Revista Talentos

La década de los 80

Publicado el 18 abril 2018 por Frank Paya @payafrank

Las relaciones entre Israel y los países árabes, parecieron haber entrado en una nueva fase histórica después de la firma de paz entre Egipto e Israel en Camp David. Solo la O.L.P. quedó como la única fuerza en lucha activa contra Israel. Principalmente para acabar con la acción palestina en Líbano, Israel invadió este país en el verano de 1982, lo que tuvo profundas repercusiones hasta el momento presente.
A lo largo de la década de los años 80 se registró la reactivación de los conflictos. En Líbano convulsionado por la presencia siria y la presión israelí; y entre los palestinos, de una parte la rebelión popular de la "Intifada" en los territorios ocupados que supuso un enfrentamiento directo y sangriento con Israel, y de otra la evolución institucional de la O.L.P. que llegó a proclamar la constitución e independencia del Estado Palestino.
Sin embargo, se desplegaron intentos de negociación para la pacificación general de Oriente Medio, auspiciada internacionalmente, que ante las dificultades planteadas, no alcanzó resultados satisfactorios.
En julio de 1980, el gobierno de Israel declaró a Jerusalén como capital eterna del país; a continuación se anexionó el sector árabe. La O.N.U. no reconoció la capitalidad de Jerusalén.
A comienzos de 1981 se produjo un grave enfrentamiento militar en Líbano. En Zhalé, principal ciudad del Valle de Bekaa tropas sirias y fuerzas falangistas se enfrentaron; intervinieron entonces los israelíes que apoyaban a los segundos y emprendieron una serie de ataques principalmente contra los palestinos, y también contra los sirios. El conflicto se arregló gracias a la mediación norteamericana, logrando P. Habib, enviado del presidente Ronald Reagan, tanto de Israel como de la O.L.P. un cese del fuego que entró en vigor el 24 de julio de 1981.
El primer ministro israelí Begin aceptó con disgusto y ante la presión norteamericana, este armisticio, su gran deseo era la destrucción total de la resistencia palestina.
En junio de 1981, la aviación israelí atacó y destruyó la central nuclear iraquí de Tammuz. Los encargados del radar jordano de Ma`an, que localizaron los 14 aviones en vuelo de ida, se quedaron tan satisfechos cuando uno de los pilotos contestó en árabe a sus requerimientos de información y control.
El éxito de la operación se basó, precisamente en dos caras, la militar y la diplomática del factor sorpresa. Lo militar es obvio; lo diplomático, casi transparente. Los Estados Unidos, fabricantes y vendedores de los aviones y las bombas, ignoraban que los israelíes fueran a usarlos contra Tammuz; luego, por engañados, podían ofenderse y suscribir la inoperante condena a Israel por parte del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, sin excesiva irritación de sus fuertes minorías pro-israelíes. En este sentido, la maniobra fue tan perfecta, que tuvo visos de acuerdo general entre los implicados.
El resultado del ataque fue: la muerte de un técnico francés que allí trabajaba, más la destrucción del reactor nuclear que, según la mayor parte de los técnicos, no podría facilitar la producción de pequeñas bombas atómicas en mucho tiempo.
Ante la evidencia de que la central iraquí sería, a principios de los años ochenta, una realidad, la inquietud en Israel subió al rojo vivo y Tel-Aviv puso manos a la obra para arruinar el proyecto.
En abril de 1979 cerca de Toulon (Francia), se produjo una explosión en el lugar donde se terminaban las piezas del reactor destinado a Tammuz. Un sospechoso grupo ecologista reivindicó el atentado, pero los servicios de información confirmaron la sospecha de que el responsable era el Mossad (servicios secretos israelíes), para retrasar la puesta en funcionamiento del proyecto. Un año después, un físico egipcio es hallado muerto en la habitación que ocupaba en un hotel de París. Su estancia en la capital francesa era considerada altamente secreta: estaba encargado de comprobar la calidad del uranio que Francia expedía a Irak. A esta muerte, siguieron atentados en Italia contra la sede de Snia Tamuz, que participaba también en las instalaciones de Tammuz y cartas de amenaza a ingenieros franceses.
Ante el inminente envío francés de 24 kilos de uranio enriquecido a Irak, Begin ordenó el bombardeo. Después, cualquier ataque hubiera provocado probablemente las mismas trágicas consecuencias que una explosión nuclear.
La condena internacional fue unánime, pero las autoridades israelíes no se amedrentaron y añadieron:
"Otros pueblos pueden contentarse con la firma por Irak del Tratado de No proliferación de armas atómicas..., pero para nosotros no basta. Todas las críticas internacionales no pueden cambiar el hecho de que el bombardeo efectuado por nuestra aviación es un acto de legítima defensa para destruir un reactor atómico destinado a arrasar Israel".
El presidente Reagan, en una conferencia de prensa apoyó esta idea: "Israel tenía razón de estar inquieta. Irak no ha firmado nunca el alto el fuego, ni ha reconocido a Israel como nación. Nunca se ha sumado a cualquier esfuerzo para intentar la paz. Israel ha podido sinceramente pensar que era un acto de defensa".
