Magazine

El interior de Cocó

Publicado el 05 febrero 2012 por Rubydelfino
Me miraba ojiplática mientras me descojonaba en su cara. Para Cocó seguramente hubiera sido un trauma, pero Santo Dios, para mí era carnaza pura y dura.  Cuando vi que a mi amiga no le hacía ni puta gracia que le estuviera propinando raciones enteras de carcajadas en su compungido rostro, se me fue yendo la risa y volví en mí.
-Tía, qué putada tan gorda. Tú no tienes chocho, ¡tú tienes un baúl!

El interior de Cocó

Cocó, super compungida

Cocó es, de todos mis amigos, la que más se parece a mí. De hecho, a nivel de personalidad y principios, somos exactamente iguales. Cada vez que hablo con ella es como hablar conmigo mismo, salvo por las tetas enormes. Suelo verla cada poco tiempo, y siempre tenemos cosas que contarnos... cosas del trabajo, de la familia, de los amigos, de los últimos miembros viriles que hemos catado... No exactamente por ese orden.
La cuestión es que había invitado a Cocó a merendar en casa. Merendar en casa, para Cocó y para mí, significa tener abiertas en los sofás dos botellas de vino y un plato de aceitunas. ¡Super merienda! Según fue pasando la tarde, recordando nuestras más memorables andanzas, llegamos al tema de 'El Empotrador de Tomelloso', que no es otro que el último rollete de Cocó. Cuando empezó a salir con él nos dijo a sus amigos que tuviéramos cada uno en casa una silla de ruedas plegada en casa, por si en una de nuestras meriendas la necesitaba. No exagera. He llegado a ver marcas grabadas del gotelé de la pared en la espalda de Cocó. ¡No digo más!
Mi desgraciada amiga había sido invitada al Hotel Zouk (quien conozca este hotel en las afueras de Madrid ya sabe lo que es, pero para quien no lo sepa, es un motel de cinco estrellas, con piscina en la habitación, donde la comida te la sirven a través del armario, sólo te digo eso). Sabía que le iban a dejar el chichi como un guante de látex cuando lo hinchas. Pero ella iba feliz, como cuando a los negros les dejaron votar
Tras entrar en la habitación y dejar discurrir la pasión, se pusieron a lo suyo. Y ya cuando entraron en la fase de penetración animal, algo ocurrió. Y es que la potencia de 'El Empotrador de Tomelloso' no sólo le había dejado el chichi como un green de golf, sino que también le había dejado un regalo dentro. El condón. Cuando Cocó se dio cuenta entró en pánico, y comenzó a buscar el cuerpo extraño en su interior, haciendo ese clásico gesto de tijera con los dedos índice y corazón que el ser humano utiliza desde el Neolítico. Un sindiós. Incluso pasó por su cabeza fabricar con la pajita del vaso e hilo dental una pequeña caña para poder pescarlo. Imagina la postura. ¿A que es diver?
Bueno, la pobre Cocó terminó yendo a urgencias a que se lo sacaran. Y tras el bochorno de contarle a cada sanitario lo que le había ocurrido, finalmente le dijeron que aquello caería "por su propio peso". Así que se tuvo que volver a casa con el profiláctico pegado a sus paredes chocheras. Para consolarse, se imaginó lo divertido que sería fabricar un bonito globo con un pedo vaginal. Y se rió. Algunos minutos después ya se lo puso sacar fácilmente, mientras se daba cuenta de que esa historia, si me la contaba, aparecería aquí. Hola, Cocó.

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossier Paperblog