Revista Literatura

El hombre de los mil rostros

Publicado el 01 julio 2019 por Garlakat @garlakat
    Las gotas de sudor ya recorrían plenamente mi exigido cuerpo, pues los cinco kilómetros de trote que hoy me estaba lanzando estaban casi por terminar, a pesar de los obstáculos que conseguía en cada zancada. Pero, ¿cómo molestarme si ellos tienen los mismos derechos?, es la calle tanto de esos humanos como mía.
    Un panorama pintoresco se reconocía, como ya era costumbre, por las avenidas y calles de Caracas; todo se encontraba congestionado, autos por doquier y gente vociferando cualquier cosa a los cuatro vientos. Aún en mi momento de bloqueo las comprendía, intentaban hacer el ejercicio para liberar su mente, eso suponía, como yo con el trote.
    Eran mis cinco kilómetros de libertad plena, era el momento para mí, era el aire que me pertenecía y podía respirar con anhelos, no obstante, lo compartiese en el asfalto con cientos de miles de extraños. Algunos en la masa de gente me observan y me dan por aludido. Un joven como yo se me acerca en persecución y hostigamiento, se me arrima y me estudia como un bicho raro, y su boca despacha palabras coherentes para los que caminan: «Este, ¿haciendo deporte? ¿Qué tal?, en vez de ponerse a trabajar, que es lo que realmente necesita el país».   Luego de culminar mi meta de los cinco kilómetros, llegué doblado, con las manos puestas en las rodillas, a la planta baja del edificio donde vivo y comprendí que efectivamente estaba agotado…, el corazón se me iba a salir disparado por la boca, me asusté un poco porque soy muy joven, pero el cansancio aún no derrota al estrés el cual no me pertenece y no soy su único dueño. Respirando profundo e intentando secarme el sudor de la cara, me asomé a través de los barrotes de la residencia, y miles de zapatos y cientos de voces alegraban mi vida como pájaros cantores.    Ya un poco con el corazón desacelerado veía más consciente hacia la calle y comprendía por qué todos los días soñaba con mis cinco kilómetros de trote, lo cual es lo único que me mantiene con los pies en la tierra; es lo único, allá afuera, que me grita que mi mente no está en la desolación, que nunca jamás, por más que otros se empecinen en aislarme o no comprendan el ejercicio de lo que hago, jamás estaré solo en esta lucha que es menester de todos los días.

    Decidí no tomar el ascensor para seguir en el escape del deporte agotador. Subía las escaleras lentamente y el ruido de las calles de Bello Monte tal vez me causó que el cielo se quedará por un rato sin guacamayas ni loros, pero la agitación en la calles eran canciones que me motivaban a trabajar arduo, sin parar, y si era necesario, sin comer, sin dormir…, porque ahora mismo soy un afortunado en este des-reino. Yo amo lo que hago, aunque a menudo me miren a los ojos como forastero de causas ajenas a mí…    … En cualquier lugar, porque todos los lugares ya son iguales…; allí, en ese espacio en que te encuentras desvalido, te apuntan con un arma e intentas con horror esquivarla y sudando, asustado como un niño, te despiertas acelerado y chocas con una pared roja que es tu realidad… El estruendoso ruido me ha sacudido y me he sobresaltado de la mesa con un terror de media noche. Han salido volando carpetas y papeles por doquier…; es la puerta de la sala y mi alma vuelve a su sitio cuando veo frente a mí a mis dos hermosos hijos que me emboban, y a mí adorada esposa que me aplaca. Los pequeños se me abalanzan y hacen que la vida valga la pena, y sus carantoñas le proveen valor a la lucha para que en ningún tiempo quede el vaso de la justicia totalmente vacío.     Mis niños me ayudan a recoger los papeles del suelo; arrodillado, como implorando a Dios, me encuentro con los cruentos recuerdos…, mis dedos sudan llanto al percatarme de que tengo en la mano el viejo expediente de Jesús Mohamed Espinoza Capote, de 18 años...     Ya me he duchado y mis niños disfrutan de la siesta; me encuentro de pie frente a la ventana de mi apartamento y manoseo el expediente de Marcelo Crovato «Yare III» y saltan los míseros dolores, pero me repongo al saber que él es esa fuerza del mensaje que yo llevo dentro. Desde lo alto miro la calle iluminada por el sol y puedo notar que ese exterior ya solo lo acompaña el viento que arrastra algunos panfletos que reverberan colecciones de voces y más allá se nota al solitario indigente que busca cómo resolver el día. Dentro de poco las calles quedarán totalmente vacías, el caos por hoy se marchó; ahora, con firmeza positiva, comenzará mi trabajo junto a un valiente grupo de activistas y voluntarios que VIVEN solamente para conocer la paz.    Y yo, que soñaba con ser músico, compositor, escritor, corredor de maratones..., esa sería mi responsabilidad ciudadana, y veme aquí, sentado a la mesa a mis 49 años, aquí comenzó mi mundo de lucha por familias cuyos seres amados en la cárcel han desaparecido. Manifestantes que regresan de una noche en la prisión con algún hueso roto. Políticos de la oposición detenidos bajo cargos artificiosos, ahora me preparo para enfrentar el mazo de los que creen ser dioses de la justicia, pero la voz de la verdad no la podrán acallar, la fidelidad a una idea siempre prevalecerá...    Son casi dos décadas de trabajo sin parar y lo innegable es que me siento un hombre dichoso y le doy mil gracias al destino de haberme colocado en este sitial de amor, que un giro del destino sin remordimiento me obsequió.


El hombre de los mil rostros
Alfredo Romero Mendoza es un abogado y activista de derechos humanos venezolano, director ejecutivo de la ONG Foro Penal. Distinción Premio Robert F. Kennedy Human Rights (2017).

Entre 2001 y 2002 fue relator de la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y en 2002 fundó la Asociación Civil Vive (Víctimas Venezolanas de Violaciones a los Derechos Humanos) la cual posteriormente se fusionó con el Foro Penal Venezolano. Ha representado a miles  de víctimas de violación de Derechos Humanos por parte del Gobierno Bolivariano de Hugo Cháves y Nicolás Maduro desde el 11 de abril de 2002.


Todas las imágenes usadas en esta entrada fueron tomadas de la web

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