Otro grave acontecimiento afectó a la situación creada. El presidente Sadat, se había fijado desde su llegada al poder dos objetivos principales en su política: obtener de Israel una paz que restituyera a Egipto la totalidad de los territorios perdidos, y dotar al país de un desarrollo económico que lo liberase de las dependencias y tutelas extranjeras. Pero en el curso del proceso de aplicación de la paz entre Israel y Egipto y cuando asistía a un desfile militar en El Cairo el 6 de octubre de 1981, fue asesinado en un atentado por parte de oficiales de su Ejército. No obstante, su sucesor, el nuevo presidente Hosni Mubarak continuó con moderación la política de su antecesor.
Muerto Sadat y con él cualquiera de las muy remotas posibilidades de que el tratado norteamericano-israelí de Camp David fuera aceptado por algún país árabe además de Egipto, se presentó la posibilidad de entablar negociaciones a partir de un plan coherente, que contemplara la problemática de todos los afectados por el conflicto y que, sobre todo, no olvidara cual era la verdadera relación de fuerzas: el plan de paz del príncipe Fahd de Arabia Saudí.
El plan del príncipe heredero saudí constaba de ocho puntos: retirada de Israel de los territorios ocupados en 1967, desmantelamiento de los asentamientos judíos en territorio palestino, libertad para la práctica de las tres religiones monoteístas en la ciudad de Jerusalén, reconocimiento de los derechos del pueblo palestino a tener una patria y a vivir en ella, establecimiento de una administración interina; bajo control de la O.N.U.; en la ribera occidental del Jordán y la franja de Gaza, creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén Este, reafirmación del derecho de todos los países del área a vivir en paz, garantía de la O.N.U. para la aplicación de todos y cada uno de los siete puntos anteriores.
Este plan, presentado en la fracasada conferencia de Fez, sólo recibió el rechazo frontal del líder libio Muammar el Gadafi, y todo parecía indicar que el resto de países alineados en el Frente de Firmeza estaban dispuestos a considerarlo de forma positiva.
Sin embargo, esta vía de compromiso que parecía abrirse en Oriente Medio pronto saltaría hecha añicos. Menahem Begin, el primer ministro israelí basaba su fuerza política precisamente en la capitalización de los éxitos israelíes en las sucesivas campañas de la guerra de Oriente Medio y en la inflexibilidad de sus posturas. Por tanto negociar con los árabes sobre la base de las fronteras anteriores a 1967 no sólo representaba una claudicación, sino también un error político y estratégico.
De esta manera y tras una votación en el parlamento, se decidió anexionar a Israel; de la misma manera que se anexionó el sector árabe de Jerusalén en 1980; la estratégica zona de los Altos del Golán, en el mes de diciembre de 1981.
Inmediatamente el gobierno sirio declaró: "La decisión israelí significa una declaración de guerra a Siria y la abrogación del alto el fuego. Las autoridades sirias se reservan el derecho de tomar las medidas adecuadas frente a esta violación flagrante de la Carta de las Naciones Unidas y de sus resoluciones, particularmente la 338".
Hosni Mubarak, presidente de Egipto añadió: "La anexión del Golán por Israel está en flagrante contradicción con los acuerdos de Camp David. El Cairo rechaza esta decisión, que constituye una amenaza para el futuro de la paz en Oriente Medio, y se pone en contacto con las capitales amigas a fin de examinar las medidas adecuadas para oponerse a ellas".
Pese a las protestas formales de Occidente, no sólo anexaban a su territorio una región de gran valor estratégico, sino que además conseguían hundir por su línea de flotación una propuesta de paz que, con toda probabilidad, hubiera ofrecido una solución digna a un problema que volvió a convertirse en poco menos que insoluble.
Entre 1980 y 1982 la península del Sinaí fue devuelta por Israel en su totalidad a Egipto, no sin graves incidentes por parte de los colonos que habitaban esas tierras como sucedió en Yamit; al norte del Sinaí; donde 2.000 extremistas judíos allí concentrados opusieron fuerte resistencia a ser desalojados, el Ejército israelí tuvo que hacerlo a la fuerza.
Las relaciones diplomáticas habían sido restablecidas entre El Cairo y Tel-Aviv en 1980. La evacuación total del Sinaí marco el fin de una etapa (1973-1982) que condujo a esta paz, que debía abrir nuevas perspectivas. Pero las negociaciones sobre la autonomía de Cisjordania y Gaza se enfrentaron a negociaciones insalvables tanto por parte de los egipcios e israelíes como de los palestinos. El tratado de 1979 constituyó, en todo caso, una etapa importante en el camino de un arreglo pacífico en Oriente Medio, cuya solución dependería de la evolución de la actitud del gobierno israelí, de la O.L.P. y de la situación política en Siria, Líbano, Jordania y los territorios ocupados.
A finales de marzo de 1982, tuvo lugar la primera huelga general de palestinos en Israel, a la que se sumaron árabes de nacionalidad israelí.
