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"En Grand Central Station me senté y lloré" de Elisabeth Smart (1945)

Publicado el 07 mayo 2013 por Tomas
Saludos a todos. Tras una temporada centrados casi exclusivamente en lecturas de fantasía y terror, hoy en KindleGarten daremos uno de esos giros que demuestran nuestra absoluta falta de criterio. La obra que traemos hoy es una pequeña joya de la literatura romántica moderna. Con el espíritu elevado por una racha de varios días primaverales nos la leímos en el parque, de dos tirones, mientras Zero atendía su ajetreada vida social. Pese a ser una tarea para la que obviamente no estamos ni de lejos capacitados, vamos a atrevernos a reseñarla. Esperemos no romper nada.
Título: "En Grand Central Station me senté y lloré" (By Grand Central Station I Sat Down and Wept)
Autora: La canadiense Elisabeth Smart (1913-1986), novelista, poetisa y protagonista de una vida de novela. 
Lo leemos...: En electrónico, en nuestro Kindle.
Sinopsis: ¿Qué fuerza puede alcanzar el amor? ¿Cúanta alegría puede producir? ¿Cuánto sufrimiento? ¿Qué sacrificios nos exige? ¿Merecen la pena el dolor, el desengaño, el abandono, el rechazo? Una mujer joven se obsesionará con un hombre casado al que ni siquiera conoce. Su relación apasionada y tempestuosa los enfrentará a sus propios sentimientos y a la puritana y biempensante sociedad de su época.
¿Cómo se puede definir?: Con mucha dificultad, pues no es una novela al uso y no encaja dentro de ningún género concreto. La definiremos, con un elevado margen de error, como una recopilación de reflexiones y pensamientos de la autora, ordenada de forma autobiográfica, con el hilo argumental mínimo imprescindible para considerarla una novela, y con una enorme carga poéticalírica
¿Qué podemos destacar de ella?: Sobre todo, la hermosura, la belleza, la expresividad infinita de la prosa poética de la autora. La capacidad evocadora que imprime al texto. Estamos ante un largo soliloquio, un monólogo constante en primera persona, donde Smart va desgranando sus sentimientos y sus emociones. Por debajo subyace una historia, pero como dijimos ésta es mínima, apenas esbozada; divide la acción en diez partes que son diez retratos de diferentes momentos de su vida, ordenados cronológicamente para conferirle carácter autobiográfico, pero en los que importa realmente son los sentimientos que experimentó y apenas trascienden los hechos narrados.
Hilando los diez "retratos", podemos establecer la siguiente historia:
La autora y su amado han ido juntos a California, allí mantienen su romance y él no le oculta sus relaciones con un joven. Durante su viaje de regreso, son detenidos en el estado de Arizona, por delito de adulterio. Son separados y ella sufre por el encierro y la ausencia de su amado. Ella regresa con su familia a Canadá, mientras que a él le prohiben la entrada a dicho país. Su relación es sujeta a juicio y entredicho social. La autora sufre por la separación, mientras descubre que está embarazada de su amado. Él está con su mujer legítima; la autora describe su padecimiento, sus celos por "la otra mujer", el desgarrador sentimiento de abandono y el rechazo social de su entorno. Finalmente, reflexiona en la Grand Central Station de Nueva York.
Durante toda la obra no se citan nombres, ni fechas. Sólo "yo", "él", "ella". Lo realmente importante son los sentimientos, las emociones. Smart nos sobrecoge con su capacidad para transmitir sus pensamientos, y por la fuerza y la expresividad de su prosa. Pensamos que la idea principal que quiere dar es que el amor la hace sentir libre y poderosa, que ella encuentra su razón de ser como mujer a través del amor, y que asume con abnegación el rechazo y la incomprensión de la sociedad que la rodea, pues está por encima de la misma. Estamos en los años cuarenta, en la conservadora sociedad estadounidense y la aún más mojigata sociedad canadiense; la autora pertenece a una familia acomodada y  bien relacionada socialmente, y con su actitud rompe con todo lo que se espera de ella.
Será una constante a lo largo de la obra la muestra de repulsa y desprecio de la autora por la sociedad que le tocó vivir: fría, gris, desapasionada, moralista, timorata, una cárcel para ella (la escena de la detención y el interrogatorio es quizás la más significativa). Veamos dos ejemplos:
"¿Amor? Qué disparate" decía mi madre. "Lo que cuenta es la lealtad y la decencia y el saber comportarse".

