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El odio y el tiempo

Publicado el 06 junio 2013 por Eduardocarranzagazzani @ElPeriodicoPeru

EL ODIO Y EL TIEMPO. 
Escrito por Francisco Tudela. (28-05-2013). 

Los odiadores terminan recogiendo los frutos de su odio. Si todos los que se han sentido agraviados, perjudicados o indignados a lo largo de la milenaria historia peruana, estuviesen todos vivos en este instante, el resultado no sería otro que la vida política normal del Perú actual.

Para los filósofos de la historia, existen dos concepciones del tiempo, la lineal y la cíclica. La idea lineal de la historia es la occidental. Desde que el cristianismo marcó el inicio de la historia con el nacimiento de Jesús y el fin de la historia con un Apocalipsis, el mundo europeo adopto la idea de que la historia era una línea con un principio y un final; y a lo largo de esa línea de tiempo los eventos históricos iban quedando atrás, superados por el tiempo y la actualidad humana.

La Ilustración adoptó la concepción de la historia lineal como la cosa más evidente del mundo y de ella desarrollo la idea del progreso, mito movilizador de los últimos trescientos años. El Occidental considera no solamente que no hay retorno al pasado, sino que además esto es obvio.

No es ni obvio ni evidente. A medida que se estudiaba la mitología y la cosmología de la antigüedad o de otras civilizaciones, los estudiosos comprendieron que existía también una idea cíclica de la historia. Esto no significa que los acontecimientos históricos se repitan, sino que hay un ciclo con varias etapas que se reinicia cada tantos miles de años.

Para el griego Hesiodo hubo una Edad de Oro, seguida de otras de plata, de bronce y finalmente de hierro. En la Edad de Hierro terminaba la secuencia descendente y se llegaba a la desintegración de ese mundo histórico debido a la maldad humana, luego de lo cual se iniciaba una nueva Edad de Oro, la cual a su vez pasaría nuevamente por todas estas etapas; y así al infinito. El poeta romano Virgilio sostenía que él vivía en la Edad de Hierro, esto es, en la secuencia final dominada por la decadencia humana.

La filosofía védica de la India tiene el mismo concepto de grandes ciclos y actualmente estaríamos en el Kali Yuga, el equivalente de la Edad de Hierro de los griegos y los romanos. Nietzsche tomaría de allí su idea del eterno retorno y Mircea Eliade, el gran historiador de las religiones rumano, escribiría “El Mito del Eterno Retorno”, un gran clásico sobre el tema.

Pero en ambas concepciones del tiempo, los grandes acontecimientos pasados terminan siendo incorporados a la unicidad de la historia y pierden su carga pasional. Los hindús no viven amarillos de odio contra Alejandro el Magno, los Mogoles, y, en el fondo, tampoco contra los ingleses. Los ingleses no se revuelcan de odio contra las conquistas vikingas o aquella de los normandos, que arrasó la organización social de los anglo-sajones en el año 1066. Ni hablemos de las guerras napoleónicas. Los franceses tampoco viven resentidos contra Wellington y De Gaulle y Adenauer se dieron la mano tan solo diez años después de la II Guerra Mundial, para fundar la Comunidad Europea.

Una originalidad del Perú pareciera ser que no hay concepción ni lineal ni cíclica de la historia. El odio ya mítico generado por la totalidad de los reinos e imperios caídos, de las guerras, de los derrocamientos, de los regímenes políticos destruidos, sean estos democráticos o dictatoriales, a lo largo de toda nuestra historia, sigue ardiente en sus descendientes, hoy, en mayo de 2013, en el instante en que Ud. está leyendo este artículo.

La concepción peruana del tiempo es perfectamente circular y estática. Todo está allí, en esa superficie circular atemporal, ofendiendo en simultáneo a todos. En este preciso instante Pizarro esta capturando al Inca mientras que los almagristas matan al conquistador en palacio. Monárquicos y republicanos se están disputando la independencia y Grau muere en el Huáscar (él, que, excepcionalmente, no odiaba). Leguía golpea a Pardo y muere cruelmente golpeado por Sánchez Cerro. No abordo nada posterior a 1932 porque allí el odio es incontrolable. Con lo dicho basta.

A fuerza de no dejar nada atrás, de no comprender que una vez ocurrida la historia ésta ya no puede ser de otra manera, gran parte de la vida política e intelectual peruana transcurre por estos torrentes ardientes de odio. Este odio ha conspirado – y conspira sin cesar -, contra los valores necesarios para la construcción de una república moderna y desarrollada.

FUENTE: http://www.franciscotudela.com/el-odio-y-el-tiempo/


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