A partir de aquella huelga se precipitaron los hechos que trazarían la nueva estrategia de confrontación árabe-israelí. Al asesinato de un diplomático de Israel en París sucedió el atentado de un joven soldado israelí, de origen norteamericano, contra la multitud árabe reunida el 11 de abril en la explanada de las mezquitas de Omar y El Aksa, en Jerusalén, del que resultaron dos árabes muertos y cuarenta heridos, cinco de ellos de gravedad. La respuesta del Consejo Supremo Islámico constituyó un éxito sin precedentes, al conseguir que la totalidad de los países islámicos asiáticos y africanos; excepto Egipto y la porción cristiana de Líbano; declararan la huelga general ordenada por el rey Jaled de Arabia Saudí.
Días más tarde, la muerte de un soldado israelí por la explosión de una bomba antitanque en la localidad libanesa de Taibeh; a 15 kilómetros de la frontera israelí; daba lugar a la ruptura del alto el fuego vigente al sur de Líbano desde julio de 1981.
El bombardeo, llevado a cabo por Israel, en represalia, de los barrios costeros del sur de Líbano, no representaba sino el primer paso de un movimiento destinado a acabar con el peligro que para Israel constituían los palestinos libaneses.
Para esta empresa contaba con la aprobación de Estados Unidos, que bloqueó la acción anti-israelí en las Naciones Unidas. Con el fin de preparar su plan puso en marcha la denuncia del terrorismo palestino y la operación "Paz en Galilea", para salvar a esta provincia de su destrucción por los palestinos, ocupando y asegurando la frontera norte.
   Desde la otra punta del conflicto, a Yasser Arafat no parecía contrariarle la posibilidad de un ataque masivo israelí sobre Líbano, siempre y cuando pudiera mantener bajo su control y hasta ese momento las tendencias más radicales de la O.L.P.
La clave de los planteamientos del líder palestino radicaba en la capacidad de sus fuerzas en Líbano para soportar durante diez días un ataque frontal israelí. Al cabo de esos diez días, la opinión pública mundial miraría a Israel con tales ojos de reprobación que los palestinos; la O.L.P.; podrían abrir sus embajadas en Londres y París.
El 6 de junio de 1982; tras dos días de bombardeos aéreos y terrestres sobre el sur de Líbano y las afueras de Beirut; un poderoso y numeroso Ejército israelí invadió Líbano por el sur, atravesando la zona ocupada por la F.I.N.U.L. sin encontrar oposición. El día 7 los israelíes toman el castillo de Beaufort, posición estratégica palestina. El 13 de junio llegaron hasta Beirut bloqueando la parte Oeste haciendo prisioneros a miles de palestinos. Aparte de algunos choques aislados con los sirios no se llegó a producir un enfrentamiento entre Israel y Siria que, por el contrario, establecieron un cese el fuego.
   Los objetivos oficiales de esta operación eran:
1) Asegurar que el territorio situado al norte de la frontera entre Israel y Líbano quedara desmilitarizado de todos los elementos hostiles, hasta una distancia que pusiera a las aldeas y ciudades israelíes fuera del alcance de la artillería palestina. 2) Imponer en Líbano un poder político bajo control cristiano, firme aliado de Israel.
3) Disminuir la influencia de Siria en la región.
4) Desalentar cualquier esperanza de resistencia por parte de la población palestina de los territorios ocupados de Gaza y Cisjordania.
El plan israelí consistía en una ofensiva sobre tres ejes: la llanura costera, la cadena montañosa central, y la zona oriental, y su propósito era la destrucción de la infraestructura militar de la O.L.P. y la limpieza del sector situado al norte de Israel hasta una distancia de 40 kilómetros de la frontera. Comenzó así la que ha sido considerada como la "quinta guerra árabe-israelí", y que en realidad era la "primera guerra palestino-israelí, que consagraba la desintegración de la solidaridad árabe y el dinamismo del poder militar de Israel, que Occidente no acertó a frenar.
El 25 de junio, se produjeron los primeros bombardeos masivos israelíes por tierra, mar y aire de Beirut Oeste, desde el comienzo de la ofensiva y que ocasionaron miles de muertos. A comienzos de julio, a pesar de las pérdidas palestinas, la parte más importante de los cuerpos de guerra de la O.L.P. se encontraba en Beirut Oeste, que fue rigurosamente cercado por los israelíes.
El propósito de Begin era expulsar a los palestinos de Beirut. Pero en Israel, no todos estaban de acuerdo, el 3 de julio hubo una manifestación pacifista de 80.000 personas en Tel-Aviv que pedía el alto del ataque. Tampoco estaban de acuerdo en Nueva York, la comunidad judía también se manifestó en contra de la invasión de Líbano.
El 27 de julio, los israelíes bombardeaban, por primera vez, los barrios residenciales de Beirut en la jornada de mayor mortandad desde que se inició el asedio. El 1 de agosto el Ejército israelí tomó el aeropuerto de Beirut, tras encarnizados combates con las fuerzas palestinas. El consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó el envío de observadores a la capital libanesa. El día 3, Estados Unidos y Egipto previnieron a los israelíes contra el asalto a Beirut Oeste. El día 5, el Ejército israelí lanzó una gran ofensiva sobre el sector sitiado de la capital libanesa. Washington estudiaba sanciones contra Israel, al tiempo que la Casa Blanca insinuaba que había perdido el control de la situación.
