Revista Talentos

Inocencia

Publicado el 12 febrero 2018 por Aidadelpozo

En estos días fríos recuerdo las humeantes tazas de cacao Zahor que me preparaba mi madre para desayunar cuando era pequeña. Ya no existe ese cacao soluble, pero aún vive en mi memoria de niña, esa que conserva todos los lazos que me unen a la locura de la infancia, a la inocencia, a la niñez que nunca deberíamos perder de vista y a esas ataduras a quienes fuimos; personas carentes de malicia, desbordados de sueños y pasiones, de amores platónicos y sin mácula.

Ahora, calentando mis manos en una taza de Nesquik, imaginando que es cacao Zahor, tomo conciencia de que el amor se mancha conforme pasan los años. Avivar quisiera la llama de la inocencia, más no puedo, aun calientes mis manos y ardiendo mi corazón. He descubierto que la inocencia dura el corto espacio de tiempo que trancurre cuando comenzamos a valorar más el placer que el alma, cuando no queremos conocer sino tocar, cuando mentimos para conseguir y calumniamos para no ser descubiertas nuestras mentiras.

Sin embargo, quiero creer que bajo mil capas de cínica cordura adulta, existe aún el niño que una vez fuimos y que ese niño volverá y creerá. Quiero creer que ese niño deseará descubrir antes que tocar; ver la verdad, aceptarla y no calumniar; que deseará que su corazón arda antes que su piel y no mentirá nunca más para conseguir lo que tendría con suma facilidad, si el adulto recupera su inocencia.

INOCENCIA

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