Revista Talentos

Evo y el turismo político

Publicado el 30 julio 2013 por Perropuka

Evo y el turismo político
No hay quien pueda cortarle las alas a Su Excelencia, el presidente volador por antonomasia de todos los inquilinos que han morado en el Palacio Quemado, del cual se rumorea que las chapas y candados comienzan a ensarrarse por falta de uso. Nuestro aterciopelado (por las mantas de dormir y eso) monarca ha observado tantos amaneceres fucsias y crepúsculos naranjas sobre las nubes que, los que tenemos los pies en la tierra nos morimos de la envidia. A resultas, ha acumulado tantas millas de viajero frecuente que sus funcionarios encargados de viajes al infinito y más allá, se han dado cuenta de que no vale la pena seguir con el conteo, pues como el viajero celeste no usa aerolíneas comerciales, no hay a quién reclamarle para obtener una plumafuente fina de regalo o un destino turístico a elegir que normalmente se acostumbra para estos casos.
Se dice que Evo el Austero es el gobernante más ahorrador de la región. Como casi siempre está en el aire, aprovecha la ocasión para comprar sus chucherías a precio Duty free. Hecho que lo convierte en el boliviano más afortunado porque puede llevarse todo el sueldo neto a casa. Ni las tasas de aeropuerto tiene que pagar con su bolsillo. Ni tampoco existen retenes de peaje en el cielo, que sepamos. Así las cosas, sus ministras se disputan casi de los pelos para encargarle uno que otro perfume que tan económicamente se ofrece en el espacio aéreo internacional. Se habrán dado cuenta de que la nave presidencial no tiene muchos asientos, y hay mucho campo sobrante entre ellos, circunstancia que bien da para traerse mercadería de oferta. Quizá algunas cortinas y sábanas para la residencia presidencial. Quizá incienso de primera calidad traído de algún país árabe para que los brujos de S. E. puedan efectuar sus ceremonias ancestrales sin intermediarios. Ah, si yo fuera su amigo, le encargaría sales rosadas del Himalaya, un pote para sorber mate autografiado por Cristina, o una lata de caviar de sus amistades iraníes.
En las últimas semanas, de sobremanera se soltó el trotamundos. Ya nos tiene acostumbrados a sus giras relámpago por el interior del país, así que, bien nos puede convencer el discurso de que quiere conocer cada rincón de su amado reino. Quizá nos emocione que inaugure una cancha de pasto artificial en la punta de un cerro pelado. O quizá nos enternezca que corte la cinta de inauguración de una acequia comunal. Quién sabe. Sin embargo, no había ni terminado de desempacar los presentes que Putin le había obsequiado en Rusia, cuando velozmente se fue para el Ecuador a visitar a su compadre Correa, a quien seguramente llevó el afamado quinsacharaña, un chicote de cuero crudo de vaca que sus feroces guerreros de poncho rojo, esgrimen cada vez que visitan la urbe paceña para defender “democráticamente” al hermano presidente. No sabemos si el caporal ecuatoriano le habrá contado el método para cultivar rosas en la altura y el secreto para que duren un año sin marchitarse. Como de todas sus reuniones, únicamente salen “acuerdos de cooperación estratégica”, en verdad, sólo atinamos a lanzar floridas teorías acerca de la utilidad de esos encuentros fraternos.
Siguiente escala, la paradisiaca isla de ron, tumbona y palmera inclinada que ofrece el Caribe, afortunada para los vejetes que la gobiernan, claro está. Evo, en franca competencia con Maduro para ver quién cae más simpático a Fidel, se apresuró para llegar a tiempo para la celebración del 60 aniversario del asalto al cuartel Moncada, fiesta que los revolucionarios cubanos organizan con más confeti y solemnidad que la toma de la Bastilla. No sabemos qué regalos habrá llevado Evo para sus maestros ideológicos, pero sí que se cansó de alabar el tremendo aporte a la lucha de los pueblos que significó la pipa de Fidel y sus fumadas poderosas, de mayor poder esotérico que las fumadas de los chamanes andinos. Tomando el turno,asimismo, para declamar acerca de la cuna de la rebelión contra el imperialismo y su brazo operador, el capitalismo; que todo alumno de socialismo tropical se sabe de memoria. Lo de siempre, vamos.
Todavía hubo tiempo para ir hasta Brasil, en un dos por tres, porque la nave de Evo es más veloz que cualquier avión convencional. Sagrada misión para el presidente fue ir a oír misa dominical de los labios del Papa a nombre de todos los bolivianos. Nos consta que muchos jóvenes ahorraron todo el año para trasladarse en bus, atravesando el extenso territorio brasileño para encontrarse con otros jóvenes del resto del planeta. La Jornada Mundial de la Juventud como denominan a este encuentro entusiasta con el sumo pontífice, quien parece tener energía interminable para repartir besos a cuanto nene le pongan al alcance. Eso sí, Evo tiene un espíritu más joven, no tanto como el de Cristina, pero ahí estuvieron a las espaldas de Francisco I, como fieles monaguillos junto a Dilma Rousseff.
Quién diría que S. E. se ha olvidado de la guerra verbal que tiene con los obispos nacionales, a quienes acusa permanentemente de meterse en política y, no pocas veces, les recuerda el papel cómplice que tuvo la Iglesia en el pasado colonial. De pronto, contra todo pronóstico, se convierte en un fiel seguidor de la fe católica, tanto, que tuvo que hacer el peregrinaje hasta Rio de Janeiro para transformarse en un humilde admirador de la sotana blanca. Con dinero de las arcas públicas, por supuesto. Ya hemos perdido hasta la cuenta de estos interminables viajes internacionales que hace a los amigos del vecindario. Son varios millones que alcanzarían para construir hospitales. Pero ya saben, se está “poniendo en alto el nombre de Bolivia”. Y eso no tiene precio.  

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