Revista Talentos

El llanto de la primera vez.

Publicado el 20 abril 2016 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
El llanto de la primera vez.Cuando sos chiquito lloras muy seguido. Tomo como chiquito al pibe de hasta diez años. Es verdad que los varones lloramos menos seguido porque nos enfrentamos al “no seas maricón”, pero lloramos.  Pero la mayoría de las veces llorás por capricho, por llamar la atención, porque otro nene te pegó, porque te cargaron mucho, porque te sacaron un juguete, porque no te llevaron a algún lado o porque te dieron un chirlo.
Yo lloraba por todas menos por los chirlos, en mi casa no se usaban esas cosas. Los castigos más frecuentes eran los gritos, eramos unos nenes buenos desde mi punto de vista. Tal vez porque mi hermano y yo nacimos cuando mis papás eran grandes y no nos daban tanta pelota como a mis tantas hermanas. Lo que es raro es que tampoco intentábamos llamar la atención, pero esto mejor lo dejo para el psicólogo o para que quienes dentro de 150 años en una facultad analicen mis textos saquen sus propias conclusiones sobre mi personalidad. Lo importante acá es el llanto .
Hay una vez que llorás distinto, que el llanto tiene otro significado que no lo podés controlar porque la solución no está a tu alcance. No lo podés parar tampoco, no lo entendés. No podés razonarlo, aunque los nenes somos seres racionales,más racionales que los hombres. No sabremos todavía resolver regla de tres simple o pagar el monotributo (cosa que algunos mayores tampoco saben que tanto).  Yo le llamo llanto de la primera vez.
El llanto de la primera vez no tiene nada que ver con los pensamientos que se le ha pasado por la cabeza al perverso que entró a este relato expectante cuando leyó el título.  No soy una niña, soy heterosexual, bien heterosexual. Tampoco creo a ciencia cierta acerca de llantos en esas situaciones así que basta. Libre así de perversos, siempre es mejor librarse de ellos, sigo con el llanto.
La culpa de mi primer llanto la tuvieron un señor pelado, una señora vieja y la tele. Fue el cuatro de marzo de 1999, afuera me parece que estaba nublado o algo pasaba que yo no podía estar el patio jugando a la pelota. Ya había agotado mis posibilidades de juego dentro de casa. Ya había jugado a las carreras de autitos que siempre ganaba ferrari, ya había leído alguna que otra patoruzito y había jugado un partido con playmovils, cuya pelota era una bolita y cada playmovil tenía su numero y nombre colocado en la espalda (partidos históricos que se veían atravesados por la dificultad de poseer solo dos manos para mover 22 playmovils). Me puse a mirar tele, en realidad me puse a mirar lo que mi papá miraba en la tv SABA, alemana sin control remoto. No teníamos cable y la oferta de programas para chicos era limitada, la oferta de programas para grandes también. El estaba tomando mate, mi vieja andaba por ahí. No registro a mis 5 hermanos en ese momento. Ahora me doy cuenta que el entorno no lo tengo tan claro como la situación.
Yo no tomaba mate, me tiraba en el piso y miraba la tele, siempre andaba vestido de entre casa con ropa algo rota, la ropa linda era para ir a la escuela o a los cumpleaños. La ropa linda, cabe destacar, eran simples remeras rayadas y joggins. En el noticiero algo no estaba bien, los muertos, los políticos,los asaltos, las cosas que pasaban lejos  y las protestas no aparecían. Había lío y apareció esta señora. Tenía un aire superado, yo ya había escuchado su nombre y que era síndico. Yo no sabía que era un/una síndico, hoy sigo sin saberlo, se llamaba Ripoll. Ella dijo exactamente esto:
“Ha dejado de existir Racing Club Asociación Civil”
No entendí nada de lo que dijo después. Racing, mi Racing no existía más. El de celeste y blanco, el que tenía el estadio en forma de cilindro con el nombre de Juan Domingo Perón, el que mi viejo me contaba que había sido campeón un montón de veces, que me contaba de esos cracks que yo no había visto jugar nunca pero que sabía sus características e hitos.Ese que yo veía escuchaba por radio todos los domingos y veía un ratito a la noche. Ese del que no había conocido la cancha porque era muy lejos, ese del que tenía la camiseta, ese en el que soñaba jugar, no existía más.
Le pregunté a mi papá, imagino hoy lo difícil que le habrá sido contestar, que pasaba. Me dijo que no pasaba nada, que se iba a solucionar, que el señor Lalín (el señor pelado) era un hijo de puta, que Racing iba a jugar el domingo. Su tono y sus argumentos no fueron suficientes, esa señora dijo en la tele que Racing no existía más, lo dijo la tele.
Ahí nomás puse cara de pasa de uva y me la banqué. Pasaban los minutos y no había noticias. Ya no podía aguantarlo más, fui a buscar mi camiseta de Racing, la que tenía el loguito del Banco Provincia, una truchita que decía en las mangas “no a la violencia”, “ no a las drogas”. Me fui a un rinconcito, me escondí, me acurruqué contra mis rodillas y lloré. Lloré mucho y nadie me paró. Me dolían los ojos de llorar, me ahogaba de respirar mal. Nadie vino a mi auxilio, tampoco busqué el auxilio de nadie porque era inutil. Tal vez alguno más lloraba en secreto, no pregunté. No me acuerdo en que momento terminó mi llanto.
Después Racing no dejó de existir y más o menos (más menos que más) caminó. Hubo muchos días de idas y vueltas, hablaban muchos políticos, muchos famosos hinchas de Racing, era difícil seguirles el hilo teniendo yo diez años. Yo sabía que el llanto ese había sido distinto y lo confirmé al domingo siguiente, domingo 7. El partido se suspendió pero los hinchas fueron, eran un montón y un montón también lloraban. Ahí ya entendí que una vez que llorás así después no lo podés parar nunca más y sospeché que tal vez sigo llorando y no me doy cuenta. 

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