El hábito de la infelicidad (ii)

Sigue…

Muchos de nosotros, lamentablemente, hemos aprendido a convivir con la fatalidad, el miedo y/o la tristeza, propia o ajena! E incluso hemos hecho gala de nuestra capacidad de adaptación al sufrimiento y nuestro ego se jacta de ello! Es humano intentar por todos los medios evitar el dolor, para lo cual lo primero que hacemos es intentar esquivar la cruda realidad, por miedo! Pero también es humano -y ese sí que es un don- sentir el dolor y aceptar la realidad incuestionable, buscándole su sentido profundo para admitirla… y seguir nuestro camino! Si miramos el miedo de cara fijamente, éste acaba desapareciendo… y no se queda en nuestro interior, enquistado y dispuesto siempre a salir de nuevo! En la vida, aunque cueste de creer, todo pasa porque tiene que pasar… y todo tiene su profundo significado!

¿Por qué yo? ¿Por qué a mí? son preguntas que frecuentemente nos hacemos ante la adversidad! Pero, con el paso del tiempo -una vez cede la resistencia a la realidad- uno puede preguntarse ¿para qué?, en vez del ¿por qué? que nos bloquea y tanto dolor y sufrimiento nos provoca. Preguntarse “para qué” invita a buscarle un sentido a la situación y no simplemente considerarla una razón más para calificar de injusta a la vida! Y la vida, nos guste o no, es lo que es, para cada uno de nosotros!

Yo, como quizás tu, también fui adicto a la infelicidad! Durante gran parte de mi anterior vida, siempre había considerado a la vida injusta, conmigo. Tenía puro miedo! Supongo que a cualquiera de nosotros nos sobran razones en nuestra propia historia para sentirnos así! Evidentemente me consideraba una víctima propiciatoria de ella y, como consecuencia de ello, no solo no era feliz, sino que aprendí -con esmero y dedicación, pero sin darme cuenta- a ser infeliz! Y logré el Máster de Infelicidad, que incluye las materias obligatorias para aprender a vivir sin paz ni amor! Y sobreviví, con matrícula de honor, cum laude! Pero algo en mi interior me decía que la vida no podía ser así!

Y, día a día, aprendí a ver que también había momentos para vivir feliz! Y que siempre los hubo en mi vida, aunque no fuera capaz de reconocerlos y recordarlos! Y, uno a uno, fui siendo capaz de vivir esos breves momentos de felicidad que siempre llegan, aunque -por inexperiencia- al principio sintiera miedo ante lo nuevo y desconocido! No había aprendido a vivir la felicidad, ni la paz, ni el amor! Simplemente no había sido nunca antes libre ante las cincunstancias! Y decidí serlo, para lo que tuve que, en primer lugar, abrir mi corazón y, seguidamente, optar con valentía por la felicidad, que tantos años antes me había negado a mí mismo, acompañado por las circunstancias! Y, así, elegí ser feliz… y dejar de ser solo infeliz!

Pero mi vida no cambió por fuera, ni desaparecieron las dificultades en ella de un día para otro como me hubiera gustado! El miedo y el dolor que durante tantos años se instalaron en mi corazón, no podían desaparecer en tan solo unos días! Pero me hice el firme propósito de ser feliz, estar bien atento y tener confianza en la vida… y, súbitamente, en mi nuevo camino apareció -por primera vez en mi vida- la paz y el amor, lo que dieron sentido pleno a mi vida! Ni que decir tiene que, en mi nueva vida hoy con sentido, intento día a día por todos los medios dilatar mis momentos de felicidad y contraer los infelices, sin intentar esquivarlos o ignorarlos! Eso es lo que me permite, cada día más, alejarme del mal hábito adquirido de la infelicidad y aceptar cada día más la vida como viene, pero ya viviéndola desde el corazón, donde todo es inmutable, pleno y esperanzador…

Seguirá…

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