Revista Literatura

Época de balances

Publicado el 30 diciembre 2010 por House

La última quincena del año, quizás el último mes, nos convierte a todos en un poco más fariseos de lo que lo somos habitualmente. Ya saben ustedes que las fiestas navideñas son fiestas hipócritas por antonomasia, en las cuales resulta obligatorio listar los buenos deseos propios y ajenos, y, como no puede ser de otra manera, descalabrar para los siguientes cien días nuestra ya de por sí débil economía doméstica. Lo dice el asturiano: «Regala Navidad». Pero independientemente de eso lo cierto es que se trata de una época de hipocresía sublime, que destila todo hijo de vecino con la mejor de sus sonrisas fingiendo lo que no siente, ni cree, ni le parece. Pero nos lo meten hasta en la sopa: «Regala Navidad». Es lo que toca, independientemente de lo que nos dicte nuestra conciencia, si es que aún nos queda algo de conocimiento.Pero también es época de balances políticos, económicos, culturales y sociales. Éste que se va es un año «convulso». No es ético insistir en la que está cayendo. Todos lo sabemos, y resulta papel mojado andarse con dimes y diretes. Como dijo el Rey en su discurso de Nochebuena, lo que hay que hacer es ponerse a trabajar ya.Sobran los virreinatos de individualismo egocéntrico, inmaduro y maloliente. Pero a pesar de ello, a finales del pasado mes de septiembre se llamó a la sublevación general con la sana intención de que se mejorase la situación. Nadie nunca dijo qué situación iba a mejorar, si la de nuestro país o la de los cuatro indeseables que ese día se aprovecharon de la mayoría de los españoles. ¿De qué sirvió aquel paro? Qué alguien me lo explique. Yo sigo sin entenderlo. Y no soy el único. A otros muchos les pasa lo mismo. Desde hace ya bastantes semanas, el Presidente Zapatero simula a San Juan Bautista. Muchos piden su cabeza en una bandeja de plata. Cierto es que torpezas y errores se dieron en demasía, pero también es verdad que la situación socio-económica a nivel internacional es para descompensar y desorientar a cualquiera. No disculpo ninguna decisión errónea, pero antes de ajusticiar a nadie es altamente recomendable comprobar su situación y la de su entorno más inmediato. No resultará una gestión tan burda cuando en este mismo ciclo natural, nuestro país consiguió encabezar la lista de países de la Unión Europea con más kilómetros de Alta Velocidad. Al menos, algo se hizo bien, ¿sí o sí?En medio de este paisaje tan bucólico, algún señoritingo que otro sin escrúpulos y sin decencia dejó en tierra a miles de pasajeros porque todo se fue al garete. Y él, impasible, seguía amasando y engordando. ¡Qué cara dura tiene el madrileño! Por fin se le dio la patada.Ostentamos la Presidencia Europea no sin cierta bufonada allende nuestras fronteras. Pero nuestro Embajador por antonomasia, discreto y sereno tal y cómo establecen las reglas del juego, se encargó de poner orden y concierto. Volvimos a ser respetados. Grecia e Irlanda pidieron un S.O.S. Y Europa les tiró los salvavidas correspondientes. Muy caros saldrán los flotadores. Pero no queda otra. Es lo que tiene pertenecer a entes de esta categoría. Esta desgracia sirvió como excusa para que una parte de los infaustos sabios de nuestro sanedrín «made in Montesquieu» profetizaran de Oriente a Occidente que la siguiente nación que pediría socorro sería España. Errantes y despistados andan los descuidados profetas que no aciertan siquiera en su propia casa. ¿Cómo tienen tan poco estilo de criticar lo ajeno, tal y cómo ellos tienen su cortijo? Pulan, limpien y deshollinen primero sus ranchos: unos plagados de sidra y fabes; otros, de paellas; y otros de churros y callos. Trabajo tienen estos señoritingo de tres al cuarto que andan como desorientados, perdidos, sin brújula ni timón. Este 2010 se va con una demostración más que evidente de que Kyoto existe, y hay que ser conscientes de que el cambio climático está ahí y afecta a todo, queramos o no admitirlo. Para muestra, un botón: las inundaciones, las nevadas, las borrascas y las olas de calor que azotaron a la Humanidad en estos últimos trescientos sesenta y cinco días. Citarlas a todas sería un