Casi puedo oler el humo que sale del blog Retiario en su post de hoy, donde critica el tratamiento que dan los medios de comunicación a la historia del gato Óscar, ese minimo supuestamente capaz de anunciar los fallecimientos en un asilo de ancianos de EEUU.
A mi, en cambio, no me molesta leer sobre este gato. Claro que nunca paso por debajo de una escalera, creo en la sincronicidad y en la medicina china y me lo paso bomba escribiendo sobre bocadillos de queso derretido donde se ve la imagen de la Virgen María.
Me atraen esas narrativas porque, aunque en muchas ocasiones sean descabelladas, nos retratan como los seres frágiles que somos, siempre intentando rellenar con algo el misterioso espacio entre causa y efecto.
Recuerdo un capítulo de Doctor en Alaska en el que los protagonistas tienen los sueños cruzados. Esto es, cada uno sueña con lo que, en realidad, corresponde a otra persona. Esto sucede al mismo tiempo que la Aurora Boreal, como si el extraño comportamiento de los campos magnéticos en el cielo interfiriese, también, en los circuitos neuronales de la gente.
¿Y por qué no, metafóricamente al menos? Uno de los protagonistas de la serie -los seguidores ya imaginarán de quién se trata- lo explica así: si compartimos querencias y preocupaciones, si en esencia somos lo mismo, ¿por qué no va a ser posible intercambiar sueños? Como suele decir Deepak Chopra, un científico-gurú que imagino que pone de los nervios a nuestro Retiario, "todavía no se ha encontrado una explicación científica a por qué funciona. Excepto que lo hace".
Quizá algún día sueñe los sueños de Retiario y así, pueda comprenderle mejor. Mientras tanto, y como no tengo ningún felino a mano, voy a hacerme este test de la muerte, a ver cuánto tiempo me queda para aprender.
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