Revista Talentos

Él o ella (Parte V. Final)

Publicado el 12 mayo 2016 por Jorge Moreno @JorgeMoreno_M

No pegué ojo en toda la noche, pero al menos lo tenía claro. Iba a volver a ese trabajo y demostrarles lo que valía, me haría imprescindible hasta que vieran que si querían seguir contando conmigo tendrían que pagarme lo que merecía o me iría a cualquier otra empresa en la que me lo pagasen aunque fuese una mujer. Sí, eso era. Iría allí y les miraría a los ojos a todos, a Javier el primero, porque yo valía mucho más que ellos. Y en casa... bueno, en casa seguiría fingiendo dolores de cabeza.

Tuve que esmerarme aún más en la preparación para ocultar las ojeras, pero lo conseguí, ya era toda una maquilladora profesional. En el metro me encaré con el primero que se rozó contra mí, no iba a dejar que ningún tío volviera a humillarme, y fue el viaje más tranquilo desde mi vuelta al trabajo. Fui a la cafetería de siempre, me senté en el sitio de siempre y cogí ánimos. Iba a por todas, les utilizaría a ellos, utilizaría mi inteligencia y mis armas de mujer para conseguir lo que quería. Y entonces por instinto vi la libreta, la libreta de Daniel, la que rellenaba cada día para recordar que era un hombre. La acaricié los bordes, la abrí y empecé a escribir. Me paré y levanté la cabeza para ver al hombre que invariablemente me miraba cada día. Tendría unos cuarenta años, medio calvo, medio gordo y feo entero. Apartó la mirada cuando sintió mis ojos. Bajé de nuevo la mirada para seguir escribiendo, pero no recordaba. Volví a mirarle y volvió a desviar los ojos.

-Perdona. Eh, perdona -dije.

-¿Es a mí? -preguntó cohibido.

-Sí, perdona que te moleste. En la Eurocopa, la de Austria, en la final contra Alemania, ¿quién metió el gol?

-¡Torres! Un golazo -contestó animado-. Todavía se me pone la carne de gallina al recordarlo.

¡Claro, Torres! ¿Cómo podía haberlo olvidado? Yo también sentí la piel carente de vello erizarse. Esas cosas no se olvidan. Lo apunté. No podía haber cambiado tanto como para que ese recuerdo me abandonara. No, no podía ser. Volví a mirarle.

-Perdona otra vez. Para que no haya fuera de juego, en el momento del pase, tiene que haber dos jugadores del equipo que defiende entre la línea de fondo y el atacante al que le envían el balón, ¿no?

Se quedó paralizado y boquiabierto. Unos segundos más tardes reaccionó.

-Sí, sí, eso es. Pero... Perdona que te lo diga, no quiero parecer machista, pero esas cosas no las suele saber una mujer.

-Entonces será porque soy un hombre -dije con mi voz genuina sin imposturas, haciendo que la boca de aquel tipo se abriera aún más.

Entonces supe lo que tenía que hacer.

-Muchas gracias. ¿Te llamas?

-Paco -contestó, casi sin cerrar la boca

-Muchas gracias, Paco -dije, apreté su amo y golpeé su hombro con la otra mano.

Fui directo a la oficina. Llegué tarde y justo cuando Javier iba a entrar a la reunión de todos los socios en la sala de juntas. Se detuvo y me miró, como cada día, como si nada hubiera pasado la noche anterior.

-Qué guapa estás, como siempre -dijo.

-Que va, hoy mucho más -respondí.

Entró y le seguí, cerrando la puerta. Todos me miraron sorprendidos de que hubiera entrado en la reunión. Adelantándome empecé a hablar.

-Perdonen que les moleste, seré breve. He recibido mi primera nómina, Estoy muy agradecida, en serio, agradezco la oportunidad de contratarme y dejarme demostrarles la valía de mi trabajo. Y estoy segura de que en mi próxima nómina mi remuneración pasará a ser acorde a mi trabajo y a mi valía.

El presidente dejó escapar una risa.

-Por favor, señorita, salga de la sala, ya hemos perdido bastante tiempo. No me gustan las bromas. Pero no se preocupe, lo pasaremos por alto.

-¿Por qué? ¿No está de acuerdo? -pregunté.

-Usted cobra en función del mercado. Hay miles de mujeres ahí fuera que matarían por ese sueldo y que nos darían todo lo que usted puede darnos.

-No lo crea. Yo puedo darles algo más que estoy segura que ninguna le daría.

Subí a la mesa y empecé a bailar, contoneando mi cuerpo, recordando cada escena similar que había visto en mi vida y metiéndome en el papel protagonista, sintiendo toda mi feminidad. Solo faltaba la música, aunque parecía sonar dentro de mi cabeza.

Los socios se quedaron perplejos, pero poco a poco se fueron animando, con algún piropo e intento de magreo cada vez que pasaba a su lado, contoneándome y ofreciéndoles mi cuerpo.

Ya gritaban, lanzaban obscenidades y se movían, algunos intentando bailar y otros agarrándose el pecho intentando contener un infarto. Julia estaría orgullosa de mí si me estuviese viendo.

Me detuve a la altura de Javier y me incliné hacia abajo.

-¿Estoy o no estoy más guapa que nunca?

No le dejé contestar. No aparté la cara y le besé, ante el griterío generalizado. Mientras lo hacía me desabroché la falda, avivando los gritos. En un rápido movimiento la dejé caer, subí el cuerpo y tire hacia abajo del tanga y el refuerzo de los genitales.

¡Bingo! En todo el ojo.

Los gritos cesaron. Cuando Javier dejó de frotarse el ojo y miró, empezó a frotarse la boca y escupir.

Me despidieron, aunque sabia que nunca me olvidarían. Estaba seguro de que había dejado una huella imborrable en sus retinas e incluso en el corazón de algunos de ellos.

Julia me dejó a las pocas semanas. Ella ganó un montón de ropa monísima casi sin usar y yo recuperé mi dignidad.

Desde entonces cada mañana y cada noche me miro al espejo. Sigo sin trabajo. A veces, la imagen que me refleja tiene barba y otras está afeitado. A veces con traje y otras desnudo. A veces muestra cansancio y otras vitalidad. Pero sea como sea lo que veo, ahora siempre me reconozco.


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