Revista Literatura

El tiempo amarillo

Publicado el 12 septiembre 2012 por Gasolinero

Las fotos viejas, algunas de color sepia, nos entretienen y nos recuerdan la inexorabilidad del tiempo. Nos hacen pensar en la gente que sale retratada, nos evocan anécdotas casi siempre, pocas veces disgustos, o eso creo.

Las fotos viejas, algunas de color sepia, son como un cuadro de Valdés Leal que nos advierten que todo pasará y solo seremos halogenuro de plata fijado en un papel. Las fotos viejas estaban guardadas en casa en una caja metálica y rectangular de Cola-cao, gris, que tenía en el culo grabado un dibujo de una madre con dos hijos que pugnaban por alcanzar la bandeja en la que llevaba la mamá una jarra del recuelo. A color. Nosotros entonces, y las fotos de dentro, éramos en blanco y negro y ni tan altos ni tan guapos como los chiquillos de la foto. Ni tampoco nuestras madres se parecían a la de la ilustración.El tiempo amarillo

Invento historias y plasmo recuerdos para amortiguar los golpes, para que sean más leves. Invento historias porque no sé hacer otra cosa. Porque los manotazos en la boca duelen menos y el amargor se diluye mientras las pienso. Invento historias pequeñas como mi vida y sin moraleja, ¿quién es uno para decirle nada a nadie? Invento historias, a veces como clavos ardiendo.

La caja de cacao tenía un ruido confortable y tranquilizador, las fotografías en blanco y negro estaban amontonadas, sin orden, algunas tenían el borde troquelado con semicírculos, otras el sello del fotógrafo, otras, esquelas manuscritas, con pluma: «Aquí tenéis a Catoñete con su señora guitarra, para tocarle a su hermano Santiaguete». Jugábamos a ver fotos de tiempos inalcanzables, de futuros pasados hace décadas, de esperanzas, anhelos y nuevas vidas.

Relojes de bolsillo, chalecos, sombreros de fieltro, sonrisas desdentadas, moños, misales de nácar, rosarios, velos, boinas, el primer auto, blusas de faena, gafas de pasta, la galera con mies, mostachos, afanes, gorras de plato, novias de paseo, Barajas, tupés, faldas, calcetines blancos, el primer tractor, flores en el pelo, meriendas en Ruidera, vendimias con moscas, caballos de cartón, carnavales, bautizos, arreglos de boda, pantalones de pana, miradas descompuestas, barbas de una semana, herrando a la mula, yendo a la feria, paseando por Madrid con la mano en el bolsillo para que no te quiten la cartera, novios que morirán, primos que morirán, abuelos que morirán, padres que morirán…

Y los recordatorios. También en la lata. Las esquelas enmarcadas en negro, avisando de muertes y más muertes, rogando una oración por el  eterno descanso de alma del finado. En la póliza de Santa Lucía se especifica el número de recordatorios, la calidad y la tipografía. No obstante, la compañía manda un agente para repasar con los deudos las clausulas, con el muerto aún caliente y pasando el dedo en una tableta de la casa Apple.

El tiempo es inmortal, los hombres, las mujeres, todos, caemos derribados, como poco, por la edad. Alguien, alguna vez, nos repasará entre montones de fotos, algunas amarillas.

«Algún día / se pondrá el tiempo amarillo / sobre mi fotografía», Miguel Hernández.


Volver a la Portada de Logo Paperblog

Dossiers Paperblog

Revistas