El 10 de agosto, el mediador norteamericano Habib, consiguió que fuera aprobado por parte israelí su plan de arreglo del conflicto, que establecía que los palestinos, conservando su armamento individual, serían evacuados hacia Siria y otros países árabes, bajo la protección de una fuerza internacional que sería oficialmente solicitada por el gobierno libanés, y que estaría integrada por contingentes norteamericanos, franceses e italianos. Momentos después de este acuerdo, Israel desencadenó el mayor bombardeo hasta la fecha sobre Beirut Oeste, especialmente sobre los campos de refugiados de Burjj Barjaneh y Chatila.
El día 21 comenzó la evacuación de los fedayines palestinos; unos 16.500; hacia los países de asilo: Siria, Túnez, Argelia, Jordania, Yemen del Norte y del Sur, Chipre, Irak y Grecia. Esta debería quedar completada en quince días al tiempo que llegaba la fuerza internacional.
Yasser Arafat salió de Beirut el 30 de agosto rodeado de grandes medidas de seguridad, el líder de la O.L.P. marchó hacia Atenas, desde donde partiría para Marruecos con objeto de asistir, el 6 de septiembre, a la cumbre árabe de Fez.
El responsable de la invasión, el ministro de Defensa Ariel Sharon fue duro, tajante e inflexible en unas declaraciones a los periodistas:
"No queremos intervenir en los asuntos internos de Líbano, pero sería una hipocresía que dijésemos que aceptaríamos un gobierno en Beirut dispuesto a acoger nuevamente a los terroristas y a los sirios. Hoy, como ayer, el Ejército libanés no es lo suficientemente fuerte como para poderse permitir estar solo..... Pero, si los sirios no se van, nosotros tampoco nos vamos. Y en ese caso todo se convierte en un asunto feo..... Ahora, con cañones menos potentes, podemos bombardear Damasco.
Necesitamos solucionar política y pacíficamente el problema palestino. Nosotros no hemos estado luchando con los palestinos, estábamos en guerra con los terroristas de la O.L.P., y haber resuelto el problema de la O.L.P. supone haber realizado una mínima parte de esa tarea..... En esos países no podrán hacer lo que hacían en Líbano, Siria y Jordania, no se lo permitieron en el pasado, de manera que no veo por qué se lo iban a permitir ahora. Y las otras naciones árabes ya han dicho que sólo autorizarán actividades políticas, y no olviden que sus gobiernos no están dispuestos a que les desbanquen como en Beirut. Además, si los terroristas palestinos intentan algo, Israel no se va a quedar quieta. ¿De verdad que Arafat ha dicho que todo va a seguir como antes? Bueno, si fuera él, ni siquiera lo intentaría. Les he hecho un regalo a esos asesinos: les he regalado la vida. Pero tanta suerte no es una garantía para el futuro. ¡Ay de ellos si se atreven a empezar de nuevo con sus sangrientas actividades, incluso en países que estén lejos de Israel! ¡Ay de ellos!.....
Jordania, es decir, Transjordania, es la única solución..... En Transjordania, el 70% de la población son palestinos; la gran mayoría de los miembros del Parlamento son palestinos; casi todos resultan ser los ministros y primeros ministros palestinos. Y sólo el 30% son beduinos. Los beduinos de Hussein. Créanme, es la solución perfecta.....
Ya existe un Estado palestino, de manera que no hay por qué crear otro nuevo. Y les digo que jamás permitiremos otro Estado palestino, jamás..... Nadie tocará Judea y Samaria. Ni Gaza. Olvídenlo. Judea y Samaria nos pertenecen. Han sido nuestras desde hace miles y miles de años. Judea y Samaria son Israel. Y también lo es Gaza, toda la franja de Gaza. E incluso, aunque no existiera la Biblia, incluso si no tuviéramos nuestros sentimientos, está nuestra seguridad. Nuestra supervivencia. Esto es algo crucial, porque en esa región viven dos tercios de la población israelí, y, sin Judea y Samaria, seríamos eliminados al instante".
Aunque aparentemente resuelta la cuestión palestina en Beirut, la situación interior de Líbano no consiguió pacificarse. El 23 de agosto de 1982; tres días después del acuerdo sobre los palestinos; fue elegido nuevo presidente de la República, en un Beirut aislado, Bechir Gemayel, hombre fuerte y dirigente derechista del Frente libanés. El 14 de septiembre, tres semanas después de su elección, Bechir Gemayel fue asesinado en un atentado.
Ese mismo día el Ejército israelí entró en Beirut Oeste, y cercó los campos palestinos, el general Sharon permitió que las zonas dejadas por los palestinos en su huida, fueran ocupadas por los feroces cristianos falangistas. Fue una manera de no ensuciarse las manos en las operaciones de limpieza que deben ser llevadas a cabo en todo territorio ocupado. Sin contar para nada con su gobierno, Sharon autorizó a los falangistas de Haddad, en esta ocasión al mando de Elias Hobeika, a realizar una operación de limpieza en los campamentos palestinos de Sabra y Chatila. Y ordenó al comandante del sector de Beirut, general Amós Yaron, que supervisara la acción.
