Como cantaba Sabina, "de tener que jugarme la boca, yo también sé besar".
Y es que no solamente me gusta mojarme con la lluvia: salto dentro los charcos.
Este desequilibrio de saetas que giran y se adelantan me impide conciliar el sueño.
Las que resbalan las dejo ir, escurridizas y raudas, al encuentro de otras, libres, despojadas de la masa de gotas que se niega a aceptar ese fluir del agua cuajándose en redondo en el muro de las lamentaciones de esta cristalera con marcos.
Entre la indolencia y esa locura de mareas que arrastran el corazón y la razón navega mi mente, en la que mi tarjeta bancaria emocional presenta números rojos.
Sigo flotando entre mi nube la de la izquierda que ya desde niña elegí y me sigue haciendo un guiño cada mañana, - confieso que hubo temporadas en que los nubarrones me la secuestraron y fui dando tumbos- y las hojas que se abrazan al tronco de mi árbol para oír cómo el viento, mi cómplice y aliado, me susurra que siga meciendo imposibles.
Os vuelvo a dejar un tema de Serrat, con Noah.
Causalidad/ y/o/Casualidad...
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