Revista Literatura

La fuerza de una lágrima

Publicado el 10 mayo 2014 por Javier Juste
¡Cuidado!¡Ya no hay remedio! ¡Apártense! ¡Sálvese quién pueda!
Varios millones de cientos de miles de seres contuvieron el aliento. Pero eso no sirvió para nada.
Todo había sido inútil. 
Era difícil que hubieran ganado aquella batalla. Es difícil ganar cuando luchas contra la Omnipotencia. No es imposible al contrario de lo que la lógica diría, sobre todo, si la ilógica, con sus contradicciones más logradas (especialmente orgullosa de su círculo cuadrado) comanda uno de los batallones más poderosos jamás soñados de tu ejército. Sin duda fue un espectáculo digno de verse: bolas de fuego heladas que surcaban el claro cielo de color intermitente; piedras demasiado pesadas para su propio Creador cayendo del cielo sobre las hordas enemigas; pájaros topo, que vuelan bajo tierra dejando surcos en las nubes de algodón... A la vez bello y feo, lógico e incomprensible.
Pero claro, no es fácil ganar cuando luchas contra la Omnipotencia.
Hay momentos en los que crees que todo saldrá bien, pequeños instantes en los que los enemigos desaparecen y la risa de un niño feliz hace florecer, en un instante, este bello mundo. En esos momentos, la Omnipotencia está de tu parte: el combate está a la vez igualado y desigualado. ¿Quién puede más: quién todo lo puede o él mismo? No sé la respuesta, pero de nuevo, el espectáculo está asegurado. Los ejércitos de uno y otro bando aparecían y desaparecían de manera intermitente. Eran vencidos y vencían. Luchaban y se rendían. Era un constante caos y orden simultáneo. Pero, aunque la Omnipotencia se cansara de estar de tu lado y tu ejército empezara a desaparecer como una sombra al llegar la noche, la Omnipotencia podía cambiar de opinión. Siempre podías convencerle de que volviera a combatir demonios dominados por la lógica y empapados de realidad concreta. Siempre podías convencerle con una buena canción de despedida. 
O al menos eso creían.
Varios millones de cientos de miles de seres contuvieron el aliento. Pero eso no sirvió para nada.
Todo había sido inútil. 
La Omnipotencia eligió bando, y sus lágrimas ahogaron la libertad de sus sueños. Los demonios vencieron, ¿o tal vez fueron derrotados?

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