I love rutina

Rutina. Según el diccionario es el hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y sin razonarlas. La palabra en sí es aburrida, cansina y la definición es reiteradamente repetitiva. Sin embargo…¡cuánto la he echado de menos! Porque la realidad es que la mayoría de las veces, cuando se nos rompe la rutina es que algo no anda bien.

La semana pasada la rutina se fue de paseo. Forzosamente. El caso es que nos vino a visitar un bicharraco y la echó a patadas. Se acabó despertarse a las 6.30. Se acabó ir a la guardería. Y por supuesto, el despacho cerró. El coche pasó a ser una ambulancia que nos trasladaba de urgencias a casa y de casa a urgencias. La abuela P dejó de hacer simples visitas para hacer contrabando de drogas varias y de tuppers con guisos caseros. La cocina y la lavadora convocaron una huelga. Indefinida. Y el perro se resignó a salir una sola vez al día. Hasta nos precintaron la casa. Como en CSI, para alertar del estado de cuarentena.

El sábado alguien nos quitó el precinto, y decidimos ir a la feria de belenes, como cada año. Llegamos de la feria y con ilusión montamos el Belén, con su mula y con su buey. También montamos el árbol, y colocamos una guirnalda en la puerta, de manera rutinaria. Y sin darnos cuenta llegó el lunes, y sonó el despertador de las 6.30. El día pasó desapercibido y por la noche recibimos al abuelo a cenar, como cada lunes. Sin  comerlo ni beberlo llegó el martes, como de costumbre. Hoy vendrá la abuela P a comer, como cada martes, y por la tarde iremos al pediatra, de visita rutinaria. Por la noche E irá a su cita deportiva semanal y yo me quedaré al mando de la tele, y me dormiré en el sofá viendo mis series favoritas, como cada martes. Y mañana llegará el miércoles para dar paso al jueves, al viernes y al fin de semana. Y todo ello gracias a la rutina.

¡Bendita rutina! ¡Cómo te adoro!