Entonces se produjo un escándalo mundial: más de mil refugiados civiles palestinos, con todos los más horribles datos de desprecio a la civilización; heridos, mujeres, niños, ancianos e incluso los animales; fueron asesinados durante el asalto llevado a cabo por las milicias cristianas en los dos campos. Pero con el indudable permiso, conocimiento y contemplación de los soldados del Ejército de Israel que no hicieron nada por evitarlo.
En Israel, Begin fue llamado abiertamente "¡asesino!" por algunos diputados en su Parlamento que fueron sacados a la fuerza; y se insistió en el rumor de que la verdadera fuerza de Israel, el poder absoluto, ya no estaba en manos de Begin, sino en las de su ministro de Defensa, el general Sharon, que podría ser capaz de tomar el poder mediante un golpe de Estado si el primer ministro Begin flaqueaba en la rudeza de la acción, o si era destituido para dar lugar a otro gobierno.
El asesinado Bechir Gemayel fue sustituido por su hermano, Amín Gemayel. Israel se apresuró a presentarle al mundo como un hombre moderado, capaz de resolver los problemas por la negociación en lugar de por las armas. Pero ¿quién mató a Bechir Gemayel?. Los palestinos, los musulmanes libaneses, no reconocieron nunca su culpabilidad. Por el contrario, acusaron a Israel de haberle eliminado porque empezaba a no aceptar sus órdenes, porque no quería colaborar con otras guerrillas cristianas; las del sur del país; manipuladas directamente por Israel.
Pocos días después llegó a Líbano una nueva fuerza internacional integrada por norteamericanos, franceses, italianos y británicos.
En el Parlamento de Israel, Begin ganó una votación de confianza sin demasiado escándalo: una vez disuelta la amenaza de generalización de la guerra con los árabes, tranquilizado el antisionismo mundial y asegurado el país por todas sus fronteras, la conciencia pacifista no tenía ya motivos propios para sobresaltarse. En las Naciones Unidas, los países árabes extremos; Libia e Irán; propusieron la expulsión de Israel; sobre el precedente de la expulsión de la República Sudafricana, con la fórmula de retirar las credenciales; pero los Estados Unidos amenazaron con retirarse ellos mismos de la O.N.U. y, por lo tanto, suspender su contribución financiera sin la cual no podría existir el organismo internacional, forzándolos a retirar su moción.
El resumen de la operación fue el de una victoria para Israel. La seguridad de sus fronteras era mayor que nunca, como lo era su dominio territorial. Los muertos no resucitarían, los palestinos estaban desperdigados por el mundo, los países árabes no reaccionaron y la Unión Soviética no tenía ninguna intención de entrar directamente en el avispero de Oriente Medio.
La invasión de Líbano, que había empezado como un impecable ejercicio militar amenazaba con degenerar en una espantosa pesadilla que alcanzaría a toda la nación israelí.
En Jerusalén empezó una campaña pública exigiendo responsabilidades de las matanzas de Sabra y Chatila, que culminaría con una gigantesca manifestación en la que más de trescientas mil personas clamarían pidiendo justicia para sus enemigos los palestinos. Es decir, que, por increíble que parezca, en un país cuya supervivencia dependía únicamente de sus Fuerzas Armadas, se pidió que la cabeza visible de las mismas; un héroe popular que, encima, acababa de culminar brillantemente una campaña de castigo; respondiese de sus actos ante las autoridades civiles.
Jugando la baza de político honesto, el primer mandatario Menahem Begin, aparentará resistirse al clamor popular, pero acabaría designando al juez del Tribunal Supremo, Isaac Kahane, para que encabezase una comisión de investigación. Los resultados de dicha comisión, obligarían en el mes de febrero al general Sharon a presentar su dimisión.
Camino del histórico consejo de ministros en el que se iba a decidir su destitución, el titular de Defensa israelí, Ariel Sharon, declaraba con su habitual belicosidad: "No voy a ser yo quien ponga sobre mi frente, y con mis propias manos, el signo de Caín". Horas más tarde se daba a conocer el aplastante veredicto: por 16 votos contra uno; el suyo; Ariel Sharon era obligado a dimitir. Así acababan los sueños de poder y gloria del viejo león del desierto.
Esa comisión devolvió el honor a Israel e hizo más por la supervivencia democrática de ese país que cualquiera de las arrogantes victorias militares del pasado. En lo que a Begin respecta, y a pesar de que no salió del todo bien parado, el Informe Kahane eliminó de un plumazo a su más encarnizado competidor. Y a un amigo.
Desde septiembre de 1982 se inició una breve fase de pacificación parcial. En esa fecha, después de la cumbre árabe celebrada en Fez, se expuso el plan de paz del rey saudí Fahd, que fue valorado positivamente por el Congreso Nacional Palestino reunido en Argel en febrero de 1983. Los israelíes evacuaron Beirut Oeste y algunos grupos libaneses llegaron a acuerdos que permitieron que el Ejército reorganizado ocupase la capital, al tiempo que se proyectaba la reconstrucción de Beirut. Pero en otras regiones del país se seguía combatiendo a finales de 1982 y comienzos de 1983.
