Revista Talentos
Dos corcheas atravesadas echaron a mi dueño de la filarmónica. Desde entonces, trabajamos en la calle: él toca el violín mientras yo hago el pino. Los transeúntes dejan en mi boca monedas que recompensan nuestro arte: él cree que es por su música; yo sé que es por mi pirueta.