Revista Diario

Hoy no es ayer

Publicado el 19 junio 2013 por Rubydelfino
-Ruby, abre la botella. Y tú, empieza a contarnos.
Cocó era de repente mi nueva compañera de piso. Mi mejor amiga, mi hermana, se había convertido en mi compañera de hogar. Desde su primer día en la casa, no habíamos hecho otra cosa que hablar de nuestro día a día. Básicamente, desgracias. Pero hoy era el momento de hablar de algo nuevo, algo inédito. Nuestro amigo Cameron había venido a ver nuestra casa y a contarnos la historia de la que había sido protagonista (o casi-protagonista, más bien) durante los últimos meses. Algo de lo que nosotros no teníamos ni la menor idea.

Hoy no es ayer

Cameron es un Ruiz-Mateos

-Nenes, manda cojones, pero voy a contaros algo... Raruno -soltó Cameron. Cocó y yo nos "no veas qué suspense, tía".- He estado muy pillado por un tío durante varios meses -este es el momento en el que mi compañera de piso y yo por poco escupimos el vino, para a continuación bebernos los tres las copas de un trago y volver a servirnos.mirábamos mientras nuestras manos subían a la vez nuestras copas de vino a nuestras bocas, y nos mirábamos con esa clásica mueca de
-Habla, canalla. Cuéntalo todo.
Seamos sinceros, cuando en lo último que piensas antes de dormirte es en Mister X y en lo primero, al levantarte, es en Mister X... algo falla. Estás jodido. No hay nada que hacer. Y, además, Cameron es como yo... Y como Cocó... Y probablemente como tú... tiene una capacidad innata de enamorarse de quien no debe. Somos como el Club de las Primeras Esposas, pero versionado a lo cañí, el Club de los Primeros Indignados.
La relación de Cameron con McIndo (pronúnciese Makíndooou, así, con la "o" larga) era sencilla, amigos y punto. Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando llega un momento en que no es tan sencillo definirlo? Yo soy de esas personas que se basan muy bien en la teoría, en una teoría que resulta ser muy bonita sobre el papel: mientras todos estemos jugando al mismo juego no hay problema. Pero realmente, solo es necesario el chasquido de unos dedos para que todo cambie, para movernos en una atmósfera distinta, en un escenario más enrevesado. Vaya, salirnos de la puta "friend zone" y entrar en la zona de pánico o "querer algo más".
¿Qué ocurre cuando quieres invitar a una cena romántica al que hace dos semanas era un amigo cercano? ¿O cuando piensas en posibles regalos para hacerle? ¿O cuando te excitas imaginándole protagonizando contigo la escena porno más salvaje de la Historia de España? ¿Qué hacer cuando abres los ojos a primera hora de la mañana y te lamentas de que no esté ahí, de que no haya estado y de que, probablemente, no estará? ¿Qué hacer? Pues básicamente, te jodes mientras escuchas La Oreja de Van Gogh o, peor aún, Merche.
Sí, te conviertes en una Merche de la vida que no encuentra salida a este laberinto de mierda formado por caras de esta persona, no encuentras solución a este sudoku de los huevos en el que lo único que ves son ceros... Ceros que te recuerdan que te lo vas a follar cero veces, que vas a vivir cero escenas de película con él y que pasaréis cero Nochebuenas juntos, por poner un ejemplo. Te conviertes en una Merche de la vida a la que todo le sale mal y canta canciones tristes cada dos segundos. En el mejor de los casos, te tornas en Ana Torroja en su época Mecano (también llamada época "notengoestilista") y en el mejor de los casos la cara vista es un anuncio de Signal.
Cameron era Merche, en este caso. Pero como también lo he sido yo, o Cocó o tú. Malinterpretaba señales... Que a veces ni siquiera las había, pero ya que no las hay pues te las inventas, y a tomar por el culo: "Me ha mirado mientras decía esto", "Creo que esto otro lo decía por mí", "Me ha invitado a su casa, seguro que quiere decirme algo", "Uy, un abrazo, seguro que quiere que yo haga algo... pero no quiero arriesgarme". En fin, cientos de gilipolleces que cuando Cameron las juntó, en su cabeza tenían sentido.
La teoría es bonita. Y en teoría, Cameron podría llegar a ser un novio perfecto. Cameron era lo que McIndo necesitaba. Pero las teorías bonitas se van como lo que son... tirando de la cadena. Por cada señal que mi amigo había visto, se encontraba con tres actitudes que hacían ver que nada de lo que él había percibido era real. Pero... ¿por qué? Cameron demostraba lo que se supone que debía demostrar: siempre estaba ahí, era leal, era detallista, comprensivo, guarrillo en buenas dosis, ayudaba en todo lo que podía... En definitiva, mostraba disponibilidad. ERROR!!
La tontería le había durado meses. Pero, como en todo, llega un momento de inflexión que lo cambia todo. Ese momento en el que sabes que tienes que hacer algo, que no puedes estar comiendo mierda por tiempo indefinido. Quieres pasar de ser Merche a Paulina Rubio, destroyer, indiferente, fuerte y en playback. Ese momento suele coincidir con un disgustazo del copón, con lágrimas en los ojos, tristeza, abatimiento, desconsuelo... Vaya, que un día te das cuenta de que estás viviendo en una pocilga emocional.
Cameron aprendió. Siempre digo que la teoría buena es bonita, pero la mala es preciosa. Si eres uno de esos novios que podrías ser ideales, estás jodido y fracasarás. Si estás hundido en la mierda, huye, y acertarás. ¡¡Y es que es verdad, coño!! Mi amigo puso un poco de tierra de por medio. Se alejó de pasar casi todos los días con McIndo, decidió invertir sus pensamientos en sus amigos de siempre, en nuevos contactos, ocupar su mente en cosas distintas en las que no se sentía frustrado, en cosas que no suponían un camino interminable. ¿Fue fácil? No, para nada. Jode mucho tener que tomar la decisión de alejarte de la persona a la que antes le dirías SÍ, SÍ Y SÍ a todo lo que te dijera solo por estar un rato con él.

Hoy no es ayer

Tú también eres una Merche, asúmelo

En un post anterior os comenté lo importante que es, en mi opinión, mantenerse firme y no doblegarse por una persona que o bien nos hace mal o bien nos ignora (es decir, nos hace mal a lo zorro y porque nosotros somos gilipollas). No podemos permitirnos el lujo de ser un saco de boxeo con cara de niño autista, sin dejar de recibir hostia tras hostia. Porque cada hostia que recibimos es una frustración más, y parece que no, pero se van acumulando y nos metemos en una espiral tóxica en la que, simplemente, no somos felices.
¿Qué quiero decir con toda esta mierda? Pues que Cameron ha marcado límites. Ya no está triste, ve las cosas con mayor independencia. McIndo ha seguido con su vida, sin apenas percibir que Cameron ya no está bebiendo los vientos por él (para eso está el vino y los cócteles, que ya se los bebe con nosotros). Sigue siendo su amigo, pero cada uno en su sitio. El ayer era frustrante, pero hoy no es ayer y no va arrastrarse más, porque todos tenemos un tope en el que decimos "no puedo seguir así". Cuanto antes lo detectemos, antes dejaremos de ser Merches. Aunque siempre haya un momentito de debilidad en el que recuerdas lo bonito que, en teoría, era imaginaros juntos. 
Por cierto, Merche, a cambio de utilizar tu marca como ejemplo de persona desgraciada puedes utilizar esta historia como inspiración, ya que me parece que hay más de un Cameron por ahí. Y, por último: creo que he vuelto ;)

Volver a la Portada de Logo Paperblog

Revistas