientras me contaba la historia,
no podía dejar de agradecerle Adelina, el detalle que había tenido con ella.
Yo le conté un poco mi historia,
y ella se quedó impresionada, me dijo que conocía otra de las historias de las
flores.
Yo estaba impaciente por conocer
esa historia.