Revista Diario

Interior y exterior

Publicado el 24 febrero 2016 por Marta Bartac @martabartac
Interior y exterior
Luz a media intensidad las sombras de los muebles, y el reflejo de mi cara en mi pantalla del ordenador eso es lo que quedaba en mi habitación después de aquel gran terremoto que habían provocado las discusiones junto con el silencio. Las sábanas revoloteadas de tanto dar vueltas y vueltas en la cama, pensando intentando descifrar cual es el final de toda historia de amor y que es lo que lo ocasiona. Muchas veces pensamos que somos nosotros mismos, quien ocasionamos esa gran tormenta ese humo incapaz de que desaparezca por mucho que uno quiera arreglar las cosas. Lagrimas dolorosas, el castillo de amor roto y los sueños desperdigados todos por el suelo, las mentiras que son como puñales  los gritos que son capaz de romperlo todo en un instante, la furia en las miradas que provoca el odio, la rabia acumulada y esos besos que se quedaron a medio sellar. Toda mi habitación hecha un caos, intentando descifrar como empezó todo, que fue lo que ocasiono aquel gran terremoto de dudas y miedos. Ahora losé, ahora sé descifrar  el final de toda historias de amor, y somos nosotros mismos nuestros miedos nuestra incertidumbre nuestra falta de confianza hace que todo el castillo que tenías construido de amor se rompa el mil pedazos, se desvanezca deje de existir... Mi mente no paraba de dar vueltas en aquella habitación mientras lloraba desconsoladamente, sabiendo que aquella relación no daba más de si, se tenía que terminar y así fue. Mi habitación se ha quedado un poco desencajada desde aquel gran terremoto de miedo y desconfianza es como si los tochos de la pared se hubieran desencajado y todo formara parte de un engranaje. Pensando en todo lo ocurrido aquella noche mientras lloraba en mi cama debajo del edredón, llegue al final del camino el que me hizo cambiar y levantarme después de todo, aunque la habitación se agitara por aquel terremoto yo tenía que seguir con mi vida, y hacer como si todos aquellos recuerdos que un día me quemaron dentro  dejarán de existir para siempre. Todavía cuando limpio la habitación y coloco bien los libros de lectura en mi estantería todavía queda polvo desde la ultima sacudida que provocó el terremoto en mi habitación. 

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