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Insolitudes / plagio en los alpes

Publicado el 03 junio 2010 por El Cuentador

La imitación es la forma más elevada de admiración.Proverbio.
¿Cuál será el personaje por excelencia de la literatura venezolana? ¿Tal vez Tío Conejo, Juan Peña (protagonista del cuento “El Diente Roto” de Pedro Emilio Coll), Florentino (el que le ganó al Diablo en un contrapunteo), Juan Bimba, o quizás Doña Bárbara?  Buen tema para una tesis de literatura, aunque no la inquietud principal de este artículo. ¿Pero qué pensaría usted, compatriota lector, si le dijeran que nuestro venezolano “Florentino” es en realidad originario de Colombia o Argentina, o que el simpático “Tío Conejo” llegó a nosotros desde Centroamérica, Estados Unidos o incluso África? 
Una reacción similar tal vez sienten en estos días algunos suizos, pues alguien anda diciendo que uno de los personajes infantiles literarios más representativos de Suiza, pudiera tener un origen distinto. ¿No presiente el lector de quién se trata? Le daré algunas pistas, de lo más suizas ellas: paisajes alpinos, verdes prados, cabritas, un chalet en la montaña, un abuelito…  ¿Ya adivinó? Se trata de… ¡Heidi!
Pues sí, un señor llamado Peter Buettner sostiene que para escribir la célebre “Heidi”, su creadora, la suiza Johanna Spyri, podría haber tomado como base en el argumento y estructura de una obra anterior, escrita por un alemán de nombre Hermann Adam von Kamp. Resulta que este señor von Kamp escribió en 1830 –es decir, 50 años antes que la obra de Spyri se publicara– una historia llamada “Adelaida, la niña de los Alpes”. Se trata de una niñita que vive con su abuelo en alguna parte de Los Alpes y que luego se la llevan a otro país, cosa que no place a la protagonista, que sólo recupera su felicidad cuando retorna a su terruño alpino. Según Buettner, las coincidencias son diversas: tanto a Heidi como a Adelaida les gusta recoger flores, las dos tienen las mejillas coloradas y en un episodio que aparece en ambas obras, las dos niñas rechazan por razones similares y en un diálogo bastante parecido, un dinero que el abuelito les ofrece. Por si fuera poco, Heidi es un diminutivo del nombre “Adelheid” o… ¡Adelaida!
A los suizos no les ha hecho mucha gracia la idea de que su mimado personaje provenga realmente de Alemania, entre otras cosas porque hay cierta rivalidad histórica entre los suizos del lado suizo-alemán de la Confederación Helvética y sus vecinos germanos. Para añadir algunos detallitos, Buettner es también alemán –qué cosas ¿no?– y parece que uno de sus tatarabuelos ilustró la primera edición de “Heidi”. Eso sí, el investigador se ha cuidado de decir que Spyri haya plagiado a von Kamp, y ha sugerido más bien que aquella se inspiró en el trabajo de este: “Nunca he querido robarle Heidi a los suizos”, ha declarado el alemán.
Los defensores del origen suizo de Heidi, si bien aceptan la posibilidad de que Spyri haya leído la historia de von Kamp, dicen que esta es de sólo unas 30 páginas, mientras que “Heidi” es una fábula mucho más compleja y larga, por lo menos 10 veces más grande. El que ambas obran traten un tema similar no es de extrañarse, pues era uno que inquietaba a la sociedad de entonces: el problema de la vivencia de los niños de zonas rurales que eran enviados a la ciudad. En la famosa obra, Heidi es obligada a dejar la montaña e irse a vivir en la ciudad alemana de Frankfurt, donde recibe una estricta educación de parte de una tía. Hay evidencia de que Spyri utilizó parte de su historia personal para desarrollar su libro: ella misma nació en una aldea suiza ubicada a los pies de una colina y luego, en su adolescencia, fue enviada a vivir en Zurich, donde tuvo diversos momentos de infelicidad.
Aunque leí “Heidi” en mi infancia, no recuerdo casi nada del libro (siempre preferí las narraciones de aventura que los dramas), pero es innegable que estamos hablando de un “clásico” de la literatura infantil. Shirley Temple protagonizó una adaptación cinematográfica en 1937 y la versión de “Heidi” en dibujos animados que los japoneses hicieron para la televisión en los años 70s, aumentó muchísimo su popularidad en aquella generación. Haré aquí un breve desvío para recordar el divertido análisis de la letra en español de la canción utilizada para presentar la serie, que haría sospechar a más de una agencia contra el uso de estupefacientes y sustancias ilícitas. Si no me cree, tan sólo lea algunos extractos:
“Abuelito dime tú, qué sonidos son los que oigo yo.”“Abuelito dime tú, por qué en una nube voy.”“Dime por qué huele el aire así.”“Dime por qué yo soy tan feliz.”
Se podría decir que quien escribió la canción estaba bajo los efectos de cannabinoides. ¡Mínimo!
Volviendo al tema central, aunque Buettner ha sido precavido al presentar sus conclusiones y no señalar directamente a Spyri como plagiaria, no sería el primer caso en el que el tema del plagio se cuece en el medio literario. Muchos escritores, entre ellos Shakespeare, Aristófanes, Eliot, Balzac, Demóstenes, Montaigne, o para nombrar a otros más actuales, Camilo José Cela, Stendhal, Saramago, Dan Brown, Alfredo Bryce Echenique, Jorge Bucay o J. K. Rowling, han sido acusados de haberse copiado de otros. La idea del plagio y en general el que alguien declare como suyo lo que otro ha creado, me desagrada, pero me doy cuenta de que yo mismo he utilizado ideas y escritos de otros como base de este y de muchos otros artículos. Me consuela saber que al menos he hecho el esfuerzo de expresarme con otras palabras; el resto es un asunto que prefiero dejar a abogados, críticos literarios y especialistas en propiedad intelectual.
Y sí, así como ahora Heidi tiene aparentemente un clon (o ella es un clon de otra chica), hay un personaje colombiano llamado “Francisco El Hombre” que derrota al Diablo en una justa de improvisación, y otro argentino llamado “Santos Vega”, de tal capacidad improvisadora que sólo el Diablo podía ganarle, lo cual los acerca bastante a nuestro Florentino, el mitológico coplero venezolano. Y sí, el conejo como personaje que representa la astucia y que logra con sus marrullerías vencer a otros animales más grandes y fuertes, como el tigre o el zorro, tiene antecedentes Centroamericanos, Cherokees (de la tribu de indígenas de Norteamérica del mismo nombre) y Africanos, aunque en estos casos es mucho más conocido como el “hermano conejo” que como en su versión venezolana: “Tío Conejo”.
Lo magnífico de estos y muchos otros personajes, es que independientemente de su origen y a través de la magia de la escritura y del libro (así como de otros medios), niños y adultos de todo el mundo pueden en general pasarla bien con ellos, sin que les importe demasiado su correspondiente certificado de nacimiento.
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