Huellas

Cuando hablamos ayer de la huella impresa en cada uno de nosotros a través del tiempo mencionamos las palabras. Me dices que cada uno tiene un universo particular y un juego específico con cada una de ellas. Algunas te sirven para sonreír, otras para pensar, otras para divagar, pero que la mayoría de las veces se las lleva el aire. Dices que repetimos siempre las mismas pese a jugar con ellas y a ejercitarlas en talleres, o sacarlas de paseo para intentar airearlas a través de un diccionario de sinónimos.
Me dices también que el universo de cada uno es como una enciclopedia particular y que ya nacemos con un vocabulario único y genuino. Es como nuestra huella dactilar, nuestro adn o algo así.
Dices que por mucho que se juegue con el lenguaje, el significado y el significante son lo que son.
Entonces digo y me enredo en mi poca variedad, en mis limitaciones, en mi continente y en mi contenido, en lo poco que me han servido las palabras cuando las he necesitado de veras.
Entonces tomo las tijeras y empiezo con el ablativo, sigo con los gerundios y empiezo a hacer recortables y a cambiarles el vestido a mis apalabradas muñecas.