Por estas fechas el gobierno israelí aspiraba a firmar con Líbano un tratado de paz análogo al ya acordado con Egipto. Con el Ejército israelí a las puertas de Beirut, la difícil negociación se hizo con la mediación de Estados Unidos. El tratado líbano-israelí se firmó el 17 de mayo de 1983 con participación norteamericana, en el destacaban cuatro puntos: 1º) se ponía fin al estado de guerra entre Líbano e Israel, que se remontaba a 1948; 2º) se establecían cláusulas de seguridad en el sur de Líbano; 3º) se definía un marco de acuerdos recíprocos concernientes a la libre circulación de personas y bienes; y 4º) se establecía un programa de retirada general de las fuerzas israelíes, que debía tener lugar ocho o diez semanas después de la ratificación del tratado, con la reserva de una retirada simultánea de las tropas sirias. Este tratado, bien recibido en Egipto, fue condenado por la Unión Soviética, la O.L.P. y Siria. En Líbano, el tratado puso fin a la tregua existente desde septiembre anterior, siendo rechazado por todos los grupos progresistas-palestinos.
El 13 de junio de 1983, justo una semana después del primer aniversario de la ocupación de Beirut por los israelíes, un Yasser Arafat avejentado y con inequívocos signos de fatiga anunciaba la ejecución. por orden suya, de cinco jóvenes palestinos pertenecientes a una de las muchas facciones que integraban la O.L.P.. Esas ejecuciones eran el último intento de Arafat por recuperar el control de unos acontecimientos cuyo desencadenante era preciso buscar, justamente, en aquella invasión israelí y la subsiguiente derrota palestina.
Arafat llegó a Damasco y convocó una reunión del Consejo Revolucionario de Al-Fatah; este consejo condenó la disidencia, pero adoptó a la vez una actitud abierta hacia las reivindicaciones presentadas por los descontentos; se decidió incluso convocar un congreso para examinarlas.
La ejecución de los cinco jóvenes no sólo no devolvió al líder palestino el control de la organización sino que encrespó aún más los ánimos de los rebeldes, los cuales, con el apoyo de tropas libias primero y luego con la intervención directa de los sirios, llegaron a cercar a los partidarios de Arafat en el valle de la Bekaa. Un rápido viaje de Yasser Arafat a Damasco para tratar de evitar la matanza no tuvo más resultado que consumar la ruptura, toda vez que, declarado "persona no grata" fue expulsado de Siria fulminantemente.
Túnez ofreció su hospitalidad a Arafat, éste aceptó, y allí estableció su sede. Sabía que en Túnez podría disponer de una completa libertad de movimientos, pero a costa de alejarse, tal vez definitivamente, del teatro de los acontecimientos. Al decidirse por Túnez, Arafat eligió la vía de la libertad diplomática. Los acontecimientos posteriores; éxitos importantes diplomáticos, pero ostensible pérdida del control del aparato militar de su propia organización; confirmarían la exactitud de sus cálculos.
A su llegada a Túnez, el 25 de junio de 1983, hizo una patética llamada de solidaridad al mundo árabe, llegando a decir que la situación era muy similar a la que condujo, en 1970, a las tropas jordanas a llevar a cabo una auténtica matanza de palestinos. Una intervención a última hora de Arabia Saudí y Argelia logró rebajar momentáneamente la tensión; pero el peligro de una nueva conflagración quedaba latente una vez más.
En julio de 1983 el líder druso, Walid Jumblat anunció la constitución de un Frente de Salvación Nacional, que el mismo presidió.
El 27 de agosto, casi coincidiendo con el aniversario de la toma de Beirut, Israel anunció su intención de retirarse al sur del río Awali. Esto significaría que de los 3400 km2 de territorio libanés en poder de Israel, 600 km2 quedarían convertidos en tierra de nadie a disposición de quien más fuerza tuviera para ocupar ese vacío.
El 31 de agosto los tanques israelíes retrocedieron, el Ejército libanés trató de ocupar el espacio libre. Comenzó la batalla de Beirut. El Ejército regular libanés, con ayuda de los cristianos falangistas logró en apenas una semana de durísimos combates controlar toda la zona costera de la capital e inició el avance hacia el sur. Las milicias musulmanas y más encarnizadamente los drusos de Walid Jumblat, a quien apoyaba Siria, se opusieron al avance del Ejército regular libanés.
En los meses de septiembre y octubre las rivalidades internas provocaron una nueva serie de enfrentamientos que se generalizaron por todo el país:
El 2 de septiembre las fuerzas de pacificación fueron substancialmente incrementadas. En total, eran 2200 marines norteamericanos apoyados por algunas unidades de la Flota del Mediterráneo, 200 legionarios franceses, 1900 bersaglieri italianos y 120 dragones de la Reina británicos.
El 7 de septiembre las fuerzas franco-estadounidenses fueron objeto de continuos hostigamientos. Dos marines y tres legionarios franceses murieron en atentados, elevando el total de víctimas a 20 desde agosto de 1982.
El 10 de septiembre al tiempo que Siria rechazaba la "injerencia norteamericana", su Ejército bombardeó posiciones francesas y estadounidenses en Beirut.
