Me gusta traspasar sus anchos, altos y vetustos muros.
Hacerlo es como viajar a un pasado, aún tan presente.
Una vez se cierra a tu espalda la pesada y preciosa puerta, entras en un mundo nuevo y antiguo, rebosante de vida entre el silencio.
Me gusta respirar la nueva atmósfera de recogimiento, serenidad y quietud que lo invade todo.
Escuchar tus propios pasos, dialogar con las sombras, descubrir desconocidos colores.
Me gusta sentirme en esa isla de seguridad situada dentro de la alocada ínsula de ruidos y gentes.
Abrazos y risas, afecto y respeto, amistad y cariño, sentimientos perpetuos.
Me gusta ir a verlas, me gusta su apego
a lo realmente importante y no a sus egos.
Ayer, entre muros, revolví mis adentros
volviendo a saber que estoy en lo cierto:
pues no hay muros tan altos, ni cielos tan lejos
que aquellos que alzamos por temores y miedos.