Revista Talentos

Heridas

Publicado el 10 junio 2017 por Aidadelpozo

Fue una de nuestras conversaciones más extrañas. Éramos extraños ambos, en realidad. Me importaba mucho y yo a él, según me aseguraba, también. Hablabamos y nos desnudábamos el alma. Yo siempre acababa llorando y no sé bien si por mí o por él. A veces palpaba su ira y su rabia; en otras ocasiones, sentía su dolor. Me hubiera gustado lamer sus heridas en esos días, o mejor, borrarlas con una goma de caricias al corazón. Pero era muy difícil llegar a su alma, abría una rendija muy pequeña y no podía entrar por ella. Creo que, aún hoy, si me dejara, podría conseguir que olvidase todo lo malo, se quedara con lo bueno y abriera la puerta al fin. No sé si lo conseguiré, pero soy tozuda y albergo la esperanza de que un día aparezca el hombre que creo que es.

Mantuvimos aquella conversación una noche, mientras tomábamos una cerveza en una de las terrazas de la playa. Tras un rato de risas y confesiones, me preguntó algo muy íntimo. Aún no sabía mi color favorito, si preguntaba a las margaritas si me querían, si de pequeña arrancaba las antenas a las hormigas-que lo hice- o si me gustaba más la carne que el pescado. Miré sus ojos e intenté pensar en los muchos "me importas" que habían salido de sus labios, antes de formularme aquella pregunta. "Muchos", me respondí. Entonces, ¿por qué esa pregunta? No me había tocado, ni besado, solo habíamos paseado durante horas por la playa. Pies descalzos, risas, cerveza después. ¿Por qué preguntar algo que sabía que me dolía en el alma que me preguntase? ¿Por qué aquella pregunta si sabía que yo la sentiría como un puñal?

-Perros o gatos, blanco o negro, amanecer o anochecer. Hay mil cosas que descubrir... ¿Por qué quieres obligarme a que te responda, por qué forzar una despedida si no la contesto?

-Es una pregunta como otra cualquiera.

-No, es una pregunta que me hiere, y no lo hace porque sea una mosquita muerta, que no lo soy, lo hace por venir de alguien que me importa mucho. Sabes que si vuelves a preguntarme, me obligarás a contestarte para que no te vayas. ¿Dónde quedará entonces ese "me importas"?

-Tu problema es que das demasiadas vueltas a las cosas.

-El tuyo que, pese a que te importe de verdad, necesitas que te entreguen el alma, antes que el corazón. Vas a la carrera. Y te equivocas... El camino se disfruta caminando.

-Quieres cambiarme y yo soy así. Contéstame y quédate conmigo...

-Nunca quise cambiarte, quise conocerte... Sin vello. Ahí tienes tu respuesta. Y ahora, repite después de hacerme llorar, que te importo y que no entiendo nada.

-Me importas y no, no entiendes lo que siento por ti.

Seguimos adelante tras mi respuesta. Me besó esa noche y me amó. Ha pasado tiempo de ese mar, de esa noche y de esa pregunta y seguimos avanzando. Pero el dolor que me causó responderla, aún sigue dentro de mí. ¿Por qué continúa ahí clavado? Porque él me importaba y todavía me importa y el hecho de no entender por qué la formuló, aún me duele.


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