EL TREN
Hay un pasajero en el tren que se ha quedado dormido,
silencioso compañero de viaje, que dormita mientras el tren nos
trasporta hacia otro lugar. Al lugar elegido.
Yo observo el paisaje por la ventanilla, todo parece nuevo,
inmaculado y veloz para mis ojos, apenas puedo retenerlo. Cuando
miro a través de la diminuta ventana, no veo… sólo son ráfagas de
paisaje que apenas se muestran, poco pueden apreciar mis pupilas.
El tren me da una imagen equivocada de las cosas. La vida no
es así, son inventos del viajero, mentiras que su mente dibuja,
ensoñaciones vaporosas de cuentos inacabados, de vidas hechas de
retazos de espuma, de prisas sin sentido, de huellas en la memoria,
de besos rotos y traicioneros.
El pensamiento viaja rápido, voy de una cosa a otra, de la
tristeza a la alegría, de la noche al día, de la verdad a la mentira, de
la muerte a la vida.
¡Ay! Cruel letanía del paisaje que el viaje no acalla.
Emerge la vida en el reverdecer de las aulagas, en la brizna
fresca, en la tierra labrada, en los cascotes de una vasija vieja, en
una pintada que los amantes han hecho en la estación abandonada.
Entretanto yo sigo en silencio. Silencio hecho de tormentas, soy
trotamundo equivocado en la estación del tiempo. Sendero
estrecho, camino pisoteado y…amante abandonado. ¡Cómo duele recordarlo!
He visto a unos enamorados de la mano, los he mirado furtivo.
¿Quién, dime quién, se llevo tu amor y el mío? ¡Dímelo! ¡Qué alguien me lo diga!
Viajo tratando de olvidar lo vivido, pero en cada imagen nace,
reverdece, renace del pasado, el eco de una vida de luz y verdad,
de entrega, con aureolas de amor y luz encendida en las travesías
profundas, donde los peces nacarados brillaban, corrían y se
ausentaban, tímidos, como impresionados crepúsculos hechos de
deseos y miedos. Así fue lo vivido.
El tambor ronco de la esperanza golpea mis sienes, mi pobre
alma mordida, de dolor se estremece.
El paisaje florece, miro una gran alameda de orgullosos y
elevados chopos hacia la luz. Ellos, en su reino sagrado, ofrecen la
sinfonía perfecta, el rumor de sus hojas con las suaves caricias de la brisa.
Voy absorto en el paisaje…No quiero perderme nada de este
éxodo…Algún rayo de luz iluminará mi camino. La más humilde
hierba me mostrará su misterio.
Mi compañero de viaje se despereza muy serio, me observa,
parece extrañado de que yo no haya dormido. “Hay que descansar amigo”
me dice muy serio. Se lo agradezco con gesto tímido.
Se baja en la próxima estación, yo… Sigo mi camino.