El estudiante

Aunque me encantaría lograr la certificación del alemán, no sé si mi próximo empleo me deje tiempo libre para continuar estudiando (en el curso de alemán básico sólo uedes tener ¡cuatro faltas máximo y es entre semana!). Al pasar a toda carrera, y ver a todas esas bellezas de Derecho y Administración, me recuerdan las oportunidades que tuve y no aproveché: me costó un ojo de la cara y un güevo el Plan 76, de modo que entre más estudiaba más me hundía. No era, ni por mucho, un estudiante feliz. Dormía muy mal, apremiado por el dinero y por el tiempo para cumplir con las tareas. Me hizo mucha falta una PC. Aunque siempre me gustó la escuela, porque me gustaba pensar, nunca aprendí rápido. Ahora mismo me las veo negras. Hoy fue nuestro segundo examen de alemán. El viernes es el tercero y último y el próximo lunes se termina el primer curso.
En fin, ha llegado el momento de recuperar la confianza en mí mismo y avanzar más rápido. Ya no somos jóvenes, pero tenemos experiencia. Me siento triste y estoy solo. Pero el show debe continuar. Ahora tengo que vivir de prisa o será tarde para todo, para el resto. Ya no todo el tiempo del mundo. De hecho, nunca lo tuve, por eso nunca pude relajarme, aflojar el cuerpo y darle gusto. Mi cara ya es una máscara, endurecida por los problemas. Aunque todavía puedo reírme, cada vez es menos. Y ahora, ni siquiera puedo platicar con nadie, como esa pareja que lleva media hora en el pasillo y que no me deja conciliar el sueño con el sonsonete de su voz.