"Somos padres de familia, dijeron. Todo eso del amor, no somos partidarios".
Frente a la sociedad sitúa Smart a la Naturaleza. La cura, la consuela, la comprende y es benévola con ella. Podemos decir que la autora se siente más cercana a la naturaleza y más identificada con ella que con la sociedad humana.
Todo el torrente lírico de Miss Smart está plagado de referencias cultas a Shakespeare, John Milton, Rilke o el Cantar de los Cantares. Precisamente a este último libro nos recordó en muchos momentos, por estilo y por la forma de describir a su amado.
Hacía tiempo que no encontrábamos un libro cuya lectura nos transportase hacia delante en el texto, como si nos meciese, de una forma tan deliciosa. La eufonía y la musicalidad son perfectas, totales, ayudadas por recursos como la (tan denostada) aliteración ("Canta canario, en la tormenta, exhibe tu orgullo amarillo" o "No hay problemas, no hay pesares, no hay errores: se unen a la apremiante canción que el mundo canta") y la prosopopeya ("el sol se inmiscuye entre nosotros y nos apremia a que hallemos una solución" o "Y entonces obligo a mi vanidad a ponerse de pie").

El lenguaje es escogido, rico y preciso. Debemos destacar, sin duda alguna, el trabajo de la traductora Laura Freixas, pues entendemos que tuvo ante sí una labor titánica y que su trabajo fue clave para adaptar el texto original a la prosodia hispana. El texto de Smart en castellano nos ha traído reminiscencias del bíblico El cantar de los cantares, del García Lorca de "Poeta en Nueva York", del Miguel Hernández más romántico en "El rayo que no cesa" o de la argentina Alfonsina Storni, pero curiosamente también de su compatriota (posterior en el tiempo y seguramente influído por ella) Leonard Cohen en su lírico "El juego favorito".

Es imposible no empatizar con la autora. por la precisión y la valentía con la que expone sus sentimientos, que disfrutamos y padecemos con ella: la pasión, el alborozo, la lujuria, la ansiedad física mientras espera el contacto físico de su amado, el dolor de la separación y el abandono, los celos y el odio (y a la vez la conmiseración) por "la otra mujer"...
¿Hemos subrayado algún párrafo?: Sí, si en algo abunda esta obra es en párrafos subrayables. Veremos algunos ejemplos de la fuerza expresiva de la autora:
"En mi cama me invade la selva; me veo infestada por una horda de deseos: una paloma me picotea el corazón, un gato hurga en la cueva de mi sexo y en mi cabeza ladra una jauría, bajo el látigo de un cazador que ordena a gritos destrucción y estragos, mientras las horas acumulan torturas para poner mi resistencia a prueba. Y si gritase, ¿quién me oiría, entre los coros de ángeles?"

"Negar el amor, y engañarlo mezquinamente asegurando que lo no consumado será eterno, o que el amor sublimado se eleva hasta lo celestial, es repulsivo, como repulsivo es el rostro del hipócrita si se coloca al lado de la verdad. Si estuviera más lejos del centro del mundo, de todos los mundos, me dejaría embaucar mejor, pero ¿acaso puedo ver la luz de una cerilla mientras estoy ardiendo en los brazos del sol?"

"Cómo podría poner el amor a la altura de mis esperanzas, si mis esperanzas son suicidas, desquiciadas, mientras que el asunto es sencillísimo, es obvio: es ella quien le preocupa: son sus lágrimas, no las mías, las que siente resbalar sobre su pecho cada noche; y es, en definitiva, la piedad y no el amor, lo de que principio a fin llena sus veinticuatro horas. "
¿Más datos de interés?: Sí. Si bien fue publicada originalmente en 1945, no fue hasta su reedición el 1966 que tuvo éxito masivo y se convirtió en obra de culto. Parte de la culpa la tuvo la familia de la autora, que logró prohibir su primera publicación en Canadá.
La obra narra parte de la tormentosa relación de amor que mantuvo la autora con el poeta inglés George Barker. Totalmente obsesionada, se enamoró de él sin tan sólo conocerlo. Mantuvieron su idilio durante largos años y tuvieron varios hijos en común. Durante todo ese tiempo, el poeta no abandonó a su legítima esposa. Su obsesión mutua les llevó a excesos con la bebida, agresiones físicas, períodos de separación...  mientras, tanto ella como él mantuvieron relaciones con hombres y mujeres por igual, teniendo Barker quince hijos de diferentes madres. Como ya dijimos, toda una novela. La entrada de la Wikipedia ofrece más datos.
Por otra parte, el libro incluye un anexo a la traducción que ayuda a comprender las numerosas y complicadas referencias que la autora emplea en la obra.
En resumen, es una obra a la que no podemos hacer justicia con nuestra torpe reseña de juntaletras aficionados. En cualquier caso, es una pequeña joya que ya tiene un sitio en nuestro imaginario y la recomendamos fervorosamente. Nos leemos!

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