Revista Talentos
El Rey aplaudía las canciones del trovador. Las cuerdas del laúd y la melódica voz retumbaban en el castillo formando una armonía deliciosa. Pero había otra música silenciosa que nadie observó. El trovador era un ladrón de corazones. Su música se estaba llevando algo más que aplausos. Suspiraba la reina.