El 15 de septiembre el Ejército libanés continuaba avanzando lentamente hacia el sur. A causa de la creciente implicación siria, y al apoyo de carros soviéticos T-54, los drusos lograron detener el avance del Ejército hacia el sur, en tanto que mantuvieron sus posiciones en el este.
El 20 de septiembre barcos de guerra norteamericanos bombardearon las posiciones drusas al este de Beirut, oficialmente como respuesta a un ataque de los drusos, pero, en la práctica, como una advertencia hecha a Siria.
El 26 de septiembre consolidadas las posiciones de todas las partes en el conflicto, se llegó a un alto el fuego. Pese a los numerosos incidentes, la guerra civil pareció haber terminado.
Mientras tanto en Israel se produjo la dimisión de Menahem Begin en el mes de septiembre. Para no sacrificar a la coalición Likud que le mantenía en el Parlamento, dejó un heredero, a su ministro de Asuntos Exteriores Itzjak Shamir, otro decidido terrorista del Stern de los años treinta de la ocupación británica. Sin embargo en las elecciones de julio de 1984 no hubo ningún claro vencedor y se recurrió a un pacto de coalición entre Shimón Peres del Partido Laborista y Itzjak Shamir del Likud.
El 7 de octubre Yasser Arafat declaró que él y el sector de la O.L.P. que le sustentaba se encontraban cercados por los sirios en las proximidades de Trípoli. Expulsados por Siria del Valle de la Bekaa a mediados de junio, los palestinos de Arafat se trasladaron al norte de Líbano, a unas posiciones cercanas a Trípoli. Drusos y musulmanes, apoyados por tanques sirios, cercaron a los palestinos.
El 23 de octubre dos camiones suicidas cargados de explosivos del grupo terrorista proiraní Hezbollah (Partido de Dios), fueron lanzados contra los acuartelamientos de las tropas norteamericanas y francesas en Beirut. A consecuencia de la explosión murieron 222 marines y 58 legionarios. El claro intento de provocación no fue respondido por las fuerzas de pacificación.Nuevas negociaciones llevaron a la constitución de un Congreso Nacional de Reconciliación que se reunió el 31 de octubre en Ginebra en una Conferencia de Paz para el Líbano, cuyo objetivo era alcanzar un acuerdo que evitara la partición del país y permitiera reanudar la convivencia pacífica entre las numerosas facciones en litigio. Asistieron cuatro representantes maronitas: Amin Gemayel, presidente de la República; su padre Pierre Gemayel y el ex-presidente y el ex-primer ministro, Camille Chamoun y Solimán Frangié; Rasid Karamí, ex primer ministro musulmán sunní; el líder de la comunidad drusa, Walid Jumblat; Nabi Berri, musulmán chiíta, jefe de la organización político-militar Amal; Sa'b Salem, jefe de la comunidad sunní de Beirut y ex presidente de la Asamblea Nacional. Como observadores extranjeros, el diplomático sirio Abd al-Halim Khaddam; Muhammad Ibrahim Mas'ud, ministro de Estado saudí, y el enviado del presidente Ronald Reagan, Richard Fairbanks.
Mientras, se intensificó lo que parecía ser la ofensiva final contra el líder histórico de la O.L.P. y sus partidarios. La disidencia, cada vez más numerosa, de Al Fatah, que encabezaba el coronel Abu Musa, apoyada por la artillería y los carros de combate sirios, se habían lanzado a la conquista de los últimos reductos de Arafat y sus leales, próximos a Trípoli. Según declararon los disidentes, "Arafat tendrá que embarcar en el puerto de Trípoli porque ésta será la única manera de huir de la ciudad".
El 20 de diciembre Yasser Arafat se vio obligado a abandonar de nuevo Líbano; esta vez de forma definitiva. Protegido el exilio por Francia y azuzado por Israel que bombardeó parte de los barcos que esperaban para transportar a los palestinos en el puerto de Trípoli; las tropas palestinas se dispersaron por Túnez; donde se estableció el Cuartel General de la O.L.P.; Argelia, Yemen y Sudán.
El presidente Gemayel realizó intentos de pacificación de Líbano, de donde se retiraron las fuerzas internacionales en enero de 1984. También el presidente libanés anuló en marzo el tratado con Israel y reanudó las negociaciones en favor de la reconciliación nacional, comenzando a deteriorarse su posición. Los sectores moderados actuaron en favor de la celebración de la proyectada Conferencia de paz para la región, pero al mismo tiempo otras fuerzas actuaron en contra torpedeando cualquier iniciativa de paz y manteniendo la actitud de violencia con atentados, secuestros y acciones terroristas.
En febrero de 1985 las tropas israelíes comenzaron a abandonar Líbano, esta operación finalizó el 6 de junio. Sin embargo, Israel se reservó una franja de seguridad a lo largo de su frontera con Líbano, ésta tiene una longitud aproximada de 70 kilómetros y una profundidad que oscila entre 8 y 15 kilómetros. En esta franja, Israel creó, armó y financió un ejército aliado; el Ejército del Sur del Líbano (E.S.L.).
