Revista Literatura

Inchátiro siete: México '70

Publicado el 15 febrero 2013 por Gildelopez


MEXICO ‘70

Junio de 1970 es uno de los meses mas interesantes de mi vida: el 31 de mayo había empezado,en el estadio Azteca el mundial de futbol. Fue en el que estuvo en juego por última vez la copa Jules Rimet.
No hablábamos de otra cosa. Un poco antes de la inauguración, durante un partido interescuadras, una fractura había dejado fuera del torneo y prácticamente del futbol a mi gran ídolo de ese entonces: el fino mediocampista Alberto Onofre,el mejor jugador de México en aquella epoca y quien apenas unos meses atras,con un gol olímpico contra los Diablos Blancos del Torreón le había dado la Copa México al Guadalajara,abriendo el camino para el último campeonísimo y de paso me había convertido en Chiva Rayada para siempre.
El frenesí mundialista nos hizo olvidar un poco el drama del maestro Onofre. Durante poco mas de diez días vivimos emocionados por el paso de la selección mexicana: En aquellos tiempos lo que anhelábamos era jugar "el cuarto partido". Un penalty cobrado por Gustavo,"el Halcón" Peña contra Bélgica por fin nos habia llevado a cuartos de final -había una ronda menos que ahora-, pero Italia nos devolvió a la realidad en Toluca y se ganó nuestro rencor, por lo que cuando llegó a la final contra Brasil, todos éramos partidarios de los amazónicos. Así, cuando Carlos Alberto levantó el trofeo, que se fue para siempre a las vitrinas de la CBD, festejamos el triunfo como si fuera nuestro.
Era la época pre-telecable y oíamos por radio la narración de los partidos, porque casi no habia televisores en el pueblo y los pocos disponibles captaban una pésima señal, por lo que era mucho mejor oir las grandiosas crónicas radiales de don Fernando Marcos, Ángel Fernández y Agustín González,"Escopeta", entre otros.
Lo que hace tan memorables esas semanas para mí es otro "campeonato" mas modesto y local en el que participé, paralelamente a la copa del mundo: por esas fechas las primarias de la zona escolar 13 tenían que elegir a un representante para acudir a la ceremonia anual en la que el presidente Díaz Ordaz se reunía y premiaba a los alumnos mas destacados del país. Para encontrar a tal representante, cada escuela mandaba a su alumno con mejores calificaciones a unos concursos, que se celebraron en un aula de la escuela Francisco I. Madero.
Para ser sincero, les dire que yo no tenía el mejor promedio de la Colón.  Es más: la maestra Páramo ya tenía a nuestro representante, que francamente no recuerdo quién era, pero un poco antes de los concursos, cometió no sé qué acto de indisciplina y lo castigaron retirándolo de la participación en la justa académica.
Y héte ahí, que de repente, sin esperármelo, ocupé el lugar del castigado. Tenía once años y más que la idea de ver al presidente, me emocionaba la posibilidad de viajar al D.F.
He olvidado cuántos éxamenes presentamos, pero al final éramos tres los finalistas: una niña de la Enrique Aguilar, otra del Guadalupano y el de la tecla, de la Colón. Los resultados finales fueron muy apretados: era un triple empate, por lo que los maestros tuvieron que revisar con mayor detalle el examen final, llevando el resultado a centésimas, a fin de poder establecer al ganador. Para calmar los nervios,me acerqué a la barda que separaba a la presidencia a municipal de la escuela, para oir la transmisión de un partido en un radio que estaba a todo volumen,sospecho que para que lo oyeran los internos de la cárcel. Era el juego por el tercer lugar del mundial, entre Alemania y Uruguay. La intrascendencia propia de ese partido de perdedores era compensada por el atractivo extra de ver si Gerd Muller era capaz de conseguir la hazaña de empatar el ya entonces legendario récord de Just Fontaine de más goles en un torneo. No lo logró: se quedó en diez, por trece del francés...
En fin que ya más relajado, regresé a esperar el resultado con el par de niñas, a las que no les gustaba el futbol. Despues de una breve espera,nos dieron las calificaciones del examen:
Enrique Aguilar: 7.30;
Guadalupe Victoria: 7.20;
Cristóbal Colón: 7.00.
Como dije antes, estuvo reñido y además debe haber tenido mayor grado de dificultad que un examen normal, porque según me acuerdo,las niñas venían con un promedio de 10 en su escuela y yo de 9.5.
Al terminar el concurso, la maestra Páramo me acompañó hasta la tienda de mi papá. Ella iba triste y me consolaba diciendo: "te faltó solo un poquito... si hubieras tenido más tiempo para prepararte...". Siempre agradeceré esas palabras de apoyo de mi querida maestra,pero lo que yo sentía no era tristeza, sino mariposas en el estómago: aunque jamás me atrevi a decírselo al objeto de mi afecto, había conocido el amor: cuando acabó el concurso estaba enamorado de Alicia, la niña ganadora. Creo recordar que la niña del colegio se llamaba Marina Tinoco, pero por más esfuerzos que hago, no recuerdo el apellido de Alicia. Poco despues del concurso, ella fue a comprar una revista al puesto que yo atendía por las tardes, afuera de la tienda de mi papá; me pagó con un billete de un peso, que guardé en mi bolsillo por varias semanas, como recuerdo suyo. Logré conservarlo hasta una tarde  en que fuí a ver un partido de futbol a la cancha del Aguacatillo.Ya era tarde y no había comido nada desde temprano ese día; por ahí estaba un señor vendiendo tortas (creo que era don Carlos), yo nadamás traía mi peso-fetiche en la bolsa y pues el hambre es canija...se fué el recuerdo de mi primer amor.

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