Revista Diario

Encontrar tiempo para escribir

Publicado el 11 enero 2016 por Isi Lpp
Estos días estoy viviendo en modo clausura, saliendo lo justo de casa (biblioteca, ir a hacer la compra...) ya que el examen de mis oposiciones se acerca peligrosamente. El próximo 6 de febrero me juego demasiado, el trabajo de tantas y tantas horas de estudio. Como es normal, voy a poder traer poco material interesante por aquí, se me van los días en los repasos. A este ritmo me van a tener que convalidar Youtube, lo estoy gastando cosa mala a base de grandes dosis de música diaria.
En fin, no os quiero aburrir con lo que hago o dejo de hacer mientras estudio, más o menos supongo que os haréis una idea de lo que me juego estos días. Lo comento porque es posible que durante lo que queda de enero y la primera semana de febrero venga por aquí con entradas algo diferentes a lo habitual. No puedo hablar de progresos ni de proyectos o cualquier otro tema por el estilo si en realidad no estoy avanzando nada porque estoy centrada en el examen. He llegado a plantearme lo de hacer una pausa en el blog, pero esto también me sirve para desahogarme con la entrada semanal, así que intentaré actualizar con lo más interesante que se me ocurra y vea.
A raíz de darle vueltas al tema de esta semana, mientras por otro lado el calendario de sobremesa me chilla que me ponga las pilas, me vino a la mente unos cuantos que he ido desarrollando gracias al reto 250 (no lo he dejado, lo uso de momento para apuntar ideas y cosas que se me ocurren, sin demasiadas pretensiones). Lo malo es que los temas que probé no me terminaban de convencer y los he desechado, por lo que cuando se me ocurrió la idea del tiempo para escribir no dudé en abrazarla: por fin algo más sólido, algo  que sí merece la pena desarrollar.
Hablemos, pues, de encontrar tiempo para escribir. De ese ratito diario entre letras.
Cada persona y sus circunstancias es un mundo, así que lo que diga sobre el tiempo no es algo en lo que pueda sentar cátedra ni mucho menos. Lo que voy a comentar en este post es cómo consigo yo encontrar ese hueco, cómo he conseguido integrar las letras en mi vida de tal forma que se me hace muy raro ya pasar un día sin escribir aunque sea una frase en un cuaderno o una idea de forma breve en el móvil (cuando no hay más remedio, lo que haya más a mano vale).
Para explicar esto debo enrollarme un poquito más y explicar mis circunstancias de forma breve: empecé a escribir de forma más o menos continua con catorce años, hice bachillerato en la modalidad de ciencias de la salud y estudié enfermería porque la vocación es la vocación, por más que me guste la literatura. Y eso es bueno, a día de hoy estoy orgullosa de ser lo que soy y adoro mi profesión. Me sueltan en un hospital con un contrato de verano (los únicos que he firmado hasta ahora) y me siento como en casa, cómoda y feliz. A cambio, tengo los horarios que tengo, con lo que eso de tener una rutina fija de escritura se complica. Y si a la ecuación le añadimos el ingrediente opositor se reduce aún más el tiempo.
Aún así encuentro tiempo. Me ha costado y he tenido días de no escribir ni una coma, como todo el mundo, pero como es algo que me apasiona y siempre tengo algo que apuntar, aunque sean cosas para los blogs (este y mis Cerezas), no he pasado tampoco demasiadas rachas en blanco.
Encontrar tiempo cuando trabajo. Cuando más me cuesta encontrar ese momento de escritura es cuando estoy trabajando. Es algo que ya sabía desde la universidad, va con el contrato de la mano: los horarios son los que son y tocará amoldar tu vida a ellos. En mi corta vida laboral he pasado por horarios de mañana en exclusiva en consultas, turnos simples en plantas (mañana, tarde o noche) y turnos dobles en plantas (mañana-tarde o tarde-noche). Ahora organízate con eso, cambiando según el día, si no viene luego el supervisor a cambiártelos de pronto (lo más normal del mundo si te toca currar en verano cubriendo huecos). Puede ser un poco caótico. Ah, y un secreto de los controles de enfermería: el día que te llevas algo por si acaso la cosa está tranquila (apuntes, costura, crucigramas, una novela...) se te complicará todo de tal forma que te darán las cinco de la mañana y no sabrá dónde se han ido las catorce horas de trabajo que llevas ya porque no has parado (verídico). Ahí es cuando el transporte público, los ratos libres que dejan los turnos tranquilos (existen, de verdad) y los días libres se convierten en oro y, además de disfrutar de familia y amigos, hago cundir las horas de escritura. Esos diez minutos del café o la media hora en el bus son mis mejores armas para desarrollar ideas.
