Revista Diario

El sargento Pepper esta noche no pudo dirigir a su banda de corazones solitarios, preparaba una bienvenida en el cielo. Adiós Juan.

Publicado el 30 junio 2012 por Morochayurbana

Las redes sociales y los medios emitieron, apenas comenzado el viernes, a las 0.10 de la madrugada, la triste noticia. Dijeron: falleció Juan Alberto Badía. Y de ese comunicado se desprende que se llevó en el bolsillo, para su viaje, una clave de sol, esa que repartía para alegrar el corazón. Y la "beatle manía", tan de él, sonó como un susurro de un coro de ángeles cantando: imagine. Pero su historia levanta la mano. Habla por si sola. Imagínense: tantos años de levar anclas de submarino amarillo que la banda del sargento Peper, de corazones solitarios argentinos, se había acostumbrado tanto a su compañía. A la compañía de esa vida de micrófonos. Tanto que hay que hacerle frente, ahora, a esta nueva orfandad que nos sorprende. A este desamparo que deja quien supo seducir a varias generaciones con su eterno amor a la radio, a la t.v y sobre todo a la música. El silencio ya no es el de estamos en el aire; o el de, silencio que se graba. El silencio es de tristeza. ¿Como ensayar una despedida? Se precisa un guiño que nos de la esperanza de un hasta luego. Con sus 64 años se apaga una canción que ojalá en el cielo se vuelva a encender y lleguen los ecos a estos pobres mortales que te lloran. Mientras tanto sabemos que: Maestro te fuiste con la última lección aprendida. Vos mismo lo dijiste con tu Martín Fierro por tu trayectoria, mientras suponías que alguno le iba a preguntar a su propio padre: viejo y ¿este quién es?; mientras vos hablabas. Te fuiste orgulloso sabiendo que habías aprendido a cosechar. Nosotros, mientras tanto, nos quedamos con un poco de tu historia que también era como la nuestra, Tanto tiempo en nuestros hogares frente al micrófono o en la tele, que ya parecíamos viejos conocidos. Nos quedamos con tu ejemplo de lucha. Y sabiendo que en alguna plaza vuelve a sonar una guitarra que puntea un adiós difícil de digerir. En alguna plaza llora una guitarra por la partida de un soñador que nos convenció que él no era el único...


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