Revista Talentos

La casa de la laguna.

Publicado el 21 diciembre 2015 por Francine @diariofrancine
La casa de la laguna.

Rodeada de cajas y de la música que sonaba de fondo, Ania tomó el único objeto que decoraba la chimenea y de un soplido, no sólo dejó volar el polvo sino un puñado de recuerdos que crecieron en un hogar, junto a dos niños ahora mayores y de un marido en una época fantástica que no costaba pensarla.
Hacía ya, 3 años que un  trágico accidente de la ruta la había dejado viuda  pero como todos, había aprendido a vivir en la soledad de un amor arrebatado físicamente pero vivo en cada rincón y en cada recoveco de su alma.
Tenía 42 años cuando se quedó sola y tenía 45 cuando decidió escapar del dolor que le procuraban los muros de esa casa. Agotada de obligar la mirada que fija se quedaba incrustada en la madera del techo. De un año que llevaba intentando conciliar el sueño en la habitación vecina en la cama de una plaza y nunca, nunca, poder pasar una sola noche en el habitación principal. El tormento de una juventud que ya no contaba los minutos sentía que la había matado, hace tiempo por dentro.


Así, fue como una tarde de invierno frío, de nieve blanca y pura...cerró la puerta del pasado que tanto la entristecía y mientras esperaría que el resto de sus cosas llegarán a un destino, tomó sus dos maletas de ropa, cuatro cajas con utensilios varios y de lo helado que sentía el aire, corrió y cargó lo más rápido que pudo, las cosas en su auto.
Probablemente, hubiera sido mejor partir en primavera pero un impulso que no tenía nombre, no la dejaban mirar hacia atrás. Con todo y su propia vida emprendió un viaja en el que sin saberlo, no tendría retorno. 

No fue fácil el trayecto, la nieve dificultaba el camino y Ania no quería llegar demasiado tarde. Sabía que con suerte tendría agua pero no luz eléctrica para eso tendría que esperar pero no le temía al cambio brusco y de confort. Adormecida en su cuerpo, lo que tanto pedía su mente, al fin estaba deciendo a su voluntad y por primerra vez su corazón estaba de acuerdo.
La temperatura  negativa no daba tregua pero luego de 5h, la vio a lo lejos, perdida en la masa de un arboleda congelada, entera y de madera rodeada por aquel lago azul cubierto de escarcha.

La casa de la laguna como la llamaba de pequeña, un lugar familiar y la excusa de cualquier reunión de verano, olvidada por la ciudad moderna, vieja para el tiempo y bella como ninguna otra.


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