Revista Talentos

El maletín

Publicado el 08 agosto 2019 por Aidadelpozo

Me gusta la Nutella. Aprendí a darle un uso diferente que el común de untarla en el pan y se lo comenté un buen día. Samuel era de los que lo recuerdan todo... Joder, si parecía una tía en eso. No olvidaba nada. Me gustaba Samuel. Era un tipo de fiar. Raro espécimen. Ya apenas hay hombres así. Al menos yo no los he encontrado.
Cuando venía a España nos veíamos en un hotel del centro. Lo pasábamos bien.
Bromeabamos con lo políticamente correcto y lo que no lo era. Nos importaba un bledo la política y dos bledos y medio lo correcto. Estábamos algo asilvestrados los dos. Quizás por eso nos iba bien. Disfrutábamos, se marchaba y no volvía a saber de él hasta que volvía a Madrid por su trabajo. No había ni celos ni nada parecido. De ahí que la relación funcionase de lujo.
La última vez que estuvimos juntos se presentó con un maletín. Así, como si se le hubiese activado el botón "modo ejecutivo". "Quiero ver de qué pasta estas hecha. Hoy jugaremos en serio". Cuando lo abrió sacó un bote de Nutella y un plátano. Me descojoné. "¿Para esto te vistes con traje?"
El bote de Nutella era algo que ya habíamos usado en otras ocasiones, pero el plátano...
Improvisar era algo que se le daba bien. Acabamos hasta las cejas de Nutella. El plátano terminó en la papelera de la habitación hecho puré. A saber qué pensó la señora de la limpieza cuando hizo la habitación.
Cuando salimos del hotel nos despedimos con un beso largo y cada uno se fue por su lado sin mirar atrás y hasta la siguiente ocasión que viajase a Madrid.
Hace un par de semanas recibí una carta. Era del hermano de Samuel. Por lo visto, le dio instrucciones de que me escribiera si algo le pasaba. La firmaba Carlos. Samuel nunca me habló de su familia. En ese momento supe que tenía un hermano y que él estaba divorciado. Carlos me informaba de su suicidio. Lo encontró él mismo en su cama, cuando fue a su casa después de dos días de no tener noticias suyas. A su lado, un bote de pastillas vacío y una nota de despedida para su hermano con la petición de que no se olvidase de escribirme.
Jamás intuí que se encontrase roto. Tampoco he vuelto a pasar por la calle del hotel. Solo recuerdo nuestras locuras y ese maletín con el que se presentó el último día que nos vimos.

EL MALETÍN

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