El factor opositor. Vamos a dejar de lado eso de los horarios y turnos por un momento y vayamos a la otra pieza de la ecuación con la que más restrinjo mi tiempo, mis lecturas y condiciona hasta mis descansos cuando trabajo: las oposiciones. Preparar este tipo de examen viene a ser una locura que muy amablemente, como haciéndote un favor, te recomiendan tus familiares, conocidos y amigos cuando no te están echando por la frontera más cercana. Durante el tiempo que tardas en conseguir la plaza que sea, y si no te suspenden la convocatoria por medio ni tienes que repetir demasiadas veces el examen, te va a cambiar la vida por completo. Empiezas a valorar cada minuto como si fuese oro, desarrollarás un látigo interno bastante poderoso, tus estados anímicos bailarán a lo largo del día de un lado del espectro al otro y los de tu alrededor, salvo que la empatía la cultiven a kilos, no van a terminar de entender tanto cambio ni tanta presión en muchas ocasiones. Encontrar ahí un hueco para escribir es ya cuestión de organización, buscar un momento del día en que me venga bien con el horario que sigo de estudio. De momento, el mediodía es el que mejor me está funcionando para esto. Lo complemento con las notas que tomo mientras estudio, que siempre algo se me ocurre, y ya lo desarrollo en ese hueco después de comer. La organización y los horarios son la clave en este caso.
NaNoWriMo. Tengo que hacer un apunte aparte sobre el NaNo, ya que soy participante habitual y este año he conseguido ganar el reto aún a pesar de estar estudiando a la vez. Tenía muy claro que este año había un texto que desarrollar, lo tenía en mente desde hacía meses y o lo dejaba salir o me comía por dentro, no tenía más opciones. Sabiendo esto, y jugando con los calendarios y horarios de estudios, tocó planificar al dedillo el trabajo. El mediodía era el momento de pasar un par de horas frente a la pantalla en vez de treinta minutos. Los sábados quedaba por la mañana con los compañeros valencianos del reto mientras dedicaba la tarde a avanzar lo que me había dejado pendiente para estudiar. Tuve que ser muy estricta en el uso del tiempo, pero luego ves la recompensa cuando ganas el reto y los simulacros salen adelante.
Por lo tanto, y a modo de conclusión de esta biblia, encontrar tiempo para escribir es algo muy personal, sí, pero es cuestión de echar un ojo a tu vida y ver de dónde puedes arañar unos minutos para sentarte  y dejarte llevar por las letras. Puede que incluso no puedas a diario, sino un día a la semana o cada cierto tiempo, y tampoco estará mal eso ni  eres menos escritor por ello. Esto es algo placentero, algo que haces porque quieres, por contar lo que llevas dentro, así que en esos momentos de pereza sin nada mejor que hacer es cuando puedes sacar el bolígrafo del bolsillo y un trozo de papel.
Disfruta, que eso también es importante y el consejo más olvidado. En realidad es lo que dice en este artículo de Excentrya: "Lo mejor que puedes hacer para encontrar tiempo para escribir es querer escribir". Apura esos minutos de ratos muertos que pasas en el día y úsalos para avanzar por poco que sea. Y si eres de los obsesos de los horarios y la organización como una que yo me sé aprovecha para reservarte unos minutos de tu día a día, cuando mejor te vengan, para la escritura. La aplicación Writeometer puede ser interesante para ello.
Y con esto dejo ya la verborrea de esta semana. ¿Cómo os organizáis vosotros? ¿Os es fácil encontrar tiempo para escribir o todo lo contrario?

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