Revista Diario

Indispensable: Rompida de la hora de Andorra

Publicado el 30 marzo 2018 por Daniel Capdevila @capi14415

   Pese a mi animadversión a casi todos los tipos de ruido, he tenido la suerte de haber dejado atrás prejuicios creados sin base alguna en mi cabeza y poder sentir algo distinto con gente distinta e instrumentos distintos.
   Hoy, gracias a mi amiga Bea, he podido presenciar la rompida de la hora en Andorra a las 12.00 de la mañana y solo puedo decir que he quedado absolutamente impresionado por muchos elementos que se juntan en esa pequeña plaza del centro del pueblo (aunque todos con los que he hablado me han asegurado que es mejor la rompida nocturna).
 
   Poco a poco vas acercándote a la plaza donde se concentran los andorranos para romper en un unísono estruendo sus bombos y tambores. Por la mañana ya se escuchan los grupos de amigos o familiares que ya están calentando sus palillos y mazas (hasta la rompida de media noche de Jueves Santo no puede sonar ningún tambor ni bombo) esperando el momento con una pasión desbordada. Todos vestidos con túnica negra y cinto carmesí y el instrumento que desde su más tierna infancia llevan aporreando cada vez que llegan estas fechas.

Indispensable: Rompida de la hora de Andorra

Rompida de la hora de Andorra (Teruel) 

   Sientes que ahí va a pasar algo especial. Lo ves en los ojos de los padres mirando a sus retoños que ya cargan pequeños bombos proporcionados a su estatura. Lo ves en los jóvenes que desde la rompida de la noche anterior, siguen sin dejar de tocar en toda la madrugada, y desean volver a hacerlo con sus fuerzas renovadas. Se ve en los más mayores del pueblo que no atienden a la cantidad de veces que han acudido a esa misma plaza y nerviosos esperan como si fuera la primera vez que lo hacen. Se siente en el ambiente.    Lo primero que te encuentras cuando llegas a la plaza y te mezclas con toda esa marea negra es un bombo enorme que permiten tocar a los turistas para que sientas el ruido, o mejor dicho para que sientas lo que genera el ruido. Reconozco que no lo he golpeado pero me he quedado con las ganas (para la próxima). Después nos hemos mezclado con todos ellos como si fuéramos parte del previsible alboroto que allí se iba formar y nos hemos visto envueltos y arropados por una cantidad de tamborileros que se multiplicaba cada minuto que pasaba.    Los sonsonetes seguían sonando pero entonces, justo a las 12.00, desde un balcón del edificio que guarda la plaza, una maza se ha alzado y se ha agitado en el aire haciendo círculos como si fuera el lazo de un vaquero dispuesto a cazar una res salvaje.
  

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