Revista Talentos
«Parece que ha refrescado», le digo a mi padre, intentando torpemente iniciar esa conversación que nunca tuvimos. Mientras agarro su delgada mano, sus ojos parecen mirarme desde una profundidad abismal, como albergando un océano de comprensión. «Ya sabes, hijo —responde finalmente, meneando la cabeza—, que nunca he estado en Belgrado».