Revista Talentos

Impotencia

Publicado el 16 junio 2016 por Miguel Angel Requejo Alfageme @MiguelARAlfagem

Me llevé la mano a la mejilla pero apenas pude tocármela pues el dolor me lo impidió. Pensé en ir a mirarme al espejo. Caí en la cuenta de que ya no había ninguno colgando. El camión de la mudanza se los acababa de llevar.Me senté. Con el fin deno seguir iniciando acciones que no pudiese concluir.Vi el automóvil a través de la ventana. Iría a la farmacia. Salí a la calle, en dirección al coche. La tarde parecía estar esperándome, me dije conciliador. Para animarme. Aunque también podría decir que estaba acechándome. Tal era su fijación. Por no haber no había ni viento, con tal de quedarse a ver qué podía pasar.Busqué las llaves y en los bolsillos palpé la blandura de unos billetes enrollados, en uno, y la piel endurecida de un caparazón de tortuga en el otro. Al camionero le había dado asco y se negó a llevársela en el camión. Un caparazón que pesaba tirando largo unos cincuenta gramos. En cualquier caja, en cualquier rincón.-No es el camión- dijo- Es mi corazón.Tan rudo, tan camionero y tan cursi.-Bueno, vaya con cuidado. El piano es muy valioso y no me parece que esté muy bien asegurado- le dije y sonó a venganza.Estaba esperando que me retara para explicarle con pelos y señales, como nada más morir metí la punta de un cuchillo entre el caparazón y la carney la desollé. Después la limpié bien por dentro y ya no se separó nunca más de mí. Había infinidad de fotos. Yo, delante del atril, con la batuta en la mano y el caparazón al lado.Pero no. Me miró con cara de confiado y con una media sonrisa, alzó su mano derecha e hizo ese gesto típico de los cesares en la época romana con la que indicaban que el gladiador no tenía que morir.-Es usted muy grande- dijo a modo de despedida.¿Sería posible que supiera quién era? ¿O se lo decía a todos?No tenía las llaves.Bueno, le daría opciones a la tarde y me pasearía por ella camino de la farmacia. Justo al echar a andar se levanto un poco de viento. La tarde caminaba conmigo. Mirándome desde cualquier sitio.Al llegar frente a la farmacia, la tarde se fue hasta un banco próximo, el viento desapareció. Allí se quedó sentada.El rotulo de la farmacia informaba que se abriría al cabo de dos horas y que la de urgencia estaba en la calle Alisios. El viento ya habría llegado. No entendí el chiste. Miré a la tarde. No tenía pinta de querer ayudarme.Dos personas jóvenes pasaron hablando.-A estas horas- dije en voz alta.Me miraron con simpatía. Los jóvenes no me caen bien. Me tomo esa libertad con ellos. Sé que no les importa lo que yo sienta por ellos. Eso me da la libertad de sentir lo que quiera sin miedo a herirlos. No me pasa en la orquesta. Dónde cada vez que levanto la batuta para hacer un comentario veo una mirada que me amenaza con una depresión.-No es grave, no tiene que preocuparse, seguro que ha sido un descuido…Y a continuación,-Ese sostenido ha llegado un poco tarde, pero es fácil de corregir. Ánimo.Aprovecho para mirarme en el escaparate. El reflejo, cargado de todo lo que puede recoger de la calle, sólo me deja ver una zona de color oscuro sobre mi rostro blanquecino.Alzo la mano. El dolor me lanza un bocado y retrocedo.Quiero volver a casa. Pero ya es demasiado tarde. Hay una farmacia de guardia esperándome.Sé que esta vez la tarde no me acompañara. Porque la tarde ya se ha establecido, sólo espera que pase su turno para irá descansar. En cualquier sitio. La noche la encontrará.La noche siempre lo encuentra. Demasiados cómplices.Pero no hay más que dos opciones. O se queda flotando esperando que llegué el tiburón o nada en cualquier dirección. De espaldas. Cansa menos. Llegará mojado a la farmacia pero lo entenderán. Lo conocen.Lo conocen y nunca le han dicho eso de,-Es usted muy grande.Es fácil. No hay oleaje, la calle es amplia, el viento está en la calle Alisios. Sólo hay que tener paciencia.Además cubre poco. En un momento de apuro puede andar un rato. Con los pies en el agua.¿Qué pedirá en la farmacia?Se ríe, se ríe mucho. ¡Qué tontería!Casi no cubre y pensando en tiburones. No, en tiburones, no. En el tiburón.En ese preciso momento una mano lo atenaza.-Me lo imaginaba. Vi sangre y me dije, la excusa perfecta para salir. Vas a matarme. Menos mal que a dónde vamos estarás más controlado. Podré vivir un poco. Y tú también estarás mejor. Podrás tocar el piano durante horas y dirigir, dirigir lo que quieras y el tiempo que quieras. Vamos, el taxi nos espera.El tiburón.

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