Indulto a San Valentín

Beatriz Benéitez Burgada. SantanderAlguien ha decidido que las parejas hoy tienen que quererse y hacerse regalos, a ser posible envueltos en un paquete en forma de corazón. Y, si no fuese por la crisis, os diría que no soporto estas fiestas artificiales salidas de las avispadas mentes del mundo del marketing, de las que ya he hablado otras veces. Que, por cierto, no hacen otra cosa más que su trabajo, es decir, discurrir para que consumamos más. Como decía, la crisis hará que este año salve la celebración de San Valentín de la quema. Ni siquiera a mí -que aborrezco tanto estas fiestas teledirigidas hacia el consumismo- se me escapa que quizá estas celebraciones salven el mes de muchos restaurantes, tiendas, hoteles, casas rurales y grandes almacenes. De modo que, por esta vez al menos, seré comedida. Ojalá el año la que viene la economía esté mejor y pueda volver a criticar esta fiesta sin autocensura. Aunque no es sólo esta, tampoco entiendo el día de la madre, ni del padre. Pienso que todos los días deberíamos dedicar gran parte de nuestra energía a las personas que queremos: padres, madres, hijos, abuelos, parejas, amigos. En general, si hablamos de fiestas, me parece suficiente con cumpleaños, Navidad y algún que otro aniversario -sin olvidar bautizos, bodas y comuniones-. Y, por lo demás, cualquier día es bueno para celebrar lo que sea.
En cuqluier caso, y ya que por esta vez hemos indultado a San Valentín, dedicaré unas líneas a la historia de esta fiesta. Circulan diversas teorías sobre el origen del día de los enamorados. Hay quien cree que, aunque esta sea una celebración religiosa, proviene de la tradición pagana ya que, en la antigua Grecia, se realizaban ofrendas a Eros -Dios del amor-, a quien los Romanos llamaron después Cupido. La petición por la que se realizaba la ofrenda: encontrar a la pareja ideal. También en Inglaterra era tradición delebrar la fiesta de los ¨valentinus¨, en la que se elegían hombres y mujeres para que pudieran formar pareja. Si era duradera, se le atribuía el mérito al Santo. Otras leyendas trasladan el origen de esta historia hasta la Roma del Siglo III, cuando el cristianismo era aún perseguido. En este tiempo se prohibía a los soldados contraer matrimonio, porque se creía que los solteros luchaban mejor en el campo de batalla, por tener menos ataduras sentimentales. Es enconces cuando un sacerdote cristiano llamado Valentín, comienza a celebrar bodas a escondidas de la autoridad romana. Precedido por su fama es llamado por Claudio III a quien el sacerdote intenta, sin éxito, convertir al cristianismo. Finalmente el Emperador ordenó su muerte, y fue ejecutado un 14 de febrero. Dicen que el cuerpo del Santo, a quien la Iglesia convirtió en patrón de los enamorados, reposa en la Basílica que lleva su nombre en la ciudad italiana de Terni, donde cada año el 14 de febrero se celebra un acto de compromiso entre parejas que desean casarse. De cualquier forma, está claro que los últimos en recuperar esta popular fiesta han sido los genios de la publicidad. Y como ya he dicho al comienzo, la ayuda que las ventas de regalos pueden suponer a muchas empresas, es el motivo por el que no explicaré en esta ocasión que San Valentín me parece algo similar a una horterada. Que me perdonen los que la celebran, pero siempre me lo ha parecido.