Revista Diario

Entonces recordé a Flaubert

Publicado el 17 junio 2015 por Cronomelian
Portada del proyecto

Portada del proyecto “El Caso Nolberto.”

Por Carlos Melian Moreno

ZZZZ nunca puedo leer las cosas que me envías inmediatamente, abro el correo, lo copio y cierro inmediatamente para economizar, -es caro el servicio- y lo leo luego en la casa. Tus observaciones, tus sombrerazos me han servido, no tienes que disculparte. Es cierto todo lo que dices, uno se da cuenta de cuan complicado es, uno comienza a entrever los límites, las fronteras. Escribir con la pinga es fácil, con el pecho es otro el lío. Entonces heme aquí, creía que el cine era un arte que requería de un esfuerzo mayor, de altura, que era un arco bastante hermoso cuyo privilegio hay que merecer, sin embargo no solo es el cine como no solo son los manuales y esa especie de caligrafía aceptada que son las reglas dramatúrgicas, no son ellas ni el hecho de ser pobre y de provincia quien define si estás metido en una pelea grande o pequeña, o si estas, vamos a plantearlo con todas sus letras metido en una verdadera pelea. Escribir este guión me ha puesto en un ring real, nunca me he sentido tan solo, tan a expensas de mis propias fuerzas, justo cuando sé que no tendré un pretexto real para abandonarla. Aun subidos en la cresta de la ola se va deslindando quien es quien. Aun subidos sobre la cresta, deslizándonos por una delgada tabla de surf, hay apuestas aun superiores, que no se ven, que no están definidas, digamos que la cresta termina en Aristoteles, Comparato, Field. A partir de ahí comienza otra dimensión, otra ola, otra playa, desconocida aun para mí. Con este guión ya he remontado la cresta, ya estoy de pié sobre la tabla, y tu precisamente, quizá porque me conoces, o porque te conoces, me estas diciendo que hay otra ola, que me fije bien. Y es por lo que justo ahora estoy aspirando: la otra ola. Pues me resulta difícil verla porque quizá uno no la ve, uno creo que solo la siente. Que tal si se trata de una búsqueda. Que tal si mi personaje es una búsqueda y no una certeza. Que tal si es ahí donde terminan los Aristoteles, Field y Comparato, y se apagan las luces y solo quedas tú contra ti mismo. Evidentemente desde mi primer cortometraje siempre los hechos sociales me han dejado insatisfecho, que hay detrás de un hombre corrupto, no son los hechos sociales los que determinan, hay algo anterior a ellos, que tampoco es Dios. Muy pocos políticos lo comprenden. ¿Qué determina que un hombre mate? ¿Los hechos sociales? No lo creo, hay algo anterior, hay una angustia, una predisposición a la angustia, hay algo erróneamente canalizado, o estimulado por la educación social digamos, que no tiene que ver con lógicas externas. Otra cosa es la que jala el gatillo. Y esa otra cosa, está en la otra ola. Los libros te enseñan a escribir con la pinga, la vida con el pecho. No sé si seré capaz, de atrapar ese espectro qué hay allí, sin embargo afinar el oído en esa dirección purifica. Le dije a un socio que estaba pensando dejar esto, colgar la toalla y meterme al periodismo -algo que en verdad apesta no tanto por la profesión sino por la decisión- y él me dijo que no me sintiera mal que en verdad ¡¡¡¡yo nunca había sido tan bueno!!!!, hijo de puta, como si se tratara de ser bueno o malo. Entonces sentí lo de siempre, me sentí yo mismo, ¿sabes?, esa ha sido mi historia: un prurito de vindicación. Creo que uno se revela contra esas cosas que constantemente intentan situarlo, que le dicen “donde le toca estar”. De ahí, de esa zona de angustia, se sabe que saca el escritor su material aun cuando no lo haga, como yo, por una pulsión de vindicación. Entonces dormí como un bebé (hace como 15 días que me despierto a la 2 de la mañana sin poder pegar ojo). Y amanecí como siempre, con ganas de pinchar, con un pistón indiferente, de acero, inoxidable, entre el pecho y el pecho. Entonces recordé los fracasos de Flaubert, y esa escena suya tan buena, la del carruaje que pasea por Paris, dentro va Madame Bobary templando con su amante, Flaubert no describe lo que sucede dentro, solo describe el recorrido del coche, los barrios por donde pasa, dedica miles de palabras, cuartillas enteras a eso, -puro guión cinematográfico- la escena comienza a extrañar y a generar sentido y a crecer y crecer y crecer, la escena supera la hoja, y al pobre Flaubert lleno de dudas sobre sí mismo, y cruza océanos, cruza el tiempo y llega a este teclado y yo describiéndotela. Una idea arriesgada que solo podría venir de un hombre que dudaba de su propia forma, que no sabía cómo escribir porque quizá no se sabe nunca cómo escribir, quizá hay una raza de escritores que no saben exactamente de qué escriben, comienzan creyendo que lo saben quizá, pero llega el momento en que el propio personaje se lanza su propio anzuelo. Solo el hecho de salvar frases hechas, revela un deseo mineral, digamos, de búsqueda, un deseo de soledad. Todas las novelas de Flaubert son asimétricas, tormentosas, uno puede imaginar el ceño fruncido del escritor que evita entrar por la puerta del vulgo y busca un agujero en la pared, o saltarla. Esa pulsión natural, del propio escritor es la que lleva a un hombre a matar. El escritor exigente y ambicioso quiere armar su propia épica, se detesta a sí mismo, al hombre vulgar que es. Mira que hablo mierda. Bueno ZZZZ espero que no te hartes de mí. Esta forma de escribirte retorna a mí, tú me las devuelves, es precisamente lo que quiero. El teléfono de mi casa es ZZZZ, pero no creo que sirva de mucho hablar por teléfono, no es cómodo para mí hablar a larga distancia y menos entre países. Ya estoy mejor, ya tengo el tono, me has reseteado, lo pierdo, lo pierdo, ah que fula.


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