Fotografía de un recuerdo

Bastián, hombre culto, cuerpo castigado por la guerra. Cada uno de los surcos de su rostro era una historieta que contar a sus nietos.
Hombre ensimismado en sus recuerdos bajo el sombrero de ala. Solo. Soñado. Amado.
Bastián pasaba las horas solares del otoño sentado en un viejo banco de madera bajo un viejo y desnudo árbol, su amigo.
Había sido el confidente de Bastián cuando se enamoró de Anuxa,una mujer de largas piernas, de esbelta figura, de dulce y musical hablar del norte. Bastián tatuó en el tronco del árbol un corazón con dos inciales B y A.
Acariciaba con su dedo índice el camino tatuado como si acariciara el bello rostro de Anuxa. Allí tuvo lugar su primer beso, un beso de amor que provocó que las mejillas de la mujer se sonrojaran y saliera corriendo por todo el valle.
Recuerdos de cuando tuvieron a los mellizos y pasaban largas tardes de primavera sentados el uno junto al otro, de la mano viendo a los niños jugar a la pelota.
Siempre caminaban de la mano, siempre felices, siempre enamorados, siempre amantes.
Bastián miraba embelesado a su esposa haciéndole un guiño al árbol.
Días y días de encuentros y desencuentros bajo el siempre iluminado cielo de Xixon.
Llegó caminando despacio una mañana fría, sentado en ese viejo banco con su cuerpo inclinado hacia el suelo y una lágrima resbaló por su rostro acariciando lentamente las grutas de su ancianado ser.
Alzó la mirada a la alta copa de su amigo y le susurró: “Ya siempre vendré solo” y esculpió una fecha junto al corazón y las iniciales.
Desapareció arrastrando sus pesados pies camino a su casa, esta vez acompañado tan solo por su bastón.
Autora: Emibel
Nota aclaratoria: Esta entrada no tiene fotografía, a pesar del título. La explicación es la siguiente: esta mañana dando una vuelta por los blogs amigos ví unas fotografías que rápidamente me inspiraron diferentes sensaciones. Una de ellas me inspiró este relato. Las fotografías son de mi amigo Xavier. No pongo fotografía porque no sería la que me inspiró, no sería lo mismo, ni existirían Bastián y Anuxa.