La fuga de Logan

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Recuerda de niña La Fuga de Logan. Esa serie que aquí llegó en los ochenta, de naïf estética futurista. Donde, en una sociedad perfecta, en la que no había hambre ni dolor, el límite de edad estaba en 30 años. Condición sine qua non para garantizar la perfección del sistema. Y aunque los 30 le parecían, a sus 7, una edad provecta también la intuía como una edad prematura para morir.

La serie -basada en la novela homónima de William F. Nollan y George Clayton Johnson- escrita en 1967 e hija de su época- está más vigente que nunca. En los 60-70 comenzaba a preocupar la sobrepoblación del planeta y empezaban a desarrollarse las supercomputadoras que tienen su reflejo en El Pensador, esa especie de Gran Hermano, que controla ese mundo pluscuamperfecto en la ficción.

Da miedito cómo muchas obras distópicas cobran realismo con el paso de los años. Cómo los avances científicos no sólo mejoran la vida sino que la alargan hasta límites intolerables. La trama, en que se ejecutaba a los ancianos prematuros, transcurría en el 2.116. Los autores, auténticos visionarios a lo Julio Verne, han errado por apenas 100 años.

Los que huían, los que querían envejecer en Santuario, se convertían en rebeldes, eran perseguidos y ejecutados. Como decía la canción, el futuro ya está aquí. Basten las declaraciones de ministro japonés que instaba sus convecinos a ser solidarios y a tener la decencia de  morirse pronto y que no cargaran sus costosos tratamientos al erario público. Que hay que ver la manía que tiene la gente de aferrarse a la vida y, de paso, descuadrar las cuentas. No en vano, Japón es el país más longevo del planeta. El 25% de sus habitantes tiene más de 60 años. Con una deuda que supera el 200% del PIB, Japón es el país desarrollado más endeudado del mundo.

Más cerca, aquí, en la Comunitat, ya hay casi tantos parados y pensionistas como trabajadores. Ella no dice nada. Pero los recortes ya han llegado a Santuario. De ahí a prescindir de lo inservible y que a todos nos parezca perfecto, hay un paso.