Revista Talentos

Estos días he estado pensando

Publicado el 27 abril 2018 por Sylvia
He pasado días pensando en la clase de cosas odiosas que pasan en el mundo. Me he quedado apabullada. Hay muchas gotas derramando el vaso. Nombrarlas es dejar de nombrar otras, pero voy a mencionar las dos que me han provocado reacciones físicas: tres estudiantes asesinados cuyos cuerpos fueron disueltos en ácido, en Jalisco, y la sentencia en España a los violadores conocidos como "La manada". Lo escribo y me vienen a la mente las mujeres embarazadas a las que mataron para robarse a sus bebés y luego pienso en la "escort" asesinada que alcanzó a denunciar su situación en un video donde aparece golpeada. Y otras y otras y otras cosas.
También hay amor en el mundo. También habemos gente criando a nuestros hijos lo mejor que podemos. El pan y el café conservan sus aromas.
Pero pasa lo que pasa y me pregunto dónde estoy en ese mundo del que muchos años logré abstraerme y del que ahora no puedo huir porque soy mamá. ¿Qué puedo hacer? ¿Qué voy a hacer? ¿Cómo hacer de "la vida" algo inteligible? ¿Cómo pongo mi relación con Dios primero, ante mis reacciones?
Las campañas políticas sacan los trapos sucios de todos los partidos y los candidatos. Acá un singobierno tiene a decenas de profesores literalmente sin cobrar su salario durante meses, se han puesto en paro como gremio y hay gente molesta con ellos, con los que resisten y protestan.
Comúnmente me siento en una isla, pudiendo comunicarme solo a través de lo virtual, con personas que están lejos físicamente. (Me conforta el calor de mi hija dormida, el abrazo de mi amiga cuando la veo).
Así pasan cosas terribles, tan una tras otra que no vale la pena estar pendiente. Pero pues me entero y ayer, cuando leí sobre la sentencia a "La manada", algo me pasó; algo se rompió y un grito gutural, de coraje, salió de mí. Un grito de una rabia a la que agradezco no ser tristeza. La niña debió espantarse. Yo estaba en mi estudio, ella estaba con su papá en el "área de jugar" y desde afuera, él preguntó qué me pasaba, si estaba bien. Dije que estaba bien, que se quedara con la niña, que luego le explicaba. Creo que él preguntó de nuevo y le pedí que esperara, que se quedara con la niña.
Evito lo que puedo hablar de él, mencionarlo siquiera; ya lo evitaba cuando éramos pareja, en parte por respetarlo y en parte por ahorrarme problemas, pero necesito decir esto, que al fin de lo que hablo es del impacto que tuvo en mí.
La niña debió preguntar de nuevo por qué gritó mamá y él respondió: "Para llamar la atención".
Todo mi coraje tuvo sentido.
De pronto tuve un entendimiento brutal, más allá de las palabras, de lo que fueron años de ser considerada "loca" y de cómo actúa el sistema patriarcal a través de las personas decentes y cercanas. Salí del estudio. Dije lo que tenía que decir. Se me asentaron los últimos años y tuve las respuestas que necesitaba.
Lo terrible es incomprensible. Este mundo no está en manos de Dios -habemos gente de su mano, Él toma el control de lo que ponemos en sus manos-. Me hago cargo de lo que es ser mujer, en mi vida, en este sistema de cosas.
Un niño "malcriado" asustó a mi niña, un día. Es una larga historia, pero el caso es que la impresionó mucho, la pasó mal un tiempo y han hecho falta meses para que nos cuente, poco a poco, qué fue lo que pasó. Cada vez que lo hablamos, intentamos hacerla sentir segura y ella ha ido procesándolo. Pues ayer, tres veces durante el día, le hablé de eso. Le volví a decir cosas importantes como que siempre le voy a creer. Una de esas veces, cuando dijo "yo nada más moví mis pies", cosa que ha repetido mucho, entendí por fin -no puedo asegurarlo, pero eso creo- que ella pataleó tratando de defenderse. Y nos pusimos a patalear las dos, "fuerte, fuerte".
Silvia Parque

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