Revista Literatura

El ramo de novio.

Publicado el 13 agosto 2016 por Marga @MdCala

Mal anda por las redes sociales un vídeo que habla sobre el lanzamiento de un ramo de novia, pero yo he querido titular mi opinión en masculino. En realidad, quienes lo han creado, compartido, reído (alguna masoquista también habrá), y visto, tal y como su mentalidad les ha dado a entender, son ellos: los “novios”. Merecen, por tanto, todo el protagonismo. Ese que tan justamente la vida les niega.

Primero observamos a las mujeres recogiendo el problemático ramo de flores. Entonces se subtitula el invento como “me caso porque me caso”, y se ven distintas imágenes de señoras solteras “matándose” literalmente por hacerse con él. Después aparecen en escena los solteros de oro huyendo enajenados del floripondio, o -sencillamente- despejándolo con un buen puñetazo al aire. Lo titulan “evitando una tragedia”…

La idea es clara: en una boda, el hombre es el desgraciado y la mujer la afortunada. Porque hay que recordar que él no tiene capacidad de criterio, ni de decisión, ni de elección (léase como sarcasmo). Él es un simple ser instintivo, que no puede evitar el femenino y connatural deseo de contraer matrimonio… Y ella -cómo no- es una bruja o arpía de serie (una lagartona), cuya única ilusión vital es la de colgarse de un señor, para que este se haga cargo de todas sus necesidades (vuélvase a la ironía)… El machismo más rancio llevado a su máxima expresión.

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Pero lo más divertido de todo no es concluir como si aún viviéramos en la época del Nodo. Ni, por supuesto, el malogrado vídeo. Lo más hilarante del asunto es darse cuenta de quiénes lo han difundido. No os digo ya quién lo habrá creado… La mayoría -y al que se pique, que le aprovechen los ajos- no es precisamente millonaria. Sus afortunadas mujeres no se muestran ociosas y perfectas en el programa “Ricas de Beberly Hills”, ni han visto aumentar su poder adquisitivo (ni ningún otro) tras el enlace. No tienen asistentas que las liberen del trabajo doméstico. Ni ápice de “dolce vita”. Cero lujos. Nada de mejoría palpable tras la renegada firma. Sin embargo ellos, algunos de ellos, sí que deben mucho a sus “parientas” (término despectivo usado por este tipo de hombre). Tanto a las que comparten su vida, y que en su día apostaron por la pareja al punto de romperse la crisma recogiendo unas malditas flores, como a esas otras mujeres que los trajeron a este estúpido mundo, y que aún les lavan los calzoncillos y les dan cobijo y comida (incluso independizados, cuarentones, y/o casados).

De desagradecidos está el mundo lleno. De incapaces, también. De palos y astillas, ni os cuento. Yo solo tengo un deseo al respecto: que ninguna mujer se vuelva a tirar al suelo por un ramo de novio. Que ningún hombre se vuelva a burlar de ella jamás.


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