calvario. Pero las hubo.Las yenas se calmaron ligeramente. Pero es necesario que demuestren que de verdad sus fauces y sus garras tienen sed de paz, de convivencia, de tolerancia, de respeto, de libertad. Urge una demostración certera de que esto es cierto y no un espejismo trasparente. Este año hubo una serie de personalidades que nos dejaron huérfanos. Nadie se olvidará de nombres como los de Oswaldo Morales, Guillermo Luca de Tena, Jean-Paul Proust, Jordi Estadella, Julio San Emeterio, Luigi Poggi, Antonio Ozores, Hank Hones, Artemio Iglesias, Sigmar Polke, Roberto Rosato, José María Díez-Alegría, Félix Pons, Luis Corvalán, Bruno Cremer, Carlos Hugo de Borbón Parma, Luis Fernández-Vega Diego, Joaquín Soler Serrano, Anibal Arias, Bernard Clavel, Manuel Alexandre, Tom Brosley, José Antonio Labordeta, Marcelino Camacho, Kari Tapio, Carlos Andrés Pérez o Luis Mariñas. Pero se fueron muchos más. Dejaron una huella imborrable. Todo ser humano es insustituible o irrepetible. El mundo de la literatura está de enhorabuena. Los nombres de Mario Vargas Llosa y Ana María Matute pasaron a los anales de la Historia por méritos propios. Aunque también es verdad, tal y cómo dije hace unas semanas en este mismo medio, Ana María Matute todavía está esperando sendas llamadas de teléfono procedentes de dos ciudades: La Vetusta de Clarin y Oslo. Su dilatada trayectoria literaria necesita inexorablemente que en estas urbes se le rindan los tributos que se merece y que aún no han llegado. Una recomendación: que esas llamadas de teléfono se produzcan en el 2011. Sería justo y necesario. Sin salir del mundo de la literatura, es deber y obligación hacer un hueco para «los invisibles». Caminan despacio, pero a buen ritmo y sin desanimarse. Complicada es la situación y álgido el momento, pero lo importante es seguir en el camino, no abandonar, ni flaquear. El camino es duro, pero la constancia y el tesón son los mejores compañeros de camino. Toda regeneración es sabia y fructífera. Se trata aires nuevos que renuevan el ambiente, convirtiéndolo en acogedor, placentero, y sano. Una catarsis nunca es señal de hecatombe, ni mucho menos de desgracia, ni destrucción. Las renovaciones son saludables. Qué nadie se lleve a engaño. Las instituciones perduran a lo largo de los siglos. Son las personas las que desaparecen. Se trata sencillamente del bucle de la vida: unos van y otros vienen. En cualquiera de las dos direcciones es recomendable caminar con escaso equipaje, principalmente el de la humidad y sencillez. Sobran el narcisismo y el fundamentalismo egocéntrico y casposo que tanto cunde últimamente por las redes sociales. ¡Basta ya de hipócritas disfrazados de filántropos! Esta caterva de ratas de alcantarilla destilan un hedor nauseabundo a beatones rancios y malolientes, cuyo final atisbo muy próximo. Más de uno tendría que recordar las palabras de Manuel Alonso en Oviedo a finales del año 2007, y grabárselas a fuego en su cerebro. Mejor le iría. Este 2010 también fue año de luces en lo que al deporte se refiere. Nuestra Selección Nacional de Futbol dio una soberana lección al mundo entero. Una lección de humildad, de sencillez, de honestidad, de trabajo en equipo, y de otras muchas cosas. Aquí y ahora ciertos tipos barriobajeros deberían tomar buena nota, y aplicarla a su vida diaria. Podría ser éste, perfectamente, un resumen de la radiografía del año que ya nos deja. Un año que ha traído de todo: luces y sombras. Pero que, más allá de las puñaladas y de las dádivas que nos haya dedicado, hay algo inherente a nosotros mismos. Cada minuto de nuestra vida lo vivimos como nosotros queremos vivirlo. Somos los únicos responsables de esta decisión. Este 2010 se pulveriza de manera inexorable. Nos queda el recuerdo de lo vivido  y de lo que no vivimos. Es el momento de olvidar y esperar. Olvidar aquellos tragos amargos que vivimos durante estos últimos doce meses, y esperar ilusionados un nuevo ciclo. Entremos con sensatez, humildad, tesón, seguridad, y empeño en nosotros mismos y en los más próximos. Mientras despido un año y abrazo al siguiente, yo escucho campanas de boda. ¿Y tú?

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