Revista Literatura

¿Escribir mucho o escribir bien?

Publicado el 13 marzo 2018 por Cabaltc

¿Está justificada esa adicción que tenemos a escribir mucho? ¿O por el contrario merece la pena escribir bien, aunque escribamos menos?

No me entiendas mal, no quiero decir que aquellos que escriben mucho, escriban mal. Pero si algo he notado en los años que llevo escribiendo de manera profesional es que cuanto más me centro en generar número de palabras, más olvido la calidad con la que tienen que salir.

Llevo ya muchos meses frustrado por la cantidad de palabras que genero cada día, dándole vueltas a cómo mejorarlo, por qué hacerlo, por qué no hacerlo… y quiero contarte cómo lo hago y por qué lo hago, para ver si puedes incorporar tú estos consejos a tu día a día.

Te voy adelantando que prefiero mil veces escribir bien a escribir mucho. Aunque luego llegue a puntos como este en el que me paso una semana llorando porque no avanzo lo suficiente.

El dilema de escribir más o mejor

Si sigues este blog desde hace tiempo, sabrás que tengo varias novelas aparcadas en un cajón a la espera de que me entren ganas de destrozarlas y rehacerlas. Una de ellas, la anterior a la que estoy a punto de terminar, la escribí con una única premisa en mente: terminar el borrador cuanto antes.

¿Escribir mucho o escribir bien?

A priori no parecía una mala premisa. Planificas la historia, la divides, dedicas un día cada cierto tiempo a ver dónde estás y dónde quieres llegar y el resto del tiempo ESCRIBES. Sin importarte nada más que eso: poner una palabra al lado de otra y terminar el día con la mayor cantidad de texto escrito.

En esas condiciones, recuerdo que era capaz de generar entre 2000 y 3000 palabras en los días buenos y entre 1000 y 2000 los días no tan buenos.

Ahora, sin embargo, a duras penas cierro un día con 1000 palabras escritas. Bueno, 1000 palabras de ficción y de la novela, se entiende, porque si sumamos las que escribo para este blog, para el blog de WordPress para escritores y las que escribo para otro tipo de contenidos… salen muchas más. No tienes más que echar un repaso a las cifras de 2017 para comprobarlo, y eso que ahí no están las escritas para las páginas estáticas de las webs que llevo.

¿Quiere eso decir que escribo ahora peor que antes?

Ni de coña. Creo que refleja una madurez escritora mayor en la que escribir mucho ha pasado a un segundo plano y prefiero que lo que escriba esté bien escrito.

Déjame que te explique por qué.

1. El tiempo es oro

Hace cuatro años, cuando empecé, me encontraba en un momento de transición vital. Ya sabes, pasar de consultor tecnológico a escritor no es algo que suceda de la noche a la mañana, como te contaba en el post de la semana pasada.

¿Escribir mucho o escribir bien?

Pasé de trabajar 18 horas al día a tener esas 18 horas para mí. Así que tenía muchísimo tiempo para aprender y para escribir.

Ahora tengo muchos proyectos literarios (y no tan literarios) abiertos en paralelo. Formación a escritores, soporte y mantenimiento técnico, desarrollo web, relatos, novelas… todo con un horario muy definido: cuando mi hija sale de la guardería, el trabajo se acaba. Por eso, escribir ficción tiene un tiempo definido y acotado del que no me puedo salir. Lo que escriba en esas dos horas y media mañaneras es lo que hay, no más.

Sin embargo… siempre he medido lo que escribo por hora y aún así las cifras siguen siendo peores que antaño.

¿Por qué?

2. Agotamiento creativo

Algo de lo que me he dado cuenta es que la calidad de mis textos disminuye cuanto más tiempo paso escribiendo. Esto no quiere decir que mis habilidades sean peores (aunque nadie puede negar que mucho tiempo sin cambiar de actividad hace que trabajes peor), sino que hay ciertos factores muy importantes que considerar.

2.1. Concentración

Mientras hacía la carrera, hubo un profesor que me dijo que nadie puede mantenerse concentrado en una misma tarea más de 20 minutos seguidos. Quizá esta sea una afirmación excesiva o quizá no, pero lo que sí sé es que cuanto más larga es una sesión de escritura, más fácil es distraerse.

Repetir la misma tarea durante mucho tiempo (por muy creativa que sea) hace que termines mirando el móvil, Facebook, Twitter… o que te levantes a hacer cualquier tontería que no sea escribir.

2.3. Conexión entre las partes

Otra cosa de la que me he dado cuenta es de que en mis sesiones de escritura habituales (las que tienden a ser más cortas que largas) siempre escribo lo que me propongo. Y normalmente lo hago de manera lineal: termina la escena, empiezo la siguiente.

¿Escribir mucho o escribir bien?