A mediados de junio de 1985, pocos días después de proclamada la retirada total "en términos generales" del Ejército israelí, se supo que hasta 400 oficiales del Ejército de Israel permanecían en el sur libanés para dirigir ese E.S.L., incapaz de subsistir por sí solo. Todo parecía indicar que Israel no se iba a librar definitivamente de su calvario libanés.
El conflicto de Oriente Medio experimentó el 1 de octubre de 1985 una brusca y peligrosa escalada, como consecuencia de la destrucción del cuartel general de la O.L.P. en Túnez por el bombardeo de siete cazas F-15 de la aviación israelí, que repostados en pleno vuelo cruzaron todo el Mediterráneo, en una operación a 2400 kilómetros de Israel que contó, según se sospecha, con el apoyo militar de la VI Flota norteamericana que surca el Mediterráneo.
El devastador bombardeo que arrasó la sede costó la vida a más de sesenta personas, demostró una vez más la audacia y preparación del aparato militar israelí, pero también la determinación del gobierno de Jerusalén de hostigar a los palestinos, dondequiera que se encontraran.
El asesinato de tres israelíes que hacían turismo en Larnaca (Chipre) y la multiplicación de los actos terroristas en los territorios ocupados fueron utilizados como pretexto para la desmedida demostración de fuerza contra la O.L.P.
Túnez, evidentemente, elevó sus protestas contra Israel, pero discretamente pidió a los palestinos que eligieran otra base para sus correrías.
El ataque fue un golpe deliberado contra los esfuerzos de paz que se realizaban desde que el rey Hussein de Jordania y Arafat sellaron en febrero un acuerdo para una confederación jordano-palestina que podría negociar la paz con Israel, con el respaldo del presidente egipcio Hosni Mubarak, mientras los Estados Unidos, condicionados por Israel, buscaban un compromiso para incluir a la O.L.P. en el proceso pacificador.
La respuesta palestina se produjo el 7 de octubre de 1985. Un comando del Frente de Liberación de Palestina (F.L.P.), se apoderó del trasatlántico italiano Achille Lauro, que navegaba entre Alejandría y Port Said (Egipto) con más de quinientas personas a bordo.
Los cuatro piratas amenazaron con asesinar a varios pasajeros si Israel no ponía en libertad a unos cincuenta palestinos encarcelados. La O.L.P., en principio, negó toda participación en el secuestro, pero pronto estuvo claro que los piratas pertenecían a la facción del F.L.P. fiel a Arafat. Tras veinticuatro horas de angustia, confusión y negociaciones entre los piratas y los gobiernos egipcio e italiano, con el concurso de dos dirigentes de la O.L.P., los piratas se rindieron el 9 de octubre a cambio de un salvoconducto para salir de Egipto. Tan pronto como quedó libre, el capitán del barco confirmó que los terroristas habían asesinado a bordo al súbdito norteamericano León Klinghoffer, hemipléjico, que viajaba en una silla de ruedas, cuyo apellido parece judío.
A pesar de la indignación de Washington, que reclamaba la entrega de los piratas, las autoridades egipcias mantuvieron la confusión y el misterio sobre su destino.
En la noche del 10 de octubre, cazas norteamericanos procedentes del portaaviones Saratoga de la VI Flota del Mediterráneo, interceptaron un avión egipcio que se dirigía a Túnez con los cuatro secuestradores y los dos dirigentes de la O.L.P. y lo hicieron aterrizar en una base de la O.T.A.N. en Sicilia para que los terroristas no quedaran impunes.
La siguiente víctima de tan enrevesada situación fue el gobierno italiano del socialista Bettino Craxi, atrapado en el dilema de salvar su política en Oriente Medio, sus buenas relaciones con la O.L.P., y atender las apremiantes exigencias de Washington para que no dejara escapar a Muhammad Abu Abbas Zaidan, el dirigente palestino que medió en el secuestro y que llegó a Sicilia en el mismo avión que los piratas. El 12 de octubre, el gobierno italiano permitió que Abu Abbas, a quien Washington consideraba como el cerebro del secuestro, saliera para Belgrado.
Los palestinos y la O.L.P. iniciaron en 1982; cuando fueron expulsados de un Beirut asediado por las tropas israelíes; la que ha sido considerada como la fase más difícil de su historia reciente.
Tantos reveses acumulados parecían haber acabado con la O.L.P. y con su líder, Yasser Arafat, a la altura de 1986. La resistencia palestina parecía abocada a atentados de gran violencia, pero cada vez más espaciados y organizados por nuevos grupos manejados por Siria e Irak, es decir, intereses no genuinamente palestino.
Este periodo de la historia palestina se extiende hasta abril de 1987, cuando en el Consejo Nacional Palestino reunido en Argel se consiguió la unidad de todos los grupos palestinos, lo que constituyó uno de los hitos más importantes de la resistencia palestina, y significó la preparación del camino para una acción política realista que llevó a la proclamación del Estado Palestino en 1988. Casi al mismo tiempo, en diciembre de 1987, y de forma paralela, estalló la rebelión popular de la "Intifada" en los territorios ocupados por Israel de Cisjordania y Gaza.
Ambos hechos: la "Intifada" en el orden popular-social, y el Estado Palestino en el aspecto político, devolvieron a los palestinos un papel de primer plano en la cuestión de Oriente Medio.

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