Jerónimo

Jerónimo, de extracción humilde y sumamente honrado, requería siempre del doble y a veces hasta el triple de esfuerzo que los demás para conseguir lo poco que anhelaba. Noche tras noche escudriñaba el firmamento en busca de la estrella más brillante para solicitar su ayuda; desafortunadamente con el tiempo entendió que las estrellas fugaces, en su infinito peregrinar, no tienen tiempo de detenerse para cumplir deseos. Con el paso del tiempo la situación económica se agravó al punto que, para la fábrica en la que trabajaba, resultaba imposible conservar a todo el personal. Entre los nombres de quienes serían despedidos aparecía el de Jerónimo. Notificado de su despido y haciendo uso de lo único que le quedaba, su dignidad, fabricó una corbata utilizando mecate en vez de seda y un nudo grande y tosco en vez de pequeño y estilizado, poco importaba ya. Tomo un baño, vistió el traje y la camisa que con tanto sacrificio había comprado meses atrás y que nunca había usado, procedió a colocarse la corbata y, luego de una breve oración, se transformó en una de las miles de estrellas fugaces que surcan el firmamento y quienes en su infinito peregrinar, no tienen tiempo de detenerse para cumplir los deseos de nadie.