Sin embargo, cuando me pongo a escribir mucho me encuentro saltando entre escenas, incluyendo acotaciones de [ya lo definirás más adelante] o [¡¡ENLACE TEMPORAL!!]. Cosas que hacen que ahora vaya más rápido, pero que conseguirán que el proceso de revisión sea… infernal.

2.4. Parquedad en las descripciones

Y lo mismo pasa con las descripciones. Cuando avanzas como un misil, sin importarte el camino, concentrado solo en llegar lejos y escribir mucho, lo que suele pasar es que te quitas de encima todo lo que consideras superfluo.

En mi caso, esas sesiones de all you can eat de escritura suelen terminar con escenas en las que hay que reinsertar luego muchísimo texto. No describo los entornos, los símiles y las descripciones son directas y poco elaboradas y, en definitiva, se nota que estoy quitando elementos de lo que estoy haciendo para hacer que la historia avance rápido lo más posible.

 3. La importancia de las reglas

Cuando escribo una hora siempre soy muy escrupuloso con obtener el texto más pulido posible. Eso implica verificar la coherencia de la trama mientras escribo, buscar sinónimos, referencias cruzadas… Un proceso de escritura y edición como el que te contaba en este post sobre la edición eficiente.

Es decir: de cada hora de escritura, realmente estoy tecleando 40 ó 45 minutos.

¿Escribir mucho o escribir bien?

En cambio, cuando decido hacer una maratón de escritura me doy cuenta de que deja de importarme escribir bien, de manera coherente, y solo me importa escribir mucho. En esos casos, mis sesiones se convierten en textos llenos de comentarios del estilo de:

  • Comprobar nombre
  • ¿De verdad este tío era así?
  • Más te vale confirmar que fue él quien hizo esto
  • XXXXX —> Busca inspiración
  • ZZZ, NNN e YYY —> dales un nombre e insertalos en la historia antes
  • ¡Revísalo!

Y una serie de insultos y palabras que no voy a transcribir aquí.

¿Con cuál de las dos opciones prefieres quedarte? Escribir mucho y revisar mucho, o escribir menos cantidad, pero escribir bien.

4. Método de planificación

Con los años he descubierto que no me gusta escribir con un guión muy rígido de lo que estoy haciendo. Sin embargo, también he descubierto que me lío enormemente cuando no tengo una hoja de ruta. Paradójico, ¿verdad? Si planifico mucho, me aburro al escribir, y si no planifico me pierdo mientras escribo.

Por eso, mi manera de trabajar se ha convertido en una especie de escribe-revisa-planifica-escribe, en ciclos de una hora u hora y media. Si mis sesiones de escritura dejan de ser cortas y pasan a ser kilométricas se convierten en un escribe-escribe-escribe-escribe, con el consiguiente descojone en la trama.

Porque cuando no tienes una guía que seguir puedes cargarte todo el trabajo que llevas haciendo. ¿Recuerdas esa novela en la que escribía 3000 palabras por día? Está en un cajón por incoherente, por inconexa, por estructuralmente insostenible y porque hay que unificar tres estilos distintos. Porque, aunque la historia sea buena, la ejecución es una mierda.

5. Coherencia

Perdidos (Lost) nos enseñó muchas cosas que no debemos hacer al contar una historia. Escribir mucho sin preocuparte por atar cabos o enlazar cada parte de la historia es, cuando menos, peligroso. Abrir 20 subtramas, descubrir 100 ideas para explorar y plasmarlas todas, solo porque te apetece, no es buena idea.

¿Escribir mucho o escribir bien?

Ten mucho cuidado con que las piezas vayan encajando conforme escribes. Si no lo haces, corres el riesgo de que tus lectores se queden insatisfechos con el final que les des (o con la ausencia del mismo). Explorar por explorar está bien, las casualidades también están bien, pero una novela que no tiene un plan detrás, en la que el escritor va descubriendo cada parte al mismo ritmo que el lector es algo que se nota y no deja buen sabor de boca.

En resumen

Es más importante escribir bien que escribir mucho. Lo primero, porque es más fácil arreglar un par de defectos que reestructurar una historia completa. Lo segundo, porque muchos escritores se olvidan de que después de escribir viene un proceso casi más largo que la escritura en sí: la corrección. Cuanto más limpia hayas dejado la historia, la gramática, la coherencia… menos tendrás que sufrir durante ese horrible proceso que es la corrección.

Me temo que eso de escribir mucho suele acarrear cierta dejadez en el antes y el después de la escritura. Y no es un temor infundado, de todas historias que he leído como lector cero o lector editorial, muchas han tenido problemas de coherencia, estilo o estructura que se podrían haber subsanado parando a pensar de vez en cuando.

La entrada ¿Escribir mucho o escribir bien? se publicó primero en El Rincón de Cabal.


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