Revista Talentos
Como morlaco albardado de noble estampa, estaba destinado a morir en la arena. Por eso me negué a que me torearan y permanecí aplomado en el centro del ruedo. Desde el tendido gritaban, llamándome rajao y burriciego, pero mi inmovilidad absoluta consiguió que me devolvieran a los corrales por manso.