Revista Talentos

Él o ella (Parte IV)

Publicado el 09 mayo 2016 por Jorge Moreno @JorgeMoreno_M

Volví a mirar el papel. Sí, era eso. Setecientos dos euros con diecisiete céntimos por un mes de trabajo a más de 80 horas semanales. Por preparación de casos, investigación, documentación y de propina alegrar la vista y estimular la imaginación. Solo en ropa y maquillaje ya me había gastado más del doble. Tendría que retrasar lo de la entrada del coche algún tiempo, unos noventa y siete años. Llamé a Julia.

-Hola, cariño -contestó-. ¿Has cobrado ya tu primera nómina?

-Sí, sí... Creo que sí.

-¿Crees? Bueno, dime, dime, ¿qué tal?

-Uf. No sé qué decirte... Es algo increíble... difícil de imaginar. -Me costaba decirle la verdad.

-¿Sí? ¿Tanto es?

-Se me saltan las lágrimas solo de pensarlo.

-¡Qué ilusión! Qué ganas tengo de verte y celebrarlo.

-Hoy saldré tarde, quiero terminar unas cosas. -No me apetecía nada volver a casa porque sabía que no podría mentirle mirándole a los ojos y me avergonzaba confesarle la verdad.

-Pero no tardes, amor. Te he comprado un regalito para celebrarlo. Seguro que te encanta.

Y encima me había comprado un regalito. Iba a ser más difícil de lo que imaginaba. ¿Qué sería? Últimamente había incrementado el número de regalos que me hacía, aunque habitualmente eran lencería picante o unos pendientes monísimos a los que no se había podido resistir.

Colgué y recordé por todo lo que había pasado hasta llegar allí. Depilaciones, perforaciones de orejas, horas de maquillaje, vejaciones, toqueteos y presuntos piropos. Y lo peor no era eso, si no que seguir con ello era lo único que tenía. A ese paso tendría que empezar a plantearme pedir un crédito para un implante de pechos antes de que llegará el verano y la moda no admitiera postizos que saltasen a la vista.

Noté que una lágrima me salía del ojo.

-¿Estás bien, Daniela? -me sorprendió la voz de Javier.

Me apuré en secarme la lágrima con cuidado de no estropear el maquillaje.

-Sí, sí. Todo controlado. Es que se me había metido algo en el ojo.

-Déjame que te mire.

-No, no hace falta, ya ha salido.

Se acercó y vio la nómina entre mis dedos.

-Ah. No es que aquí se pague muy bien, ¿verdad?

-No, que va. Si yo estoy supercontenta. ¡Y todo lo que estoy aprendiendo!

-Sí, ya. Y encima yo venía a pedirte ayuda con el caso de mañana. Soy tan explotador como los demás.

-No, no, tú no, que va. ¿Qué caso? Vamos a verlo, no tengo prisa.

Fuimos a su despacho y nos pusimos manos a la obra. Daba gusto trabajar con un tío tan profesional y que te trataba como igual, te animaba y te alababa. Nos dieron las diez de la noche sin enterarnos de la hora de no ser por el silencio del resto de despachos.

-Caso cerrado -dije.

-Tú vales mucho más que una nómina, Daniela, no lo olvides.

Y cuando quise darme cuenta estaba besándome, sin tiempo a evitarlo, con su lengua en mi boca. Él o ella (Parte IV)Estaba perplejo, inmóvil, sin capacidad de reacción. No es que me gustara pero lo cierto es que besaba bien el cabrón, pero no conseguía que el cuerpo obedeciera al cerebro y se apartara. No sé como lo hizo pero empezó a acariciarme la cabeza y movérmela despacio, hacia abajo.. Estaba como hipnotizado, no tenía consciencia de lo que estaba pasando, hasta que...¡Casi me saca un ojo! Esa visión y su proximidad me hizo reaccionar. Le empujé y salí corriendo.

No lo podía creer. Javier. Mi amigo, mi colega. El caballero, el educado, había estado a punto de hacerme... de que yo le hiciera... eso.

Llegué sobresaltado a casa. Julia me recibió contenta con un paquete en las manos. No podía contarle lo de la nómina, ni lo de Javier, ni siquiera lo del beso.

Me abrazó y me besó y me obligó a abrirlo. Era un consolador de considerables dimensiones. Me quedé perplejo, mirándolo con los ojos abiertos. Siempre había pensado que con mis atributos me sobraba para dejarla satisfecha, pero en fin, desearía explorar cosas nuevas.

-¿Te gusta? -preguntó.

-Bueno, sí, no está mal. Puede ser interesante...

-Y no estás deseando probarlo.

Julia, cada vez tenía más vicio. A lo mejor no había atendido a las últimas señales y resulta que era ninfómana.

-Pues venga, no se hable más. Date la vuelta -dijo arrancándome de las manos mi regalo y girando mi cuerpo.

Entonces entendí y en contra de sus intenciones, lo que abrí muy grandes fueron los ojos.

-¡Pero qué dices! Tú estás loca. Pero cómo me vas a...

-Venga tonto, que seguro que te gusta...

-¡Pero cómo me va a gustar!

-¿Lo has probado?

-Entonces ¿cómo lo sabes?

-Pues porque lo sé.

-Anda tonto, solo un poco y si no te gusta lo dejamos.

-¡Que no! Encima, lo que me faltaba, con el día que llevo.

-Ahora dirás que te duele la cabeza.

-Pues mira sí, me duele.

-Desde luego no sé para qué te hago regalos. Cada día estás más rara.

-Que querrás decir que estoy raro, no rara.

-Pues eso, raro, lo que he dicho.

-No, has dicho rara.

-Sabré yo lo que he dicho.

Julia se fue al salón y yo a la cocina. Probablemente había sido uno de los peores días de mi vida. Me habían insultado y humillado con una cifra en un papel y mi novia y mi mejor amigo habían intentado penetrarme.

¡Y encima no quedaba helado!

Cómo odiaba ser mujer.


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